Palermo del fulgor y la muerte
Los encantos de la capital de Sicilia entre secretos de oro y sangre
Sin duda, la mejor y m¨¢s espectacular entrada a Palermo es la del Duomo de Monreale, en el alto de la Conca d'Oro. Fulgor y misi¨®n, oro y mosaico, aqu¨ª vivieron y murieron silenciosamente los mejores maestros del mosaico de los siglos XII y XIII para convertir este monasterio benedictino en el ep¨ªtome del arte ¨¢rabe-normando. Lo bello, explica Rilke, "no es m¨¢s que el comienzo de lo terrible, ese grado que todav¨ªa podemos soportar", y no hay color m¨¢s cercano al de la sangre, nos ense?a Palermo, que el color del oro. La belleza, como la muerte, s¨®lo puede ser, o rid¨ªcula, o majestuosa; Monreale habla de esa muerte majestuosa, de esa gran ascensi¨®n dorada del Pantocr¨¢tor, pero a unos cientos de metros, en la v¨ªa Cappuccini, se esconde esa muerte sinuosa y mundana de la cripta de los capuchinos. "Como t¨² eres yo fui, como yo soy t¨² ser¨¢s", nos advierte, entre socarrona y tierna, una calavera humana, y el cuerpo embalsamado de Fra Silvestro da Gubbio, muerto en 1599, nos da la bienvenida a ese espect¨¢culo siniestro de lo que nunca dejaremos de ser, por mucho que tratemos de olvidarlo. Los cuerpos embalsamados de los monjes capuchinos suceden a los de los abogados, los m¨¦dicos... hombres y mujeres, ni?os y hasta beb¨¦s, ordenados por profesiones y edades, retenidos en sus vestimentas de entonces, algunos hasta congelados poco caritativamente en posturas que les defin¨ªan, como el de dos obispos murmuradores a quien el monje embalsamador tuvo la siniestra ocurrencia de detener para siempre cuchicheando uno a la oreja del otro...
Desde el Duomo de Monreale hasta el mercado de la Vucciria. Un paseo literario por la ciudad italiana que m¨¢s celebra la vida porque est¨¢ acostumbrada a la evidencia de la mortalidad.
La ciudad de Palermo no aguarda a lo lejos, se adelanta. Una ciudad consciente de su mortalidad (y Palermo es un emblema de ello) es una ciudad permanentemente empe?ada en celebrar la vida. Si la muerte es incontestable, tambi¨¦n lo es la belleza de los rostros. Si una infunde p¨¢nico, la otra se revuelve ansiosa de celebraci¨®n. Es como si todo el car¨¢cter de Palermo como ciudad estuviera permanentemente girando enloquecido alrededor de esos dos principios irreconciliables.
A poca distancia, en el 100 del Corso Catafimi, se alza el edificio de La Cuba, en el que Boccaccio sit¨²a la sexta novela de la quinta jornada de su Decamer¨®n; dos amantes sorprendidos en el lecho son expuestos en su desnudez y condenados a ser quemados vivos en esta plaza. "Sea yo vuelto de rostro a ella", dice el amante, "que es la cosa que yo am¨¦ m¨¢s que a mi vida, porque en muriendo y viendo su gentil rostro, muera m¨¢s consolado". De nuevo el amor frente a la muerte. Lo restaurador y lo irrefutable.
Aqu¨ª nace el Corso Vittorio Emmanuele, la calle m¨¢s amplia de Palermo, que divide la ciudad en dos, abierto por la Porta Nuova, construida en honor de Carlos V. Y un poco m¨¢s adelante se alza la catedral; nuevo emblema de la celebraci¨®n de la vida, en la que desde el siglo XII han ido superponi¨¦ndose estilos, como sobre una persona se superponen los recuerdos; lo ¨¢rabe se ensarta en lo renacentista y en lo g¨®tico en todo Palermo, desde la catedral hasta la iglesia (antigua mezquita) de San Cataldo, en la Piazza Bellini, y junto a ella, la Piazza Pretoria, celebraci¨®n simb¨®lica de los cuatro r¨ªos de Palermo (Orieto, Papireto, Gabriele, Maredolce), llamada puritanamente durante muchos a?os fuente de la verg¨¹enza por la desnudez de las estatuas. "La muchacha", dice D'Annunzio en un pasaje de El triunfo de la muerte que se produce en este lugar, "era suave y grave y hermosa como la plaza. Si no hubiese llegado a hablar, a Demetrio le habr¨ªa parecido que acababa de comprender que era mortal, y que hab¨ªa sentido, por ese pensamiento, al igual que por la desnudez de las estatuas, una profunda verg¨¹enza". Nuevamente lo bello y lo terrible, lo renovado y lo abandonado, como en las calles que rodean a la plaza, como en el misterio del enloquecido baile de la tarantela. Todo es una celebraci¨®n enga?osa, velada, en la que la sombra de la muerte no deja de aparecer. El baile mismo simboliza la locura del que ha recibido la picadura de una tar¨¢ntula y al verse morir comienza una fuga enloquecida hacia esa vida-muerte del baile. "Crece, crece, crece r¨¢pido, hijo m¨ªo", dice la letra de una tarantela cantada enloquecidamente por Rosa Balistrieri, "porque tienes que vengar a tu padre...", y por un momento se tiene casi la impresi¨®n de que vida y muerte son tan s¨®lo matices de un solo principio, encarnado en Palermo.
La familia inseparable
Perderse por los callejones que rodean el Corso Vittorio Emmanuele es entrar en esa dimensi¨®n org¨¢nica, familiar, de la ciudad. Si en toda Italia formar parte de una familia es m¨¢s una cualidad que un estado, en Palermo y en Sicilia en general pertenecer a una familia forma parte ¨ªntima e inseparable del mismo proceso de apreciar la vida. Adentrarse en el Mercato della Vucciria, en la Piazza Caracciolo, es comenzar a comprender ese car¨¢cter el¨¢stico que tiene en esta isla medio ¨¢rabe, medio occidental el parentesco de la sangre. Al igual que la muerte, o el amor, se vive la familia como si se tratara de un designio anterior a todo lo humano, como una almendra dura y herm¨¦tica en cuyo centro hubiera un secreto sagrado. Por eso es preferible atentar contra la vida que contra la familia. Por eso la influencia ¨¢rabe ha dejado en estos rostros cetrinos, marrones y oscuros como la misma tierra una marca que es al mismo tiempo una condecoraci¨®n y una maldici¨®n. "Palermo", explic¨® Pasolini, "es oscura como una bestia que nos asalta en plena noche", y en verdad algo queda, para el espectador tur¨ªstico, de esa mirada desconfiada del siciliano que nos recuerda que podemos admirar lo que contemplamos, pero que jam¨¢s perteneceremos a ellos.
Siguiendo el Corso Vittorio Emmanuele hasta el mar, en la v¨ªa Alloro, se encuentra el Palazzo Abatellis y, dentro de ¨¦l, uno de los grandes s¨ªmbolos de Palermo; el gigantesco fresco an¨®nimo del siglo XV titulado Il trionfo della morte. Una muerte esquel¨¦tica y majestuosa se alza a caballo sobre la poblaci¨®n con la espada en el cinto. Frente a ella, un hermoso jard¨ªn en el que toda la poblaci¨®n est¨¢ representada. La muerte atraviesa la vida como un golpe furibundo. Palermo la personifica m¨¢s como un h¨¦roe que como una maldici¨®n; un h¨¦roe inminente que arrancara la superficie de todo y de todos y se riera luego del sentido que nosotros ten¨ªamos por realidad. Fuera, y tras el palacio, la vista ya se pierde en el mar, esa duraci¨®n innombrable.
- Andr¨¦s Barba (Madrid, 1975) gan¨® el Premio Gonzalo Torrente Ballester con su novela Versiones de Teresa (Anagrama).
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos- Prefijo telef¨®nico: 00 39.- Poblaci¨®n: 700.000 habitantes.- El aeropuerto Falcone-Borsellino (www.gesap.it)se encuentra a unos 30 kil¨®metros del centro de la capital. Existe un servicio regular de autobuses entre 6.00 y 24.00.C¨®mo ir- Alitalia (www.alitalia.es; 902 100 323). Vuelos de ida y vuelta a Palermo desde Madrid y Barcelona, con escala en Mil¨¢n o Roma, a partir de 270 euros, tasas incluidas.- Lastminute (www.lastminute.com) oferta escapadas de fin de semana con estancia en hoteles de tres o cuatro estrellas a partir de 408 euros.Comer- Palermo est¨¢ considerada capital de la comida callejera. En sus plazas y callejones se pueden encontrar a todas horas puestos improvisados donde probar las especialidades de la cocina siciliana (arancini, sfincioni...).Restaurantes t¨ªpicos y asequibles (el men¨² no supera los 25-30 euros) son, adem¨¢s, la Trattoria Stella (091 616 41 83; v¨ªa Aragona, 6), Al Ferro di Cavallo (091 33 18 35; plaza Venezia, 20) y el Maestro del Brodo (091 32 95 23; v¨ªa Pannieri, 7).Informaci¨®n- Oficina de turismo de Italia en Madrid (915 67 06 70; www.enit.it).- Oficina de turismo de Palermo (www.aapit.pa.it).- info@palermotourism.com.- Web de la ciudad de Palermo (www.comune.palermo.it).
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