Treinta a?os esperando justicia
Despu¨¦s de extraerle del cr¨¢neo una bala del calibre 9 que le hab¨ªa entrado por la nariz provoc¨¢ndole una hemorragia cerebral y un choque traum¨¢tico, el forense escribi¨® en su informe que la causa de la muerte de Norma Menchaca se hab¨ªa debido "al parecer" al disparo de un arma de fuego.
Han pasado 30 a?os y a Roberto Fern¨¢ndez, uno de los tres hijos de Norma, se lo siguen llevando los diablos cuando vuelve a leer ese "al parecer", que al fin y al cabo es un retrato de lo que sucedi¨® en Santurtzi (Vizcaya) aquel anochecer del 9 de julio de 1976. ?l ten¨ªa 19 a?os, y su madre, 42. Roberto bajaba por la calle del Capit¨¢n Mendiz¨¢bal al frente de una manifestaci¨®n que ped¨ªa la amnist¨ªa de los presos pol¨ªticos y ella participaba junto a sus vecinas en la fiesta de la sardina. Franco ya llevaba casi un a?o muerto, pero la noticia no hab¨ªa llegado a¨²n a muchas comisar¨ªas; as¨ª que cuando Roberto se cruz¨® con su madre en la calle, le dijo: "Vete para casa que va a haber foll¨®n".
Roberto siempre tuvo claro que su madre hab¨ªa sido v¨ªctima de un atentado de la extrema derecha, que hab¨ªa actuado en connivencia con las fuerzas de orden p¨²blico
Un instante despu¨¦s, seis hombres que hab¨ªan fingido estar participando en la fiesta, vestidos algunos de ellos con la ropa cl¨¢sica de pescador -camisa azul y pa?uelo de cuadros al cuello-, sacaron sus armas y se pusieron a disparar contra los manifestantes. Se trataba de guerrilleros de Cristo Rey y de guardias civiles, aunque no hubo investigaci¨®n oficial ni inter¨¦s alguno en aclararlo. Una de aquellas balas mat¨® a Norma Menchaca.
Lo que su hijo Roberto vivi¨® despu¨¦s, y que guarda en la memoria con m¨¢s nitidez que lo acontecido ayer mismo, se parece bastante a lo que sufrieron otras muchas familias en una ¨¦poca donde el pasado se resist¨ªa a desaparecer. S¨®lo en los cuatro a?os que transcurrieron desde la muerte del dictador hasta el final de 1979, m¨¢s de 40 personas murieron mientras participaban en manifestaciones pol¨ªticas o laborales. La cifra asciende casi al centenar si se incluyen los que fueron blanco de la munici¨®n oficial en controles policiales o en acciones muy cercanas al terrorismo de Estado.
"Despu¨¦s de que mi madre cayera muerta", recuerda Roberto en su casa de Santurtzi, "la gente se ech¨® sobre los que hab¨ªan disparado, que se tuvieron que refugiar en el Ayuntamiento. La Polic¨ªa Armada rode¨® el edificio. A las cuatro de la madrugada lleg¨® un Land Rover de la Guardia Civil y se los llev¨®. Todos sab¨ªamos que entre los que hab¨ªan disparado sin ton ni son se encontraban guardias civiles y ultraderechistas. A uno de ellos, un guerrillero de Cristo Rey muy conocido en el pueblo por el apodo de Chape, me lo encontr¨¦ en la puerta del Gobierno Civil cuando fui a pedirle explicaciones al gobernador. Sal¨ªa de all¨ª, tan campante. Le dije al gobernador: "Det¨¦ngalo, que ¨¦l fue uno de los que mataron a mi madre. Por poco me detienen a m¨ª". La versi¨®n oficial fue que hab¨ªa sido un accidente. La polic¨ªa tom¨® el pueblo. Llegaron m¨¢s de 2.000 antidisturbios y se desplegaron por las calles y el cementerio. Tambi¨¦n cortaron las carreteras para que no pudiera llegar nadie. Fui al hospital de San Juan de Dios, donde hab¨ªan depositado el cuerpo de mi madre despu¨¦s de la autopsia, y las monjas me dijeron: "Roberto, acaba de venir la Guardia Civil. Han cogido el cad¨¢ver de tu ama y lo han metido en un furg¨®n". Se la hab¨ªan llevado al cementerio para enterrarla a prisa y corriendo, en secreto, sin nuestra autorizaci¨®n. Seis meses despu¨¦s, cuando fui al juzgado para ver los informes sobre la muerte de mi madre, un funcionario me dijo que hab¨ªan desaparecido misteriosamente...
Roberto siempre tuvo claro que su madre hab¨ªa sido v¨ªctima de un atentado terrorista de la extrema derecha, que hab¨ªa actuado en connivencia con las fuerzas de orden p¨²blico. Pero primero el Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 5 de Bilbao y m¨¢s tarde la Direcci¨®n General de la Polic¨ªa se mantuvieron firmes en la versi¨®n oficial: "El fallecimiento de Norma Menchaca no fue como consecuencia de atentado terrorista, sino por enfrentamiento ocurrido entre manifestantes".
S¨®lo ahora, casi 30 a?os despu¨¦s, el Tribunal Supremo ha terminado d¨¢ndole la raz¨®n a Roberto. "Y todo ha sido", dice, "gracias a la labor de Koldo Us¨ªn [ex parlamentario vasco de Izquierda Unida] y de la abogada Virginia D¨ªaz. Ellos tuvieron claro desde el principio que mi madre ten¨ªa el mismo derecho a ser reconocida como v¨ªctima del terrorismo que una persona asesinada por ETA o fallecida en el 11-M".
Alarma social
De hecho, la Audiencia Nacional sentenci¨® en abril de 2002 que Norma Menchaca ten¨ªa que ser considerada v¨ªctima del terrorismo con arreglo a la Ley de Solidaridad con las V¨ªctimas.
"Quedaba claro", explica la abogada Virginia D¨ªaz, "que el asesino o los asesinos de Norma actuaron con la clara finalidad de crear alarma social y alterar la paz y la seguridad ciudadana, y que todo aquello ten¨ªa un fin muy claro: poner en peligro la recuperaci¨®n de las libertades y el sistema constitucional". Sin embargo, la sentencia fue recurrida por el abogado del Estado durante la ¨²ltima etapa del PP en el Gobierno. Ha sido ahora cuando, finalmente, el Supremo ha dado por concluido un camino que la familia de Norma emprendi¨® hace 30 a?os.
Durante el periodo de la transici¨®n hubo muchos casos parecidos al de Norma Menchaca. La sentencia abre una puerta para que tanto las personas que fueron asesinadas (los abogados laboralistas de Atocha, el estudiante Carlos Gonz¨¢lez o el trabajador de EL PA?S Andr¨¦s Fraguas) como las que sufrieron secuelas f¨ªsicas o ps¨ªquicas reciban un justo, aunque tard¨ªo, homenaje. "Por eso", a?ade la abogada Virginia D¨ªaz, "es imprescindible que se abra un plazo extraordinario que permita ampliar la condici¨®n de v¨ªctimas del terrorismo a todas aquellas personas que no han podido verse protegidas por la ley".
Roberto est¨¢ deseando tirar a la basura el papel donde un forense obediente puso "al parecer" para no molestar a la autoridad. Por contra, guardar¨¢ para siempre el recuerdo de aquel ordenanza que, al registrar su entrada en el Gobierno Civil, escribi¨® la verdad sin miedo tras su nombre: "Roberto Fern¨¢ndez. El hijo de la mujer asesinada en Santurce".
?Cu¨¢nto vale la vida de un hombre?
AS? TITULABA ESTE PERI?DICO un editorial publicado el mi¨¦rcoles 14 de diciembre de 1977. Las primeras elecciones democr¨¢ticas tras la Guerra Civil se hab¨ªan celebrado el 15 de junio, y desde entonces al menos 16 personas hab¨ªan perdido
la vida por arma de fuego o explosi¨®n de bomba. El editorial denunciaba entonces "el manto de silencio que habitualmente se cierne despu¨¦s de hechos como los se?alados [la muerte de dos estudiantes en M¨¢laga y Tenerife por disparos de la polic¨ªa], la remisi¨®n de los casos a tribunales militares -por raz¨®n del fuero de los integrantes de los cuerpos armados- y la irritante sensaci¨®n que ofrece el Gobierno de no querer reconocer que no s¨®lo hay ciudadanos que se equivocan
o se extralimitan, sino tambi¨¦n polic¨ªas que
abusan de su autoridad y su fuerza...".
Aunque han pasado casi tres d¨¦cadas, este peri¨®dico ha encontrado esta semana a testigos de aquellos abusos. Al padre de Ursino Gallego-Nicasio, un muchacho de 14 a?os que en 1977 perdi¨® la vida en Parla (Madrid) tras recibir el impacto de una bola de goma disparada por la polic¨ªa antidisturbios cuando se manifestaba por la escasez de agua. O al jefe del piquete de transportistas que el mi¨¦rcoles 19 de septiembre de 1979 vio c¨®mo un guardia civil escondido en la
cabina de un cami¨®n le descerraj¨® un tiro a Valeriano Mart¨ªnez, un transportista de 41 a?os que estaba parando camiones a la entrada de Oviedo. "Fue un asesinato total. Le dispar¨® de cerca y por la espalda. Valeriano echaba sangre como cuando se orde?a una vaca. Hubo muchas presiones para que no declarara nadie. S¨®lo yo me atrev¨ªa a ir comi¨¦ndome el miedo. Aquello se deber¨ªa investigar ahora que la transici¨®n ya va llegando...".
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