La otra muralla china
La decisi¨®n de Google de autocensurarse para poder as¨ª acceder al mercado cibern¨¦tico chino es lamentable, y revela que, trat¨¢ndose de dinero, suele haber poco lugar para la ¨¦tica. Conceptos como libertad de expresi¨®n o derecho a la informaci¨®n no deber¨ªan ser objeto de transacci¨®n. Resulta irritante que ni siquiera obedezca a una imposici¨®n expresa de las autoridades de Pek¨ªn, aunque la empresa americana sostiene que no le quedaba otra soluci¨®n a fin de no violar las leyes nacionales del pa¨ªs asi¨¢tico. Antes lo hicieron Microsoft y Yahoo!
En su versi¨®n china de b¨²squeda, Google proh¨ªbe un millar de t¨¦rminos o manipula los resultados para ajustarse a la filosof¨ªa del r¨¦gimen comunista. As¨ª, ha limpiado toda informaci¨®n referente a la independencia de T¨ªbet o Taiwan, a los sucesos de 1989 en la plaza de Tiananmen, a las actividades de Falun Gong o a los derechos humanos. Internet es una herramienta dif¨ªcil de utilizar en China, donde existen ya cien millones de usuarios. A diario trascienden las dificultades para sortear esa otra gran muralla que sus autoridades han establecido a trav¨¦s de un filtro omnipresente y en el que participa una gruesa brigada policial cibern¨¦tica. Colocar en la Red informaciones u opiniones consideradas prohibidas puede llevar al autor a la c¨¢rcel. Yahoo! colabor¨® voluntariamente en el encarcelamiento de un periodista por tal motivo.
La impresionante robustez de la econom¨ªa china, convertida esta misma semana en la cuarta del mundo, no corre pareja con las libertades pol¨ªticas. El r¨¦gimen comunista vive la permanente contradicci¨®n de moverse entre el autoritarismo y el capitalismo. Parafraseando a Deng Xiaoping, cada vez le ser¨¢ m¨¢s laborioso frenar la entrada de moscas por la ventana. Pero quienes desde el exterior creen en esas libertades deber¨ªan ayudar a abrir las ventanas de par en par.
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