Luna lleva un guardaespaldas en el bolsillo
La asistencia a trav¨¦s del m¨®vil da seguridad y asesoramiento a las v¨ªctimas de la violencia sexista
Dice Luna que el amor es ciego. Y esta frase t¨®pica sirve para enterrar el ¨²ltimo resto de complejo de culpa por haber elegido una pareja que habr¨ªa de revelarse con el tiempo brutal. El amor fue ciego s¨®lo unos pocos a?os, y cuando recobr¨® la visi¨®n fue para ver con claridad los restos de un matrimonio hecho trizas. Discusiones, peleas, palizas. "Me pegaba por cualquier cosa. Pero yo le quer¨ªa mucho y le perdonaba siempre". Alguien le aconsej¨® denunciarle en la comisar¨ªa del barrio. Llegaron luego los partes m¨¦dicos, los juicios r¨¢pidos, las ¨®rdenes de alejamiento. Y aun as¨ª perdon¨® alguna vez m¨¢s. Cuenta que las cosas no mejoraron, y hubo otro juicio, y una condena de c¨¢rcel para su marido con una orden de alejamiento que durar¨¢ ahora cinco a?os. Su caso traspas¨® as¨ª el umbral de la vida privada y entr¨® en el territorio de la ley. Pisar los juzgados fue entrar en contacto con un entramado legal que habr¨ªa de convertirse en el sost¨¦n principal de su vida.
Basta pulsar un bot¨®n para escuchar al otro lado la voz tranquila de una operadora
Gracias al sistema GPS pudieron localizar a un hombre que rapt¨® a su mujer y a los hijos
Luna (no es su verdadero nombre) es una chica en la treintena que intenta ahora sobreponerse a ese pasado amargo. Acude un par de veces por semana a los talleres para mujeres que organiza Cruz Roja y ha comenzado a recuperar autoestima y confianza en s¨ª misma. A trav¨¦s de los llamados puntos municipales de violencia que existen en los principales juzgados -donde expertos en el tema asesoran a las v¨ªctimas-, supo que deb¨ªa pedir una orden de protecci¨®n, y que pod¨ªa acogerse a un programa que representa la ¨²ltima alternativa para prevenir las peores consecuencias de la violencia de g¨¦nero, la Teleasistencia M¨®vil (TAM).
Se trata de un terminal con aspecto de tel¨¦fono m¨®vil que guarda en el bolso. Basta pulsar un bot¨®n para escuchar al otro lado la voz tranquila de una operadora que la reconoce de inmediato, le da aliento, y le prestar¨ªa ayuda si fuese necesario. Luna es una de las poco m¨¢s de 2.000 mujeres acogidas al programa de teleasistencia, en este caso para v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero, puesto en marcha por los servicios municipales y gestionado por Cruz Roja Espa?ola (de Madrid hacia arriba) y por la empresa Eulen (la mitad restante).
En Espa?a hay 15.000 mujeres sobre cuyos maltratadores pesa una orden de alejamiento. Para ellas se concibi¨® este sistema (usado tambi¨¦n con otros colectivos de personas vulnerables) que a¨²na tecnolog¨ªa punta y cuidados psicol¨®gicos espec¨ªficos. Sin embargo, al a?o de su puesta en marcha en Espa?a, todav¨ªa son pocas las mujeres que se han acogido a ¨¦l. "La decisi¨®n depende de los trabajadores sociales municipales y de ellas, naturalmente", explica la responsable del programa en el ¨¢rea de Madrid, Naxa Barrio, que trabaja para Cruz Roja y atiende a m¨¢s de 400 usuarias.
En El Plant¨ªo, en la sede principal de Cruz Roja, est¨¢ instalada la central de teleasistencia en la que trabajan por turnos psic¨®logos y operadores durante las 24 horas del d¨ªa, los 365 d¨ªas del a?o. Desde aqu¨ª se hacen las llamadas de seguimiento y se atienden las llamadas de alerta o de simple consulta de las usuarias. Cada una dispone de uno de estos tel¨¦fonos -m¨¢s bien transmisores- de f¨¢cil uso, perfectamente identificados. Si se produce el menor problema -el maltratador se acerca demasiado- o si la v¨ªctima sufre un baj¨®n psicol¨®gico, s¨®lo tiene que presionar una tecla y de inmediato se establece comunicaci¨®n con la central, donde siempre hay una operadora para escucharla y ayudarla. "Dime, Consuelo, ?qu¨¦ ha ocurrido?", pregunta A¨ªda, psic¨®loga, a trav¨¦s de los auriculares. Mientras habla, A¨ªda, que viste una camiseta roja de la organizaci¨®n, est¨¢ atenta a la informaci¨®n que le facilitan las dos pantallas que tiene delante. En una lee la ficha completa de la mujer que llama. Su nombre, su situaci¨®n, la identidad y la relaci¨®n afectiva con el hombre que la amenaza, los tel¨¦fonos de la polic¨ªa o del cuartel de la Guardia Civil m¨¢s pr¨®ximo, los de los vecinos o familiares a los que acudir en caso de urgencia. En la otra se despliega un mapa que se?ala con precisi¨®n el lugar por donde se mueve ahora Consuelo. La ma?ana ha sido tranquila, explica A¨ªda. Pero basta echar un vistazo a la pantalla para comprobar que el material archivado es explosivo. Una mujer llam¨® ayer atemorizada. Tiene indicios de que su ex novio ha incendiado su coche. Lo ha denunciado de inmediato, pero la polic¨ªa le explica que la orden de alejamiento no se aplica a los bienes, sino al domicilio. Adem¨¢s, ?qu¨¦ pruebas tiene de que haya sido ¨¦l?
El terminal telef¨®nico ha demostrado su utilidad m¨¢s de una vez en el a?o que lleva funcionando. Cuenta A¨ªda que gracias al dispositivo localizador GPS que lleva incorporado, desde la central de Cruz Roja pudieron orientar a la polic¨ªa sobre el paradero de un hombre que rapt¨® a su mujer y a los hijos. "Los meti¨® a la fuerza en un taxi, pero ella consigui¨® pulsar la tecla del tel¨¦fono y enseguida les localizamos, y la polic¨ªa fue detr¨¢s siguiendo nuestras indicaciones". Por si hubiera una aver¨ªa o un problema de saturaci¨®n, la central de El Plant¨ªo est¨¢ duplicada en otra sede de Valladolid.
Luna tuvo hace tiempo un tel¨¦fono especial, entregado por las fuerzas de polic¨ªa que se ocupan de la violencia de g¨¦nero, las UAPF. Despu¨¦s, aconsejada por una de las trabajadoras sociales que la atendi¨®, se pas¨® a la TAM. Fue el 26 de octubre del a?o pasado, lo recuerda bien. "Lo llevo siempre en el bolso para acostumbrarme a usarlo", dice ense?ando el tel¨¦fono m¨®vil, que se ha convertido para ella en una especie de guardaespaldas de bolsillo. Hasta ahora no lo ha tenido que utilizar. "Me llaman a m¨ª de Cruz Roja para ver qu¨¦ tal estoy". Luna habla poco y mezcla en su conversaci¨®n t¨¦rminos o¨ªdos a psic¨®logas y trabajadoras sociales en los cientos de charlas que ha mantenido con ellas. "?l era el ejemplo cl¨¢sico del maltratador", dice de su antiguo compa?ero. "Servil con los dem¨¢s y violento conmigo". Y asegura que ya no corre el peligro de perdonarle. Tambi¨¦n el miedo ha quedado atr¨¢s. Ha encontrado un empleo como limpiadora en unos almacenes, tiene solicitado el divorcio, y su preocupaci¨®n se centra ahora en c¨®mo hacer para repartirse los muebles de la casa com¨²n con el que pronto ser¨¢ su ex marido. "Tendremos juicio otra vez", vaticina.
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