El trabajo de un buen marginador
Camps en los El¨ªseos como un nuevo arco de triunfo de la destrucci¨®n mediterr¨¢nea. El cuento de la Lechera. Pero Par¨ªs no es Londres ni Berl¨ªn. Las televisiones alemanas emitieron media docena de documentales sobre las tropel¨ªas de nuestra Costa. Y si Camps va a Berl¨ªn o a Londres a vender suelo industrial barato, a lo mejor no vuelve a casa sin pasar antes por el hospital. El cinismo tiene un l¨ªmite.
Pensaba en estas cosas, las mismas que piensa mucha gente, cuando me acord¨¦ de mi Viaje de cercan¨ªas. Hoy ten¨ªa una cita con Juan Giner Cardona, un marginador de 37 a?os, nacido en Benissa. Este hombre construye muros o casas con piedra seca, como Santiago Calatrava construye puentes y ¨®peras con hormig¨®n blanco. Un margen de piedra, construido a la medida para que esa piedra, sin hierro y sin cemento, sujete con fuerza y gracia la tierra de un bancal, es una obra de arte sin espectacularidad alguna. Por el contrario, numerosas grandes obras arquitect¨®nicas que se anuncian como obras de arte van muy escasas de arte y, en cambio, sobradas de espectacularidad. De manera que las ves unas cuantas veces y pasan. Pero si las tienes que ver a diario, se hacen insoportables y acabas mirando hacia otro lado.
Este hombre construye muros o casas con piedra seca, como Calatrava ¨®peras con hormig¨®n blanco
Las piedras se cortan, todav¨ªa, con maza y se rematan con un martillo para ajustarlas
Esto no pasa con los muros de piedra seca en estos bancales milenarios de la Marina Alta y, en general, en toda nuestra comarca. Hace pocos d¨ªas se celebraron unas jornadas de piedra seca en Benissa, donde el patrimonio existente no catalogado es considerable y corre peligro de ser destruido por intereses urbanizadores o por falta de recursos econ¨®micos para su conservaci¨®n. A estos encuentros acudieron marginadores y expertos de Catalu?a y Baleares, adem¨¢s de los valencianos. Se puso de manifiesto la necesidad de catalogar este patrimonio en muchos casos irrepetible con urgencia. En Mallorca, y tambi¨¦n en Girona, existe una relaci¨®n pormenorizada de los m¨¢rgenes de piedra, as¨ª como de los caminos de herradura y de los puentes y de las peque?as construcciones tambi¨¦n de piedra para los aperos o herramientas del campo. Los propietarios de esos m¨¢rgenes pueden obtener ayudas europeas para restaurarlos. Cualquier cosa hay que hacer menos abandonarlos a su suerte. Es triste ver c¨®mo desaparecen estos muros viejos en toda la Comunidad Valenciana, unas piedras que se cortan, todav¨ªa, con maza y se rematan con un martillo para ajustarlas con precisi¨®n casi milim¨¦trica al lugar exacto, igual que se hac¨ªa hace siglos. Un trabajo esmerado y duro. Y bastante mal pagado. Como se?ala ?ngel Ib¨¢?ez, defensor a ultranza del paisaje de la Marina Alta, hay que exigir a las autoridades un compromiso en su defensa. De lo contrario se perder¨¢ primero el patrimonio y a continuaci¨®n el oficio mismo de marginador.
Juan Giner lleva varios d¨ªas trabajando en este bancal. Cuando haya terminado el muro al cabo de un mes, lo llamar¨¢n para hacer otro. Ahora, mientras hablamos, explica que este es un trabajo que se hace para durar muchos a?os. El bancal pasar¨¢ de una generaci¨®n a la siguiente. La piedra blanca, de una cantera pr¨®xima al pueblo, se oscurecer¨¢ lentamente hasta adquirir un tono gris¨¢ceo muy hermoso. El paisaje se mantendr¨¢ as¨ª intacto con sus olivos, almendros y algarrobos -tambi¨¦n frutales- en una sucesi¨®n de colinas escalonadas. El muro es parte de este paisaje.
El padre de Juan tambi¨¦n se dedic¨® a hacer muros hasta su jubilaci¨®n. Y de ¨¦l aprendi¨® Juan a trabajar la piedra. Cada ma?ana su madre le prepara la comida que ¨¦l lleva en una fiambrera de metal, con pan casero y vino de sus cepas, todo ello metido en un capazo de esparto hecho a mano.
Juan es un hombre casado, con dos hijos, que se declara feliz. S¨®lo si le tocara la loter¨ªa dejar¨ªa este trabajo a cambio de... tal vez ninguno. Pero no es f¨¢cil tener suerte. Tampoco es f¨¢cil cambiar las costumbres. Y lo de que sea su madre quien le prepare la comida cada ma?ana, es ya una tradici¨®n: "Vivo en Gata, con mi mujer y mis ni?os", explica, "pero todos los d¨ªas hago un alto en Benissa, que es donde viven mis padres, para verlos antes de venir al trabajo. Mi madre me entrega entonces la comida preparada por ella, es decir, como nadie me la preparar¨ªa. Y luego me re¨²no con los de la cuadrilla, uno o dos hombres m¨¢s. Una cuadrilla grande en este oficio no funciona tan bien como una peque?a". Los muros, sean altos o bajos, no se hacen deprisa ni tampoco despacio, sino a su ritmo. La herramienta es simple y tradicional: un cordel para medir y hacer la hilada, la maza grande, y el martillo de rematar.
Cuando siendo ni?o Juan ve¨ªa trabajar la piedra a su padre, le entraban ganas de hacerse mayor para hacer lo mismo que ¨¦l hac¨ªa. "Mi padre es un maestro, para m¨ª el mejor maestro que he conocido", dice con admiraci¨®n. Y la verdad es que enseguida adviertes si alguien es bueno en este oficio por el modo en que observa el margen y despu¨¦s mira la piedra. Es como si en esa mirada hubiera c¨¢lculo y correcci¨®n. Lo hay porque el marginador elige la piedra, siempre desigual, le da media vuelta, busca el lado por el que deber¨¢ golpear con el mazo, y de un golpe corta exactamente lo que necesitaba cortar. ?C¨®mo lo consigue? Con una combinaci¨®n de fuerza bien controlada en el golpe, a veces uno solo. La piedra habla al hombre, y no al rev¨¦s. Te dice: por aqu¨ª s¨ª; por all¨ª no me hagas pedazos que no servir¨¦.
Si llueve no se trabaja. Si hace mucho calor se empieza al amanecer ya que el sol cae luego como una losa ardiendo en la espalda. En un d¨ªa puedes mover mas de dos mil kilos de piedra. Depende de la clase de muro que est¨¦s haciendo. Las diferencias, precisamente, permiten que el oficio no sea nunca aburrido. A Juan lo que mas le gusta es hacer escaleras de gato. Se llaman as¨ª porque las personas suben y bajan como los gatos, sin agarrarse a un pasamanos inexistente. Cada escal¨®n de piedra, grande pesada y plana, puede medir un metro y medio, pero la mitad quedar¨¢ hundida en el muro, donde hace fuerza. Siete u ocho escalones permiten que ya no haya que utilizar el sendero o el camino para pasar al siguiente bancal. Bajas como lo har¨ªa un gato. Pero poca gente valora estas cosas. Y esa falta de reconocimiento es lo que m¨¢s resiente Juan. Porque que se pague bien el trabajo no es todo. Un metro cuadrado oscila entre 55 y 60 euros. ?Acaso es mucho, para lo que es este trabajo? Por eso van desapareciendo los marginadores. En Benissa solo quedan tres. Y tal como est¨¢n las cosas, ya no le sorprender¨ªa a nadie que este oficio tan noble y antiguo lo heredaran los inmigrantes en pocos a?os.
www.ignaciocarrion.com
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