Alivio
Qu¨¦ alivio. Por fin tenemos nou Estatut, desbloqueado y blanqueado. Ya era hora, tras cuatro meses de incertidumbre que han mantenido el suspense pol¨ªtico hasta el desenlace final, para concluir al gusto de Hollywood con un venturoso happy end. Y como si tan tortuoso argumento hubiera sido escrito por un guionista hitchcockiano, el desarrollo de la negociaci¨®n ha estado salpicado de continuos golpes de efecto para provocar la ansiedad del espectador, clav¨¢ndole a la butaca pendiente de la pantalla pol¨ªtica. En este sentido, la obra maestra de esta funci¨®n teatral ha sido abrir y cerrar la historia con sendas escenas de div¨¢n, en las que Artur Mas hac¨ªa de seductor Don Juan, que buscaba llevarse al huerto a una languideciente Espa?a, mientras Zapatero hac¨ªa por supuesto de idealista Don Quijote, siempre dispuesto a defender la honra virginal de la dama asediada.
Y por un avispado maquiavelismo, ambas escenas de div¨¢n han sido escenificadas para que exhiban un signo inversamente opuesto. En la primera, Artur Mas gan¨® de calle, logrando que Zapatero aceptase un borrador soberanista y confederal. Lo cual provoc¨® el horror de la platea espa?ola, convirtiendo la obra entera en una pel¨ªcula de miedo: un thriller donde el inocente h¨¦roe castellano (ZP, ¨¦videmment) era angustiosamente perseguido por las fuerzas catalanas del mal. Mientras que en esta segunda parte de la historia ha sucedido exactamente al rev¨¦s: en la escena del div¨¢n del s¨¢bado por la tarde, quien se ha llevado al huerto al catalanista Mas ha sido el diestro Zapatero, que ha sabido torear con elegancia la bravura del catal¨¢n.
Esta finta maquiav¨¦lica ha permitido escenificar la rendici¨®n catalana como un combate copero a dos vueltas. En la primera vuelta, jugada ante el Parlamento catal¨¢n a finales de septiembre, Zapatero fingi¨® ceder ante Mas, entreg¨¢ndole el fuero y el huevo. Pero en esta segunda vuelta, jugada ante las Cortes generales, Zapatero ha recuperado el fuero y s¨®lo ha entregado la mitad del huevo, cedi¨¦ndoselo a Mas para que pueda salvar la cara y volver triunfante a casa. Y de la sucesiva lectura de ambas escenas cabe deducir una victoria a los puntos de Zapatero, pues quien r¨ªe el ¨²ltimo r¨ªe dos veces. Algo parecido a lo que hizo su antecesor Felipe Gonz¨¢lez en el 93, en aquellos debates televisivos contra Aznar que le permitieron retener in extremis el poder: cedi¨® la primera vuelta para acojonar al p¨²blico, pero s¨®lo para llevarse despu¨¦s la segunda vuelta volcando las expectativas electorales. Y ahora su disc¨ªpulo ZP ha repetido la misma jugada.
Pero no todo es maquiavelismo y escenograf¨ªa. Las circunstancias objetivas tambi¨¦n determinaban que esta vez fuera Mas quien hubiera de ceder. Como se?ala Gianfranco Pasquino (Sistemas pol¨ªticos comparados, Prometeo, Buenos Aires, 2004), la clave del proceso pol¨ªtico reside en qui¨¦n dispone del poder de veto. En septiembre, CiU dispon¨ªa de poder de veto ante el Parlament (ya que sin ella no hab¨ªa Estatuto), y por eso pudo imponer sus designios Artur Mas. Mientras que ahora CiU ya no ten¨ªa poder de veto en las Cortes (que pod¨ªan reformar el Estatuto sin su acuerdo), y por eso Mas ha tenido que ceder.
Pero lo ha hecho con buenas razones. Pues es verdad que Mas ha renunciado al fuero a bajo precio (s¨®lo la mitad del huevo), ya que aceptar un traspaso fiscal que no supera la crucial frontera del 50% equivale a abdicar de la reivindicaci¨®n soberanista y confederal para permanecer sometido a la disciplina de la integraci¨®n federal. Pero el precio que obtiene a cambio de este plato de lentejas no es balad¨ª: una agencia tributaria ¨²nica para Catalu?a (aunque haya de ser consorciada) y sobre todo la primogenitura pol¨ªtica del principado, pues gracias a la finta de Zapatero (divide et impera), Mas conseguir¨¢ el ansiado sorpasso superando a un desbordado Maragall y a un burlado Carod Rovira, atenazados ambos por la pinza entre Mas y ZP. Pero quien m¨¢s gana es ¨¦ste, pues su nueva pareja le liberar¨¢ de dos socios que han resultado desastrosos sin que sea ¨¦l quien se manche las manos.
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