De blasfemia a crimen
La pol¨¦mica por la publicaci¨®n en un diario dan¨¦s, en septiembre pasado, y su reproducci¨®n reciente en varios peri¨®dicos europeos de unas caricaturas denigratorias de Mahoma, mensajero de Al¨¢ para los musulmanes y fundador de la religi¨®n isl¨¢mica para los no creyentes, es ya mucho m¨¢s que una disputa entre sensibilidades, mundos culturales y religiosos, o aspiraciones antropol¨®gicas y de civilizaci¨®n diferentes. Sit¨²a en un mismo plano una acci¨®n y una reacci¨®n de naturalezas radicalmente opuestas.
Los t¨¦rminos de la querella son, de un lado, la publicaci¨®n de unas vi?etas innecesariamente provocadoras, y de otro la intimidaci¨®n, cuando no el ataque directo -ayer fue incendiada la embajada danesa en Damasco- que llevan a cabo las turbas en diferentes pa¨ªses isl¨¢micos contra representaciones n¨®rdicas, y por extensi¨®n europeas, y que amenaza con extenderse al terreno comercial. Una cosa es un agravio real o supuesto a un determinado credo religioso y otra muy distinta la respuesta violenta a ese presunto menosprecio. Los musulmanes que estos d¨ªas protestan violentamente en pa¨ªses europeos por unas vi?etas deber¨ªan asumir que en los sistemas democr¨¢ticos las ofensas se dirimen ante los tribunales de justicia. ?Acaso no ofende m¨¢s a su religi¨®n quien invoca a Al¨¢ y a su profeta para estrellar aviones contra edificios o poner bombas en los trenes? El camino que se est¨¢ iniciando repite el que condujo a la fatua contra Salman Rushdie o al asesinato del cineasta holand¨¦s Theo van Gogh.
Pero mucho m¨¢s indecente en el itinerario de esta escalada contra el sentido com¨²n es la instrumentalizaci¨®n que del ultraje religioso est¨¢n haciendo numerosos Gobiernos isl¨¢micos y grupos con capacidad de agitaci¨®n, que ven en la globalizaci¨®n y radicalizaci¨®n de la protesta una forma inmejorable de alienar m¨¢s a sus ciudadanos y camuflar sus propias y abismales carencias democr¨¢ticas. Esta orquestaci¨®n corre a cargo de una colecci¨®n de dictadores que alcanza desde Mauritania al sureste de Asia y se hace adem¨¢s con el concurso de los mismos cl¨¦rigos y predicadores reaccionarios que legitiman en esos pa¨ªses los poderes absolutos que les pagan.
La libertad de expresi¨®n es fundamento de la organizaci¨®n social de que se han dotado los pa¨ªses m¨¢s progresivos del planeta, y Europa en particular. Su defensa como garant¨ªa ¨²ltima de los derechos que hacen posible el desarrollo humano nunca puede ser excesiva. Su contrapeso son el sentido com¨²n, la decencia y el respeto por la alteridad, que deben inspirar los actos de todos, especialmente de aquellos que por la naturaleza de su trabajo tienen mayor responsabilidad en el cultivo de aquellos valores. En el llamado mundo cristiano se puede satirizar a Jesucristo, bien es verdad que dentro de ciertos l¨ªmites, porque nuestras sociedades se toman mayoritariamente la religi¨®n con un grado de escepticismo y despego que no se dan en el mundo del islam, donde la fe y el culto adquieren una fuerza con frecuencia incontenible.
La representaci¨®n de Mahoma con un turbante en forma de bomba presta a estallar, probablemente la m¨¢s aciaga vi?eta de la colecci¨®n objeto de este desprop¨®sito general, puede ser percibida como un agravio por muchos creyentes musulmanes, motivo fundamental por el que este peri¨®dico ha decidido no reproducirlas. Pero no es menos cierto que los sorprendidos editores daneses han pedido disculpas p¨²blicamente por el desasosiego que su publicaci¨®n haya podido causar. Pese a lo cual, la franja fan¨¢tica de ese mismo islam que tiene en Osama Bin Laden a un l¨ªder criminal, ya ha encontrado, a juzgar por las declaraciones y los acontecimientos que se encadenan, un nuevo motivo suplementario, una nueva conspiraci¨®n infiel, si falta les hiciera, para rearmar su odio.
Si ciertos Estados ¨¢rabes reclaman de las autoridades nacionales de los pa¨ªses acusados de blasfemar contra Mahoma una estent¨®rea petici¨®n de excusas, debido arrepentimiento y garant¨ªa de que ello no volver¨¢ a suceder, es por su precario conocimiento de lo que es una sociedad abierta, donde la libertad incluye tambi¨¦n caer en el error. Porque, a salvo de lo tipificado en los c¨®digos, lo que est¨¦ bien o mal, lo apropiado o lo inconveniente, ser¨¢ siempre materia opinable. La publicaci¨®n de las vi?etas de marras puede ser una decisi¨®n equivocada, pero criminalizar un error rompe el contrato social que hemos suscrito las sociedades democr¨¢ticas. La libertad no es extensible ni retr¨¢ctil. Y en ella caben cristianismo e islam si prevalece el respeto a la dignidad de las personas. No ofendamos groseramente al otro, pero tampoco toleremos que el otro sea quien decida lo que es o no punible. Sobran las fatuas.
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