Entre las v¨ªas del metro, la gente ignora
Soy una chica de 17 a?os a la que hoy las circunstancias de la vida la han mantenido en tensi¨®n durante unas cuantas horas. A las cinco de la tarde he recibido una llamada al m¨®vil, la voz tranquila de mi madre sonaba al otro lado del hilo del tel¨¦fono. Tengo un hermano discapacitado que, por la falta de centros de este tipo, tiene que recibir su educaci¨®n especial en Madrid, bastante lejos de mi casa. Mi madre coge el metro cada d¨ªa para ir a buscarle, as¨ª como el tren de cercan¨ªas.
Siempre ha resultado un camino con mucho traj¨ªn, pero, eso s¨ª, nunca les ha dado sorpresas, tan s¨®lo alg¨²n retraso que otro. Hoy, una mujer de aspecto descuidado entr¨® junto a mi madre en el metro. Mi madre, como siempre, busc¨® asiento para mi hermano, y, cuando por fin lo encontraron, aquella extra?a empez¨® a se?alarla. Los gritos despectivos pronto inundaron el vag¨®n, mi madre, anonadada, torc¨ªa la vista. Los gritos taladraban los o¨ªdos de todos aquellos viajeros, aunque parec¨ªa que alguien les hab¨ªa cosido los labios. Bajo los efectos del alcohol, esa pasajera acusaba a mi madre y la privaba de su existencia en este mundo porque era "una sudaca". Pronto el mon¨®logo cambi¨®, las amenazas de muerte eran las que dominaban sus alaridos, la tocaba, miraba con odio y no tard¨® en arrebatarle a mi hermano unas patatas de su merienda para tir¨¢rselas a la cara. Nadie dec¨ªa nada, todos callaban, le¨ªan sus libros, sub¨ªan su m¨²sica, qu¨¦ m¨¢s daba, si tan s¨®lo quer¨ªan matar a mi madre.
Por fin, la parada, quiz¨¢ esa mujer la dejase en paz, pero no... la seguir¨ªa hasta las escaleras mec¨¢nicas para seguir corroborando sus palabras pasadas por alcohol. Tan s¨®lo dos personas, de la cantidad de gente que hay en estos transportes p¨²blicos, fueron capaces de defender a mi madre.
Algo m¨¢s tarde lleg¨® la polic¨ªa del metro y cogieron a la enferma sin remedio. Unas tijeras era lo que ten¨ªa en uno de esos bolsillos, que obviamente le quitaron. Tras horas en la comisar¨ªa, mi madre termin¨® con una denuncia que en un principio no pretend¨ªa llevar a cabo. Le dijeron que debido a los pocos centros que hab¨ªa para el cuidado de este tipo de personas, no pod¨ªan garantizarle que no volver¨ªa a verla. Las dos personas que amablemente prestaron su ayuda a mi madre tambi¨¦n eran suramericanas, qu¨¦ cosas tiene la vida. Parece ser que si no eres espa?ol, no tienes derecho a la ayuda o ni si quiera a poder vivir tranquilo..
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