Ibagaza se pone los patines

Se parec¨ªa, pero realmente aquello a lo que jugaban el Atl¨¦tico y el Getafe sobre un fondo que recordaba al espumill¨®n no era exactamente al f¨²tbol. Lo que no quiere decir que no resultase entretenido. Ten¨ªa su gracia ver avanzar a los jugadores resbal¨¢ndose sobre el granizo. Ten¨ªa su encanto, adem¨¢s de cierto suspense, ver c¨®mo las ocasiones se suced¨ªan en las dos porter¨ªas, m¨¢s en la del Getafe, por los errores que provocaba lo inestable que es el hielo. Una de Torres, por ejemplo. Una muy buena de Torres, que recibi¨® un pase dentro del ¨¢rea de Matell¨¢n y despu¨¦s lanz¨® fuera cuando estaba muy cerca de la l¨ªnea de gol y muy solo. Otra, triple, de G¨¹iza, Cotelo y Paunovic. Todas provocadas por el efecto pelota borracha.

Pero el Atl¨¦tico se encontr¨® el choque donde le gusta a su t¨¦cnico, Pepe Murcia: un gol a favor antes de la media hora, un gran gol de Luccin, y espacios para correr. El candado del Getafe reventado. Maxi, Petrov, Kezman y Torres se frotaron las manos. Ibagaza se puso los patines. El conjunto rojiblanco gan¨® as¨ª su quinto partido consecutivo, una haza?a que no suced¨ªa desde hace dos a?os y medio. Murcia ha ganado 15 de los 18 puntos que se han disputado desde que sustituy¨® a Carlos Bianchi. Casi milagroso.

Y, ah¨ª, en medio de las bolitas de agua s¨®lida, Ibagaza. El argentino, como est¨¢ muy cerca del suelo, tiene el centro de gravedad muy bajo. No se cae. No resbala. Y piensa. Bueno, piensa con la pelota en los pies. Sin ella, estuvo a punto de hacerse expulsar en el primer periodo tras hacerle una entrada a Rivas, ver la tarjeta amarilla y protestar con mucha agresividad. Con su renovaci¨®n aparcada hasta marzo y la sospecha entre los directivos rojiblancos de que su resurrecci¨®n se debe a este motivo, el peque?o centrocampista es el chip prodigioso que mueve al equipo. Situado en la l¨ªnea de medios, con Luccin a su vera para ejercer de poli malo, Ibagaza sabe jugar y produce un cierto efecto contagio.

El propio Luccin, adem¨¢s de cumplir con sus tareas destructivas y ganar la partida a Rivas y Vivar Dorado, movi¨® la pelota con velocidad y sentido. Suyo fue el pase, ya con el partido descontrolado, que supuso el gol de Torres en un contragolpe.

El Getafe, superado, intent¨® hacer las cosas que suele hacer en el Colis¨¦um. Intent¨® combinar con velocidad. Gavil¨¢n, Vivar Dorado, Paunovic, Cotelo, G¨¹iza, Pern¨ªa..., se pasaban la pelota muy deprisa y siempre hacia delante. Pero los centros se les marchaban a las piernas del contrario -Pablo y Luccin, sobre todo- o fuera del campo. El equipo que dirige Bernd Schuster tuvo sus mejores oportunidades en los saques de esquina. Es ¨¦sta una suerte bastante frecuente a lo largo de un partido, pero, sin embargo, al Atl¨¦tico le resulta un arcano indescifrable. As¨ª estuvo muy cerca de marcar G¨¹iza, completamente solo en el segundo palo.

Como el partido, casi desde el pitido inicial y por causa del hielo, naci¨® descontrolado, con vocaci¨®n de r¨ªo revuelto, Maxi Rodr¨ªguez remontaba el agua esperando su oportunidad, boqueando en alg¨²n lugar impreciso, pero no casual, del c¨¦sped. La encontr¨®. Casi siempre la encuentra. Un rechace, claro. Con el seleccionador argentino, Jos¨¦ Pekerman, vi¨¦ndole desde el palco, Maxi volvi¨® a mostrar ese f¨²tbol tan suyo de s¨²bitas apariciones. Maxi no participa mucho. Su banda es zona franca. Por all¨ª transitan y se acomodan muchos futbolistas. Pero si se muestra, si descubre la pelota, es para hacer algo relevante.

En la vor¨¢gine final, con el pedrisco casi pulverizado por los tacos, el Getafe movi¨® la famosa manta hacia su cabeza y dej¨® al aire los pies. Kezman, en varias ocasiones, pudo haber escenificado una de esas bonitas coreograf¨ªas en las que los futbolistas acunan un beb¨¦ imaginario o se chupan el dedo. Tuvo un hijo esta semana. Pero no tuvo suerte.