Los dientes
El viernes pasado pusieron un espl¨¦ndido documental en el programa Cr¨®nicas de La 2. Trataba de cuatro sin techo que hab¨ªan conseguido rehacer sus vidas (una peque?a gota de optimismo dentro de las 30.000 personas vagabundas que hay en Espa?a). Como cog¨ª el programa empezado s¨®lo vi a dos de los sin techo, dos mujeres j¨®venes de rasgos agradables y aspecto muy normal. S¨®lo que, cuando abr¨ªan la boca, la ten¨ªan llena de agujeros. Les faltaban dientes, muchos dientes. A una de ellas, inteligente, encantadora y expresiva, le faltaban exactamente la mitad de las piezas. Todo un lado, tanto en la parte de arriba como en la de abajo, como si su sonrisa estuviera partida por la mitad. Qu¨¦ elocuentes son las poderosas met¨¢foras del cuerpo: esa media dentadura es el s¨ªmbolo perfecto de una media vida, de una existencia a caballo entre la marginalidad y la integraci¨®n, entre los infiernos m¨¢s desnudos y la posibilidad de encontrar un cobijo.
Un diplom¨¢tico espa?ol a quien conoc¨ª hace mucho tiempo por esos mundos me cont¨® que ¨¦l hab¨ªa desarrollado un truco personal para poder calibrar en pocos d¨ªas, cada vez que llegaba a un nuevo pa¨ªs, el nivel de desarrollo de esa sociedad: primero se fijaba en el estado de salud dental de la poblaci¨®n y despu¨¦s en la cantidad de pintura que hab¨ªa en las carreteras. Me parecieron dos observaciones muy ingeniosas. Los dientes, en cualquier caso, se han convertido en el m¨¢s afinado medidor del bienestar social. En la frontera misma de la integraci¨®n. Por eso es de esperar que, dentro de poco, las dos mujeres del programa de televisi¨®n consigan arreglarse la boca. Ahora bien, he visto a chicos de veinte a?os procedentes de poblados chabolistas que vest¨ªan las mismas camisetas y los mismos vaqueros que yo llevo, pero que al sonre¨ªr dejaban asomar la negrura absoluta de sus dientes perdidos, esas oquedades que nos hablan de sus muchas otras carencias, de a?os de precariedad, de mala alimentaci¨®n, de vidas insalubres, de ausencia de atenci¨®n m¨¦dica, de desesperaci¨®n personal, de prioridades econ¨®micas tan extremas que la propia sonrisa nunca es una de ellas. Qu¨¦ ricos somos los que somos ricos: hasta podemos tapar nuestros agujeros.
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