El poder es de Ham¨¢s
El terremoto pol¨ªtico provocado por las elecciones palestinas promete tiempos turbulentos en Oriente Pr¨®ximo. Si con el infarto de Sharon la escena israel¨ª perd¨ªa a su actor fundamental, la irrupci¨®n de Ham¨¢s en el coraz¨®n del poder palestino incorpora otro que acent¨²a si cabe la complejidad de la situaci¨®n. Nadie aventuraba que el movimiento integrista, pese a su popularidad creciente y a sus llamativos resultados en los comicios municipales, pudiera hacerse con la mayor¨ªa absoluta del Parlamento palestino y dinamitar en la pr¨¢ctica al corrompido Al Fatah.
En el plano interno, la conmoci¨®n va a tener su primer escaparate en la formaci¨®n del nuevo Gabinete, en la que el presidente Mahmud Abbas, tan incapaz pol¨ªticamente como te¨®ricamente a salvo por haber sido elegido en 2005, tiene las manos atadas por los islamistas radicales, que como partido mayoritario pueden decidir bien monopolizar el poder, bien compartirlo y configurarlo a su antojo. Indicativo ser¨¢ si Ham¨¢s invita a otros grupos a sumarse a un Ejecutivo de coalici¨®n, como ser¨ªa razonable, o si prefiere inicialmente mantener un perfil bajo, con carteras que le permitan centrarse en la transformaci¨®n social y religiosa de los palestinos, su arma electoral preferida.
Para los palestinos en su conjunto, que han acudido masivamente a las urnas, ha llegado la hora de la verdad en terrenos de mayor proyecci¨®n que su propia organizaci¨®n interna. Esos ¨¢mbitos ata?en sobre todo a sus relaciones con Israel, donde el triunfo de su enemigo confeso llega en el peor momento posible, con un escenario regional explosivo, Sharon fuera de juego y unas elecciones en puertas, que se ver¨¢n inevitablemente condicionadas por las palestinas. Pero tambi¨¦n afecta a su interlocuci¨®n con EE UU y Europa, que consideran a los vencedores un movimiento terrorista y de cuya ayuda econ¨®mica dependen. El mensaje occidental era ayer meridiano: un Gobierno democr¨¢tico no puede tener un pie en la pol¨ªtica y otro en el terrorismo. Ham¨¢s puede esperar cooperaci¨®n y di¨¢logo en la medida en que renuncie a la violencia y reconozca el derecho a existir de Israel.
Ham¨¢s ha recogido los frutos de su disciplina y coherencia ideol¨®gica, en un terreno abonado por la corrupci¨®n generalizada del aparato gobernante -siembra de Yasir Arafat- y su incapacidad para proteger la seguridad colectiva y el orden p¨²blico. La ruptura del proceso de paz, la explosi¨®n de la segunda Intifada y la retirada unilateral israel¨ª de Gaza han proporcionado a los islamistas los argumentos, asumidos por la mayor¨ªa, para atribuir resultados tangibles a su pol¨ªtica de venganza y enfrentamiento a ultranza con Israel. Pero una cosa son los r¨¦ditos recogidos fuera de los mecanismos del poder y otra la administraci¨®n de ¨¦ste. Los mismos palestinos que han agradecido a Ham¨¢s su agitaci¨®n y su probidad le har¨¢n a partir de ahora responsable de sus desventuras.
Presumiblemente, para los radicales islamistas se acaba el tiempo de la ret¨®rica y llega el de las decisiones dif¨ªciles. Ham¨¢s sabe que su capacidad para gobernar la vida de los palestinos de modo tolerable depende tanto de sus relaciones con Israel como de la implicaci¨®n occidental y de su ayuda econ¨®mica. Ham¨¢s, que ha sembrado de cad¨¢veres Israel con sus atentados suicidas, ha sido bastante escrupuloso en el ¨²ltimo a?o en su observancia de la fr¨¢gil tregua pactada por Abbas. Los tiempos que vienen exigen calma y contenci¨®n, y no cabe descartar que el pragmatismo acabe imponi¨¦ndose y que verdades consideradas ahora teol¨®gicas acaben disolvi¨¦ndose en una pr¨¦dica sin graves consecuencias pr¨¢cticas. En cualquier caso, Ham¨¢s se ha erigido en protagonista como consecuencia de unas elecciones plenamente democr¨¢ticas. Y ese hecho, que dibuja un nuevo horizonte pol¨ªtico en Oriente Pr¨®ximo, exigir¨¢ cambios importantes de todas las partes implicadas para mantener abierto el camino de la paz.
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