La herencia de Rugova
La muerte del presidente kosovar Ibrahim Rugova acaece en v¨ªsperas de las cruciales negociaciones sobre el futuro de Kosovo, protectorado de la ONU desde hace seis a?os. Sea quien fuere su heredero, carecer¨¢ de la autoridad moral acaparada con altibajos por el l¨ªder pacifista e independentista. Rugova, arquitecto de una d¨¦cada de resistencia pasiva frente a Slobodan Milosevic, que permiti¨® formar en Kosovo un Estado paralelo, fue dejado de lado en numerosas ocasiones por los albanokosovares, que finalmente le acabaron devolviendo el protagonismo pol¨ªtico. La definitiva se produjo tras el bombardeo de la OTAN, que puso final a la dominaci¨®n serbia en 1999. Los albaneses moderados nunca vieron a la guerrilla del KLA como alternativa seria de gobierno y elevaron a Rugova a la presidencia en 2002. La ¨²ltima iron¨ªa es que aunque el KLA y ¨¦l nunca se entendieron, el presidente descansar¨¢ por propia voluntad en el cementerio de los m¨¢rtires, que acoge en Pristina precisamente a los guerrilleros que cayeron luchando contra Serbia por la independencia.
La desaparici¨®n de Rugova deja un vac¨ªo de liderazgo que inevitablemente complicar¨¢ la voz albanesa en las negociaciones auspiciadas por la ONU y aplazadas hasta febrero bajo la batuta del ex presidente finland¨¦s Marthi Ahtisaari. Pero el desenlace de los encuentros de Viena, salvo cataclismo, parece escrito de antemano: independencia para Kosovo tras un periodo de transici¨®n, con todas las garant¨ªas necesarias para los 100.000 serbios que permanecen en la regi¨®n.
Serbia pretende formalmente que Kosovo le pertenece de acuerdo con la ley internacional, aunque Belgrado conoce mejor que nadie lo irreal de este argumento aplicado a un territorio sobre el que ejerci¨® una sanguinaria limpieza ¨¦tnica y que perdi¨® irremisiblemente tras la guerra de 1999.
La posici¨®n de Belgrado, para resultar cre¨ªble, requerir¨ªa de un apoyo, en la pr¨¢ctica inexistente, de las potencias del Consejo de Seguridad directamente implicadas -EE UU, Rusia, Reino Unido y Francia-, que, con matices y pese a sus divergencias, est¨¢n b¨¢sicamente de acuerdo en soltar amarras en Kosovo. A lo m¨¢s que puede aspirar Serbia, candidata a la UE, con realismo (Belgrado est¨¢ en la picota por su renuencia a entregar a los criminales de guerra serbios m¨¢s buscados por La Haya, y su uni¨®n con Montenegro se cuartea por momentos) es a que la ONU asuma que una brusca independencia de Kosovo podr¨ªa dar de nuevo alas al nacionalismo radical y acabar prendiendo de nuevo los nunca extinguidos incendios balc¨¢nicos.
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