Manual de infractores
Debajo del asfalto no hay una playa. Debajo del asfalto hay un guardia con una libreta. No es prudente, por tanto, mover o remover los adoquines sueltos, porque inmediatamente saldr¨¢ el guardia con su libreta negra y nos pondr¨¢ una multa sustanciosa (en euros) por movimiento ilegal de adoquines. Los revolucionarios que en el florido mayo del 68, entre ensayos de Margaret Mead, drogas blandas y gases lacrim¨®genos, se dedicaban a levantar con ah¨ªnco el suelo de Par¨ªs en busca de la playa, descubrieron hace ya mucho tiempo que el asfalto s¨®lo hay que removerlo en v¨ªsperas electorales. Debajo del asfalto de Madrid o Bilbao, perpetuamente removido, horadado, apisonado, hay obras, cintas inaugurales, votos. No hay un tesoro oculto. El tesoro se llama urbanismo electoral. No hay arena de playa, sino un guardia que saca su libreta, nos mira con desprecio y nos sanciona por ser lo que somos, lo que ya no podremos dejar de ser, es decir: infractores.
Enciendes un cigarro donde no debes (en realidad, no debes encenderlo en ning¨²n sitio; quiz¨¢s en el infierno y con permiso de Elena Salgado) y debajo de aquel adoqu¨ªn surge el guardia de guardia, con su libreta de sancionador y sus ojos clavados en tus ojos de infractor reincidente, enrojecidos por el humo letal e ilegal. La ministra Salgado est¨¢ dispuesta, dijo hace unas semanas, a ir "un paso m¨¢s all¨¢" de la llamada ley antitabaco que ella misma auspici¨®. La prohibici¨®n podr¨ªa ser total. ?C¨®mo explicarles a nuestros incontaminados hijos esas fotograf¨ªas de la transici¨®n donde aparecen Su¨¢rez y Felipe Gonz¨¢lez, Carrillo y Taranc¨®n, el Rey de Espa?a y un guardia civil igualados por un cigarrillo? De la misma manera que la generaci¨®n po¨¦tica de los 50 no se puede entender sin el alcohol, la transici¨®n pol¨ªtica de la dictadura a la monarqu¨ªa parlamentaria no se puede explicar sin el tabaco.
Del "prohibido prohibir" hemos pasado a esto, al para¨ªso de los reglamentos, al fundamentalismo de la norma. No es tan s¨®lo el tabaco. Hay muchos adoquines en las calles, muchas putas y muchos polic¨ªas municipales dispuestos a multarlas. ?D¨®nde queda la playa en Barcelona? En Barcelona imponen multas de hasta tres mil euros a las prostitutas por ejercer su oficio sobre el asfalto de la ciudad. Hasta ahora, el ejercicio de la prostituci¨®n callejera era considerado como "infracci¨®n leve", pero los agentes sancionadores han empezado a contemplar la agravante de reincidencia, convirtiendo las sanciones en faltas "muy graves". La concejal del Partit Socialista de Catalunya en el Ayuntamiento de Barcelona asegura que "todo es solucionable", pero las prostitutas consideran abusivas las multas. Con multas de tres mil euros el Consistorio barcelon¨¦s puede sanear sus arcas a cuenta de las putas. Recaudaci¨®n, civismo, ?qu¨¦ m¨¢s da? Tambi¨¦n las meretrices madrile?as son hostigadas por el Ayuntamiento mientras el ministro Caldera, en plena temporada de rebajas, estudia la concesi¨®n de un salario social de 432 euros (ni uno m¨¢s ni uno menos) a las profesionales que quieran dejar su oficio.
Igualmente nos llega desde Barcelona la iniciativa municipal de multar a los mendigos. Se tratar¨¢, supongo, de indigentes con cierta solvencia, capaces de abonar las multas que les impongan los sancionadores, tambi¨¦n llamados guardias de la libreta. Mientras tanto, el joven que hace algunas semanas se dedicaba a propinar mamporros a los transe¨²ntes, grabar sus divertidas agresiones en v¨ªdeo y difundirlas por tel¨¦fono m¨®vil, s¨®lo ha sido sancionado -reglamento en mano- con una multa de cincuenta euros. En Barcelona, arrojar una bolsa de basura fuera de un contenedor supone noventa euros de sanci¨®n; agredir a la gente por las buenas nada m¨¢s que cincuenta. Los designios sancionadores -visto est¨¢- son inescrutables.
En Bilbao, hasta el pasado d¨ªa siete estaba prohibido sacar fotograf¨ªas o filmar en el Metro (en realidad, estaba prohibido todo menos sentarse y leer el peri¨®dico y respirar sin hacer mucho ruido). A partir de ahora -nos dicen las autoridades metropolitanas- ya no es necesario un permiso para "sacar fotograf¨ªas o grabar v¨ªdeos dom¨¦sticos". Si el XVIII fue el Siglo de las Luces, puede que el XXI sea el de las multas. Pero no todo es malo. El ¨²ltimo libro de Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald se titula Manual de infractores. L¨¦anlo. Y adem¨¢s: estamos a catorce de febrero y enamorarse a¨²n no est¨¢ prohibido.
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