La dignidad de dimitir
Querido Omer Oke: hace unos d¨ªas mostrabas tu confianza en que quienes te conocen y han seguido tu trayectoria personal y profesional sabr¨¢n que tus afirmaciones son ciertas. En cierta medida soy una de esas personas. Nos conocimos en aquel -ya hist¨®rico- lugar de encuentro de ciudadanos inmigrantes llamado Jaragua, en Bilbao, hace ya m¨¢s de doce a?os. Siempre ha habido qu¨ªmica entre nosotros y adem¨¢s me das la impresi¨®n de hombre recto, libre y de buenas costumbres. Creo que, efectivamente, cometiste un error y, como bien sabr¨¢s, el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.
Tal vez por eso presentaste tu dimisi¨®n como director de Inmigraci¨®n del Gobierno vasco, o tal vez porque discrepabas, o tal vez porque tu visi¨®n sobre la inmigraci¨®n no ha podido ser plasmada en toda su dimensi¨®n, no lo s¨¦. Lo que s¨ª s¨¦ es, con tu decisi¨®n, mas de uno y de una deber¨ªa reflexionar sobre el porqu¨¦ est¨¢ en pol¨ªtica y cu¨¢l debe ser su proceder. Adem¨¢s, es gratificante constatar c¨®mo un ciudadano que proviene de la inmigraci¨®n da un ejemplo de consecuencia -en este caso pol¨ªtica- que escasea en nuestra sociedad. En nuestro tiempo, la negligencia, la dejaci¨®n de funciones, la intromisi¨®n partidista religiosa y la provocaci¨®n a la crispaci¨®n social, campan a sus anchas. Cuando se pide o exige a una concejal, a un diputado foral, que dimitan, o a un obispo que se limite a sus funciones pastorales o a un presidente de partido en la oposici¨®n que medite sus palabras por el bien general, siempre se asume como un ataque, o personal o a la idea que representan.
Nunca hay autocr¨ªtica, nunca reconocer que se ha cometido un error. T¨² has dimitido, y ese ejercicio de ser consecuente deber¨ªa ser pr¨¢ctica habitual entre quienes creen que en pol¨ªtica todo vale y tanto o mas grave es que este mensaje cala en la sociedad civil haci¨¦ndole pensar que los derechos propios est¨¢n por encima del de los dem¨¢s y as¨ª, nuestros j¨®venes crecen aprendiendo de sus mayores que aunque se equivoquen y act¨²en mal no ser¨¢n acreedores de un castigo proporcional a su falta. Vaya para tu persona mi reconocimiento por el gesto; para los otros, mi dedo acusador.
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