El papel deja las bibliotecas
Un estudio de la asociaci¨®n de documentalistas refleja los cambios que han supuesto las nuevas tecnolog¨ªas
El tantas veces anunciado fin del libro se vive de hecho en su lugar sagrado, la biblioteca, que ya se ha transformado en un espacio para la consulta de distintos soportes multimedia, de ordenadores para acceder a Internet, en fin, centros de informaci¨®n en distintos soportes (el libro, por supuesto, pero tambi¨¦n el CD-Rom, el DVD o las bases de datos).
"Ya nadie viene a consultar libros. Para qu¨¦, si tienen todo en Internet"
Las estanter¨ªas y el papel desaparecen de las bibliotecas. Una buena noticia para los bosques, pero que ha levantado una peque?a revoluci¨®n en el tranquilo gremio de los bibliotecarios. El tantas veces anunciado fin del libro se vive de hecho en su lugar sagrado, que ya se ha transformado en un espacio para la consulta de distintos soportes multimedia, de ordenadores para acceder a Internet, en fin, centros de informaci¨®n en distintos soportes (el libro, por supuesto, pero tambi¨¦n el CD-Rom, el DVD o las bases de datos). Esa profunda transformaci¨®n queda recogida en un estudio que acaba de publicar la Asociaci¨®n Vasca de Profesionales de Archivos, Bibliotecas y Centros de Documentaci¨®n (ALDEE, en su siglas en euskera).
Ya poco o nada queda del t¨®pico del bibliotecario pulcro que busca entre estanter¨ªas kilom¨¦tricas el volumen que requiere el estudioso, que previamente ha rellenado una ficha. Un oficio, cierto, sin grandes complicaciones. "El estudio surge de las quejas e inquietudes de los profesionales del sector, que ven c¨®mo realizan tareas cualificadas que no tienen su correspondencia en los salarios, sobre todo en la Administraci¨®n", explica Itziar Murgia, presidenta de ALDEE.
Para atender muchas bibliotecas p¨²blicas (en las que trabajan unas 600 personas) todav¨ªa hoy se exige s¨®lo el Graduado Escolar, con el salario correspondiente. Por ejemplo, la ¨²ltima convocatoria que recoge la p¨¢gina web de ALDEE (www.aldee.org) exige FP-1 para un puesto de auxiliar de Cultura en el Ayuntamiento de Eibar, cuya oposici¨®n cuenta con un temario claramente universitario que exige conocer los distintos sistemas de catalogaci¨®n, de gesti¨®n de una biblioteca o de Internet.
Adem¨¢s, en estas convocatorias apenas se valora la Diplomatura en Biblioteconom¨ªa o la Licenciatura en Documentaci¨®n, las dos titulaciones oficiales, cuyas ense?anzas, por cierto, no se imparten en el Pa¨ªs Vasco. Su implantaci¨®n en la UPV es otra de las eternas reclamaciones del sector.
Los profesionales, en efecto, no se dedican a buscar libros en estanter¨ªas. Ahora deben , sobre todo, asesorar a los usuarios en la b¨²squeda en Internet, preparar bases de datos o realizar vaciados de documentaci¨®n en soporte magn¨¦tico, ante la desaparici¨®n del papel.
"Nosotros ya no hablamos de bibliotecarios, sino de profesionales de la informaci¨®n y la documentaci¨®n. Si quieres un abogado, solicitas un licenciado en Derecho. En nuestro caso, existen unos estudios superiores para formar a t¨¦cnicos que realicen este trabajo", aclara la presidenta de ALDEE.
El estudio que ha realizado la asociaci¨®n apunta claramente este cambio en el oficio. El apartado de estrategias para revitalizarlo apunta que "el valor de la profesi¨®n no hay que buscarlo en la profesi¨®n misma, sino en lo que nosotros podemos hacer para que ayude a resolver problemas al usuario". Es decir, ante la ingente cantidad de datos en todo tipo de soporte, el documentalista se presenta como una persona que le selecciona al cliente lo m¨¢s adecuado para sus dudas. Eso es lo que demandan b¨¢sicamente los ciudadanos.
Idoia Delgado trabaja en la biblioteca del barrio de San Adri¨¢n, en Bilbao, uno de los centros municipales peor dotados: ni siquiera cuenta con acceso a Internet y el p¨²blico lo demanda. "La gente consulta los cat¨¢logos on-line
[la red de bibliotecas vascas ofrece el acceso a sus fondos en la Red], as¨ª que cuando acude a la biblioteca espera que exista tambi¨¦n esa posibilidad", comenta.
Los m¨¢s j¨®venes llegan con su ordenador port¨¢til bajo del brazo pidiendo una conexi¨®n wi-fi (sistema de acceso a Internet por ondas). "Y qu¨¦ les vamos a decir, si ni siquiera tenemos terminales con ADSL", a?ade quien comprueba a diario c¨®mo la biblioteca en la que trabaja ya s¨®lo es un lugar para leer el peri¨®dico, coger prestadas novelas, estudiar o, los m¨¢s j¨®venes, emplearlo como ludoteca. "Ya nadie viene a preparar los trabajos de clase, a consultar libros. Para qu¨¦, si tienen todo en Internet", concluye.
Ante este cambio vertiginoso, el mundo de la biblioteca vive una ruptura generacional clara: por un lado los veteranos, profesionales sin cualificaci¨®n "en quienes tampoco se ven intentos de conocer los nuevos soportes: seg¨²n nuestro estudio, el porcentaje de quienes realizan cursillos en ese grupo es ¨ªnfimo", comenta Murgia. Por otro, los diplomados y licenciados en Documentaci¨®n, que cuentan adem¨¢s con las ofertas de la empresa privada, m¨¢s sensible (por sentido pr¨¢ctico) a sus conocimientos que la Administraci¨®n.
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