Misi¨®n imposible en el S¨¢hara
Pasados 15 a?os de su creaci¨®n, la fuerza de la ONU ha gastado 600 millones y apenas ha cumplido dos de sus siete objetivos
En abril de 1991, la ONU desembarc¨® en el S¨¢hara con el prop¨®sito de organizar un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n en el plazo de ocho meses. Quince a?os despu¨¦s, es dudoso que la Misi¨®n de Naciones Unidas para el Refer¨¦ndum del S¨¢hara Occidental (Minurso) pretenda todav¨ªa celebrar la consulta: ni siquiera ha logrado elaborar un censo electoral definitivo. Ha consumido 600 millones de euros, su mandato ha sido prorrogado 31 veces y su personal, que anta?o rond¨® los 3.000 hombres, ha quedado reducido a 228 civiles y 231 militares.
Esos 231 soldados, a los que les est¨¢ prohibido llevar armas, son toda la fuerza que hoy se interpone entre los 120.000 militares de Marruecos y los 15.000 guerrilleros del Polisario que se disputan el territorio.Visto desde el aire, el muro de 2.000 kil¨®metros que Marruecos levant¨® en los a?os ochenta a lo largo del territorio para frenar las incursiones del Frente Polisario, parece la huella dejada en la arena por un gusano. Cada cinco kil¨®metros, los extremos de esa huella se ensanchan y forman un c¨ªrculo, en cuyo centro destacan ca?ones y tanques: son los puntos fuertes de ese sistema defensivo, que est¨¢ rodeado de campos de minas.
La fuerza pacificadora internacional pas¨® de 3.000 personas a 228 civiles y 231 soldados
Los militares que lo custodian parecen sacados de la novela El desierto de los t¨¢rtaros, de Dino Buzzati. En el libro, generaciones de soldados consumen su vida haciendo guardia en una fortaleza fronteriza, a la espera de una invasi¨®n siempre inminente, pero que nunca llega a producirse. En el muro del S¨¢hara hay militares marroqu¨ªes que llevan 20 a?os de servicio, vigilando las mismas piedras. Al principio se alojaban en tiendas de campa?a. Luego comenzaron a construir peque?as chabolas. Hoy viven en casetas de piedra y arena levantadas por ellos mismos, a las que han llevado jergones y televisores alimentados con bater¨ªas de coche.
Del otro lado del muro, el paisaje no es mejor. Los combatientes del Polisario se alojan en una especie de cuevas artificiales, similares a caparazones de tortuga, dif¨ªciles de distinguir desde el aire. A su alrededor se extiende la nada m¨¢s absoluta, tambi¨¦n plagada de minas y de proyectiles sin explotar.
Y junto a unos y otros se hallan desplegadas 10 bases de la Minurso: cinco en el territorio ocupado por Marruecos y otras cinco en el controlado por el Frente Polisario. Desde sus peque?as construcciones blancas de campa?a, tambi¨¦n provisionales desde hace 15 a?os, los militares de la fuerza multinacional patrullan el territorio, controlan el alto el fuego y se?alan los campos de minas y los proyectiles sin explotar que han sobrevivido a la guerra que se libr¨® all¨ª.
El papel que desempe?a hoy la Minurso es una p¨¢lida sombra del que aliment¨® su creaci¨®n en 1991. La misi¨®n ten¨ªa entonces como objetivo impulsar un Plan de Arreglo firmado por Marruecos y el Frente Polisario. Dicho plan constaba de siete puntos. A estas alturas s¨®lo se han cumplido dos: el control del alto el fuego y la liberaci¨®n de los prisioneros de guerra. Naciones Unidas ha sido incapaz de hacer avanzar los otros cinco: reducci¨®n de tropas, retorno de los refugiados, identificaci¨®n y registro de los votantes, campa?a para el refer¨¦ndum y, finalmente, celebraci¨®n de la consulta.
Pero incluso los puntos aparentemente superados tienen serias r¨¦moras. En agosto del a?o pasado el Frente Polisario liber¨® a los ¨²ltimos prisioneros de guerra marroqu¨ªes que manten¨ªa en su poder, pero a¨²n sigue reclamando que Marruecos haga lo mismo con los independentistas desaparecidos en sus c¨¢rceles. Tampoco el alto el fuego es un objetivo cerrado: en su ¨²ltimo informe semestral ante el Consejo de Seguridad, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, revel¨® que Marruecos hab¨ªa violado el acuerdo en 13 ocasiones y el Frente Polisario, en 10.
El cuartel general de la Minurso en El Aai¨²n est¨¢ situado literalmente a la sombra de dos antenas descomunales instaladas ex profeso por Marruecos. Nadie sabe para qu¨¦ sirven exactamente, pero son moneda corriente las denuncias sobre la existencia de escuchas en la sede de la misi¨®n. Adem¨¢s, el exterior del complejo est¨¢ fuertemente vigilado por polic¨ªas marroqu¨ªes que exigen la identificaci¨®n de los visitantes y, en muchos casos, les impiden el acceso.
All¨ª tiene su despacho el general dan¨¦s Kurt Mosgaard, que desde el pasado septiembre est¨¢ al mando de la fuerza militar. Su toma de posesi¨®n coincidi¨® con tres sucesos sin precedentes. Primero, las manifestaciones independentistas que desde el mes de mayo vienen celebr¨¢ndose en las principales ciudades del territorio. Segundo, la expulsi¨®n por Marruecos de cientos de inmigrantes subsaharianos, capturados en los alrededores de Ceuta y Melilla, hacia la zona controlada por el Frente Polisario. Y tercero, las constantes lluvias que desde hace dos meses han convertido el desierto en un lodazal y han desplazado a kil¨®metros de distancia muchas minas que se hallaban se?alizadas.
A pesar de todas las deficiencias que critican en la Minurso, ni Marruecos ni el Polisario quieren que desaparezca. A Rabat le interesa una misi¨®n d¨¦bil, pero presente en el territorio. Est¨¢ protegiendo su explotaci¨®n de los recursos naturales del S¨¢hara, al tiempo que mantiene alejados a los 160.000 saharauis refugiados en Tinduf. El Polisario, por el contrario, querr¨ªa despertarla y fortalecerla para acabar con la agon¨ªa del exilio.
El nuevo embajador estadounidense ante la ONU, John Bolton, opina que si la Minurso no lograse resultados concretos en el plazo de un a?o, ser¨ªa conveniente desmantelarla. Y el nuevo enviado personal de Kofi Annan, Peter van Walsun, ha respondido que es improbable resolver el problema en ese tiempo.
A pesar de esos amagos de ultim¨¢tum, no parece probable que Naciones Unidas abandone el S¨¢hara. La raz¨®n est¨¢ en el segundo principio de su propia Carta fundacional, que le encomienda "desarrollar entre las naciones relaciones amistosas basadas en el respeto a los principios de igualdad de derechos y autodeterminaci¨®n de los pueblos". Renunciar al S¨¢hara ser¨ªa para la ONU renunciar a su propia esencia.
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