La carga del hombre blanco
He aqu¨ª un curioso best seller hist¨®rico, pues no se trata s¨®lo de la en¨¦sima s¨ªntesis sobre el ascenso y la ca¨ªda del Imperio brit¨¢nico, sino que a?ade la originalidad de estar escrito por encargo para reciclar el ¨¦xito obtenido por la previa serie de televisi¨®n (Empire) que la BBC le encarg¨® a su autor. Este origen audiovisual se nota en la factura del libro, que tiene m¨¢s de reportaje period¨ªstico, follet¨®n por entregas y melodrama sensacionalista que de sesudo ensayo acad¨¦mico. Lo cual no le quita ni un adarme de brillantez al producto resultante, que adem¨¢s de comercial es s¨®lido y convincente.
Respecto a su contenido, el libro tambi¨¦n es un reciclaje de las dos obras anteriores que como historiador le proporcionaron notoriedad a su autor: su s¨ªntesis de historia econ¨®mica The Cash Nexus (traducido por Taurus en 2001 como Dinero y poder en el mundo moderno) y su monograf¨ªa sobre la Primera Guerra Mundial (The Pity of War). Pero lo m¨¢s interesante de esta entrega no son sus aportaciones historiogr¨¢ficas, sino el an¨¢lisis pol¨ªtico que se esconde tras ellas, que es un apenas disimulado prop¨®sito de justificar la ejecutoria del colonialismo brit¨¢nico. Durante toda la segunda mitad del siglo XX, los ingleses se han estado disculpando por su pasado imperial, sinceramente arrepentidos del colonialismo que les reprochaban sus primos estadounidenses. Pero tras el 11-S y las conquistas de Afganist¨¢n e Irak, los anglosajones han recuperado su arrogante orgullo imperial. Y este blairiano libro es buena prueba de ello, pues superado el anterior remordimiento poscolonial ahora ya no se tiene empacho en reivindicar el legado imperialista victoriano. As¨ª se entronca con Rudyard Kipling, Nobel de Literatura, que en 1899 public¨® su famoso poema La carga del hombre blanco como exhortaci¨®n a Estados Unidos, tras su victoriosa guerra contra Espa?a que le permiti¨® hacerse con Cuba y Filipinas, para que tomasen el relevo imperial en pos del ejemplo brit¨¢nico.
EL IMPERIO BRIT?NICO. C¨®mo Gran Breta?a forj¨® el orden mundial
Niall Ferguson
Traducci¨®n de Magdalena Chocano
Debate. Barcelona, 2005
493 p¨¢ginas. 21 euros
?Hasta qu¨¦ punto puede considerarse, en la l¨ªnea apolog¨¦tica de Kipling, que la obra del imperialismo ingl¨¦s fue progresista y civilizatoria? Ferguson es muy consciente de que, adem¨¢s de las posibles luces imperiales, existen otras muchas sombras que manchan la ejecutoria brit¨¢nica, y en su libro no se ocultan las rapi?as expropiatorias ni las matanzas indiscriminadas de irlandeses, jamaicanos, indios, cipayos, zul¨²es, matabeles, sudaneses o boers. Pero en la balanza entre luces y sombras extrae un saldo final inequ¨ªvocamente positivo, pues para ¨¦l la colonizaci¨®n brit¨¢nica de la cuarta parte del planeta cre¨® una cascada de imprevistos efectos ben¨¦ficos. Es verdad que los ingleses no lo buscaron as¨ª, pues como ya se ha dicho tantas veces, el suyo fue un imperio adquirido "en un momento de distracci¨®n". S¨®lo se inici¨® de modo informal mediante recursos no estatales sino privados (corsarios, comerciantes...) para defenderse del auge de los imperios coloniales que constru¨ªan espa?oles, portugueses, holandeses y franceses.
Cuando los ingleses se hicie-
ron en el siglo XVIII con un imperio colonial, tras su victoria en la guerra de los Siete A?os, enseguida perdieron la colonia predestinada a sucederles en el dominio del mundo, Estados Unidos. Y si ya entrado el siglo XIX el Imperio brit¨¢nico, hasta entonces privado, se formaliz¨® como tal, s¨®lo lo hizo para rivalizar con los nuevos imperios emergentes tras la industrializaci¨®n: el alem¨¢n, el franc¨¦s, el ruso, el japon¨¦s... Imperios todos ¨¦stos mucho m¨¢s criminales que el ingl¨¦s que, a fin de cuentas, fue el menos malo de todos en tanto que benigno colonialismo con rostro humano. De ah¨ª que Ferguson considere que la mejor herencia legada por el Imperio brit¨¢nico son las instituciones consustanciales a la modernidad: el parlamentarismo, el gobierno representativo y el imperio de la ley, sin las que el desarrollo no resulta posible.
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