Proyecci¨®n de las vanguardias
Con el comisariado de Tom¨¢s Llorens, anterior conservador- jefe del Museo Thyssen-Bornemisza, y fruto de la venturosa colaboraci¨®n entre este museo y la Fundaci¨®n Caja de Madrid, nos encontramos con otra macromuestra, dividida en las dos sedes organizadoras, que aborda uno de los mitos de la vanguardia hist¨®rica: el de las vanguardias rusas, pujantes desde la primera d¨¦cada del XX y pol¨ªtica y f¨ªsicamente eclipsadas en la era estalinista, m¨¢s o menos el arco cronol¨®gico que abarca la presente exposici¨®n. Hay que se?alar que en ella se han reunido la descomunal cifra de 280 obras, entre pinturas, esculturas, fotograf¨ªas, carteles, libros, tejidos, cer¨¢micas y otros utensilios, todos ellos relevantes por cuanto, a trav¨¦s del ideal de la revoluci¨®n sovi¨¦tica, ¨¦stos trataron tambi¨¦n de extender revolucionariamente el campo tradicional de la actividad creadora. Ni que decir tiene que este formidable conjunto no hubiese sido acopiado sin la generosa colaboraci¨®n de los principales museos rusos, estatales y provinciales, as¨ª como sin los pr¨¦stamos de otros museos occidentales, entre los que se encuentra el IVAM, una de las pocas instituciones espa?olas, junto al Museo Thyssen-Bornemisza, que posee este tipo de patrimonio. De entrada, tambi¨¦n conviene se?alar que la moda de estas exposiciones sobre arte de la vanguardia rusa en Occidente no pudo producirse hasta la perestroika, y, que desde entonces, han proliferado por doquier y, por supuesto, en nuestro pa¨ªs; pero, desde luego, casi nunca con la ambici¨®n y el n¨²mero de obras como la que ahora se presenta.
VANGUARDIAS RUSAS 1907-1930
Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado, 8
Fundaci¨®n Caja Madrid
Plaza de San Mart¨ªn, 1. Madrid
Del 14 de febrero al 14 de mayo
De alguna manera, en el lar
go p¨¢rrafo informativo anterior ya se han adelantado algunas de las razones sobre la importancia del fen¨®meno tratado, as¨ª como del cuerno de abundancia exhibitivo y libresco producido al respecto en Occidente durante aproximadamente el ¨²ltimo cuarto de siglo, pero no de qu¨¦ forma el mito de la vanguardia rusa fue operativo entre las vanguardias occidentales tras la Segunda Guerra Mundial, incluso cuando no exist¨ªa la informaci¨®n fluida actual. Esto fue debido a que algunos de los vanguardistas rusos se exiliaron, como, entre otros, Kandinski, Chagall, Pevsner, Gabo, etc¨¦tera, pero tambi¨¦n a la memoria de su acci¨®n. Exiliados o no, pi¨¦nsese lo que supuso, todav¨ªa en la ¨¦poca de las primeras vanguardias, el papel de estos artistas rusos, por ejemplo, en el nuevo arte abstracto, fuera de car¨¢cter expresionista, anal¨ªtico o constructivo. En este sentido, como antes apunt¨¦, tras la Segunda Guerra Mundial no hubo pr¨¢cticamente ning¨²n movimiento vanguardista occidental, entre 1945 y 1970, que no estuviera en deuda con los rusos, incluido nuestro pa¨ªs, donde Oteiza estuvo obsesionado con Mal¨¦vich.
Todas estas consideraciones nos ayudan a comprender el sentido y la articulaci¨®n de la presente muestra, que ha querido hacer un friso hist¨®rico razonado para explicar el alcance y la complejidad de este sorprendente fen¨®meno de ebullici¨®n creadora en un pa¨ªs sometido, durante el primer tercio del XX, a las peores crisis y penalidades. Este friso hist¨®rico sint¨¦tico ha seleccionado 5 episodios significativos, cuyos respectivos enunciados nos plantean las, a juicio del comisario, principales tendencias y momentos: 1. La lecci¨®n de los b¨¢rbaros. 2. Un torbellino de energ¨ªa. 3. Experimentos individuales. 4. El movimiento org¨¢nico. 5. La construcci¨®n del hombre nuevo.
En cierta manera, a trav¨¦s de
estos puntos, lo que se trata de resumir es la peculiar coyunda que se produjo en la agitada Rusia de comienzos del XX entre las corrientes simb¨®lico-eslavistas, el anhelo de cambio modernizador, sustanciado en la ansiedad por la revoluci¨®n industrial y su utillaje m¨¢s emblem¨¢tico, y, finalmente, un nuevo concepto de arte como instrumento de la revoluci¨®n pol¨ªtica. Todos estos afluentes vertieron su corriente en el caudal principal de un arte constructivo, y no s¨®lo constructivista, que, en primera instancia, fue postergado por las prioridades b¨¦licas y desarrollistas y, finalmente, suprimido.
En el primero de los cap¨ªtulos, la Lecci¨®n de los b¨¢rbaros, apreciamos la asimilaci¨®n fauvista-expresionista por parte de los artistas rusos, que ti?eron esta tendencia con un peculiar sentido m¨ªstico-eslavista; en el segundo, su fascinaci¨®n por la descomposici¨®n anal¨ªtica poscubista y por el cinetismo futurista; en el tercero, mediante Chagall, Kandinsky y Kil¨®nov, los cabos sueltos de las personalidades individuales, lo cual nos aporta el redescubrimiento del tercero de los citados, m¨¢s ecl¨¦ctico que singular; el cuarto, el llamado movimiento org¨¢nico, que recoge no pocos ecos simbolistas; y, el quinto, el vers¨¢til aluvi¨®n de las manifestaciones del arte constructivista.
Dada la envergadura y la ambici¨®n conceptual de este proyecto, resulta imposible, adem¨¢s de quiz¨¢ ocioso, resaltar que est¨¢n pr¨¢cticamente todos los nombres famosos de los grandes vanguardistas rusos, adem¨¢s de una pl¨¦tora de otros menos conocidos, as¨ª como la prolijidad de los medios y soportes empleados por ellos, algunos de los cuales estuvieron condicionados por la necesidad de aplicar el lenguaje formal innovador al servicio de un arte de propaganda masivo. Me parece oportuno, no obstante, recomendar que el eventual visitante inicie su recorrido por lo exhibido en el Museo Thyssen y lo termine por la Fundaci¨®n Caja de Madrid, que es donde se muestra el ¨²ltimo y definitivo cap¨ªtulo de esta apasionante historia. Naturalmente, hay no pocas cosas puntualizables y discutibles en una exposici¨®n como ¨¦sta, pero, a mi juicio, tiene la ventaja de no ser una simple antol¨®gica hist¨®rica bien nutrida, sino de afrontar una lectura cr¨ªtica de uno de los episodios m¨¢s excitantes y pol¨¦micos del arte del siglo XX.
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