Pata de mula
Con sus ¨²ltimos goles, Pern¨ªa, Beckham y Roberto Carlos nos han devuelto, en sus distintos perfiles, la figura ensimismada del tirador.
Seco en su secarral, con sus curtidos p¨®mulos de segador y sus piernas de arriero, Pern¨ªa pidi¨® pista libre con la mirada. Como de costumbre, los otros jugadores ocuparon las encrucijadas del campo: ensartados en sus l¨ªneas, unos y otros se alternaban como mu?ecos de futbol¨ªn. Sin prisa, el ejecutante tom¨® impulso, eligi¨® el centro geom¨¦trico de la pelota, fij¨® la vista en la escuadra, se?al¨® las zancadas una por una, y tens¨® la palanca del pie de apoyo para ajustar el tiro. De pronto cerr¨® el arco y golpe¨® violentamente con el macizo del empeine.
Un instante despu¨¦s, el bal¨®n era la sublimaci¨®n de una bala. Avanzaba metro a metro, pero ascend¨ªa cent¨ªmetro a cent¨ªmetro. No cortaba el viento con la levedad de un pellejo hinchado, sino con el empuje met¨¢lico de una granada. Cuando se estrell¨® en los hex¨¢gonos de la red, a¨²n segu¨ªa ganando altura. Aquel gol rectil¨ªneo nos demostr¨® que no hay pierna m¨¢s dura que la de Pern¨ªa.
Ante el C¨¢diz, Roberto Carlos se conjur¨® para agrupar toda la tensi¨®n de la musculatura en un solo disparo. La idea era ¨¦sta: en el callej¨®n del 8, Beckham tocar¨ªa hacia la izquierda y Zidane amortiguar¨ªa dos metros m¨¢s all¨¢ para abrir el ¨¢ngulo. Roberto se concentr¨® en su rutina de lanzador: zapate¨® para comprimir el ritmo de la carrera, alarg¨® progresivamente su secuencia de doce zancadas y carg¨® la pierna izquierda, su pata de mula. Entonces apunt¨® al centro de la barrera: en ese instante, con sus camisetas amarillas, los seis defensas eran para ¨¦l seis bartolillos de crema. Cuando asest¨® el golpe, todas sus fibras se sublevaron. Acto seguido, la barrera se abri¨® por la mitad: aceptaba el gol, pero consegu¨ªa esquivar la bala explosiva.
Tres minutos m¨¢s tarde, casi desde el mismo lugar, Beckham invirti¨® la maniobra: toc¨® hacia la derecha, clav¨® dos zancadas, encar¨® de nuevo, gir¨® alrededor de su columna inglesa y dio un latigazo redondo. Esta vez, la pelota borde¨® la barrera y se ci?¨® a la escuadra con el destello dorado de una bala trazadora.
Gente como Riquelme, Assun?ao, Ronaldinho, Zidane, Baraja, Trist¨¢n, Yeste y otros virtuosos de la percusi¨®n nos ofrecen sus propias demostraciones de f¨²tbol telesc¨®pico. Marcan con el canto de la bota el lugar convenido, examinan las hojas de hierba como quien lee las p¨¢ginas de un libro verde, toman un buche de aire contaminado para activar el veneno de las c¨¦lulas y eligen un punto imaginario en el vano de la porter¨ªa.
Luego, el estadio se inflama y nuestro pulso viaja con el bal¨®n.
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