Extrema derecha
LLEVAMOS YA dos a?os esperando del Partido Popular alg¨²n s¨ªntoma de cordura, pero cada d¨ªa que pasa las evidencias de lo contrario van en aumento: no hay nada en la pol¨ªtica espa?ola que no suscite de inmediato un alud de mentiras e insultos por parte de los dirigentes y diputados del Partido Popular. Cualquiera que est¨¦ familiarizado con el lenguaje pol¨ªtico propio del siglo pasado tiene motivos para preocuparse: as¨ª es como ha hablado, desde que existe, la extrema derecha espa?ola, la facci¨®n conocida entre historiadores como derecha subversiva.
Los mayores del lugar recordar¨¢n que, hace como unos 25 a?os, todo el mundo se admiraba de que en Espa?a, al contrario de lo que ocurr¨ªa en otros pa¨ªses de lo que por entonces se llamaba nuestro entorno, la extrema derecha no era capaz de levantar cabeza. No es que no lo intentase: sencillamente, no pod¨ªa. Y como la cosa ten¨ªa algo de milagroso se atribuy¨® a aquello que Felipe Gonz¨¢lez elogiaba de Manuel Fraga: que el dirigente popular llevaba el Estado en la cabeza. Era un piropo envenenado, todo sea dicho, pero que daba en el clavo de una situaci¨®n: la conversi¨®n de Fraga a la democracia hab¨ªa segado la hierba bajo los pies a la extrema derecha, que penaba por los m¨¢rgenes del sistema pol¨ªtico pastoreada por un solitario y algo atrabiliario Blas Pi?ar.
Pero Blas Pi?ar ha resultado ser un bendito de Dios al lado del ex ministro del Interior del ¨²ltimo Gobierno presidido por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. A ?ngel Acebes no s¨®lo no le cabe el Estado en la cabeza, sino que est¨¢ dispuesto a pon¨¦rselo por montera con tal de dar libre curso a su resentimiento. Cierto, no es muy original atribuir motivos psicol¨®gicos a comportamientos pol¨ªticos, que se supone guiados por c¨¢lculos racionales. El caso de Acebes, sin embargo, rompe todos los moldes de la racionalidad: un ministro del Interior bajo cuyo mandato un grupo de terroristas isl¨¢micos cometi¨® el m¨¢s devastador atentado de nuestra historia, y decenas de presos de ETA fueron excarcelados sin cumplimiento ¨ªntegro de las penas, tiene motivos sobrados para haber perdido la cabeza y, con ella, la raz¨®n pol¨ªtica.
Una actuaci¨®n tan aciaga deb¨ªa haber sido suficiente para devolver a este se?or a la actividad privada, a su casa y a su profesi¨®n. Pero no: contra toda l¨®gica, se ha mantenido en la primera fila del escenario con el exclusivo prop¨®sito de arrojar sobre sus adversarios pol¨ªticos la frustraci¨®n y la impotencia acumuladas durante su etapa de ministro del Interior. El problema es que no est¨¢ solo: nada de lo que ocurre en el Partido Popular tendr¨ªa explicaci¨®n si sobre sus dirigentes no se proyectara la alargada sombra de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, co-rresponsable de la peor cat¨¢strofe de los ¨²ltimos a?os: la guerra de Irak, madre, por sus inacabables consecuencias, de todas las miserables batallas en las que cada d¨ªa se enfanga un pelda?o m¨¢s la pol¨ªtica espa?ola.
Es hora de despertar de esta alucinaci¨®n y de devolver a la pol¨ªtica algo de racionalidad. A pesar de todos los pesares, que no han sido pocos, Alianza Popular y, luego, el Partido Popular han sido elementos imprescindibles para asentar la democracia en Espa?a y para mantener a la extrema derecha en la m¨¢s absoluta irrelevancia. No puede ser que sus dirigentes tiren ahora ese capital por la borda s¨®lo por dar rienda suelta a un enconado resentimiento: no hay nada, absolutamente nada, en su discurso pol¨ªtico que no est¨¦ encaminado a destruir, a ensuciar, a profetizar el apocalipsis. Es in¨²til buscar alguna propuesta positiva, alg¨²n programa de acci¨®n, en los documentos, las intervenciones o entrevistas emanados de dirigentes del PP; s¨®lo una sarta de desprop¨®sitos, de insidias y calumnias, de acusaciones por una cosa y por su contraria que, de verdad, nos devuelven a una ¨¦poca que hab¨ªamos cre¨ªdo definitivamente clausurada.
Fue una ¨¦poca en la que era imposible alcanzar compromisos y firmar acuerdos entre partidos de derecha y de izquierda. Luego aprendimos a negociar, a buscar terrenos en los que resultara al menos posible entenderse, a hablar el lenguaje del compromiso y del acuerdo, o sea, el lenguaje de la democracia. A la extrema derecha la implantaci¨®n de ese lenguaje le exaspera, le saca de quicio, y responde con amenazas, conjurando desastres, alentando conductas subversivas. Los dirigentes del Partido Popular, dej¨¢ndose llevar por la pasi¨®n del resentimiento, avanzan a marchas forzadas por ese camino de destrucci¨®n: en lo que dicen, y en la manera de decirlo, no tienen ya nada que envidiar a la extrema derecha de toda la vida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.