Evo-luciones
Evo Morales, que ayer se convirti¨® en el primer ind¨ªgena en llegar a la presidencia de Bolivia, con proyecci¨®n por esta condici¨®n en toda una Latinoam¨¦rica cuyo mal mayor es la desigualdad, ha despertado fuera al menos tantos recelos como entusiasmos. Morales, tras tumbar desde la calle a dos Gobiernos en dos a?os -y si no hubiera ganado, la crisis boliviana hubiera proseguido, lo cual es, en principio, tambi¨¦n preocupante- logr¨® un 54% de los votos, un r¨¦cord desde la vuelta a la democracia en 1982, y muchos de ellos de la clase media. Su reto es no s¨®lo mejorar la econom¨ªa y la justicia social, sino tambi¨¦n profundizar la democracia y el Estado de derecho. Y para lograrlo no deber¨ªa seguir las ense?anzas de su admirado Hugo Ch¨¢vez, que est¨¢ democr¨¢ticamente acabando con la democracia.
En su visita a Madrid, Evo Morales consider¨® que "sin seguridad social, no habr¨¢ seguridad jur¨ªdica". Pero las dos cosas han de ir a la par, pues sin seguridad jur¨ªdica tampoco funcionar¨¢ la econom¨ªa, ni habr¨¢ riqueza que distribuir. Para ¨¦l, "los Gobiernos antineoliberales son campeones del crecimiento econ¨®mico", al ver a Ch¨¢vez, aupado por el aumento del precio del petr¨®leo, y a Castro ("no es un dictador" para Morales), salvado por el venezolano y China, pero que viene de tan abajo que su ejemplo ya no sirve para nadie, salvo para los que admiran su resistencia frente al enorme vecino del norte.
El nuevo presidente boliviano ha dado muestras de un gran doctrinarismo en sus referencias ideol¨®gicas, pero tambi¨¦n de un cierto realismo al hablar de la necesidad de industrializar Bolivia y alejarla del riesgo de coger la enfermedad holandesa: la de un pa¨ªs que se concentra en un producto exportable -el gas en este caso, y posiblemente la coca- a costa de la competitividad de otros productos industriales y servicios. Pero ?d¨®nde se ha quedado la industria venezolana? El contraste con Brasil o Chile es patente. Pese a su confesada admiraci¨®n por Ch¨¢vez y Castro, que tanto le han ayudado en su camino al poder, Evo Morales debe seguir su propia v¨ªa, no ya de respeto, sino de afianzamiento de la democracia. Propone convocar una Asamblea Constituyente, pero es de esperar que no caiga en la v¨ªa (mal llamada) bolivariana de Ch¨¢vez, incluso a?adiendo un elemento ¨¦tnico o estamental, porque, as¨ª, acabar¨¢ cogiendo la enfermedad venezolana.
Su llegada es parte de la renovaci¨®n pol¨ªtica en curso en Latinoam¨¦rica, con un claro crecimiento de las izquierdas, que son varias. Frente a Michelle Bachelet, el propio Lula (con sus problemas), u otros, el triunfo de Morales, como otros colegas suyos actuales o futuribles, es tambi¨¦n resultado del deterioro de la pol¨ªtica y los pol¨ªticos tradicionales. Y pocos, salvo los citados Ch¨¢vez y Castro, le han ayudado. Estados Unidos ha ignorado la zona durante demasiado tiempo y s¨®lo ahora empieza a ocuparse y preocuparse. Espa?a, su Gobierno y sus empresas, haciendo uso de la capacidad de interlocuci¨®n con todos, puede tener que desempe?ar un papel constructivo no s¨®lo en Bolivia, sino en toda una regi¨®n que se va a complicar, y que est¨¢ necesitada de proyectos regionales concretos, como el gasoducto de Venezuela a Argentina que est¨¢n lanzando Ch¨¢vez, Lula y Kirchner.
El prestigioso Latinobar¨®metro muestra un desencanto general en Latinoam¨¦rica con la democracia, pero no en favor de ninguna opci¨®n militar. En cuanto a Espa?a, el ¨²ltimo bar¨®metro de opini¨®n p¨²blica del Real Instituto Elcano, indica que, entre los l¨ªderes mundiales, las peores puntuaciones las reciben Hugo Ch¨¢vez (3,52), Fidel Castro (2,58) y George Bush (2,49). Y la mejor, Kofi Annan. Es decir, que en materia internacional, la sociedad espa?ola recela de los extremos. Est¨¢ por ver d¨®nde se situar¨¢ Evo Morales dentro de unos meses. Depende de la pista que siga y los amigos con los que se junte. En todo caso, ayer empez¨® en Bolivia un interesante nuevo experimento al que no cabe desearle suerte, sino ayudarle en lo posible para que tenga ¨¦xito en una evoluci¨®n sensata de un pa¨ªs pobre que tendr¨ªa que ser rico. aortega@elpais.es
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