El base
Se llama Prigioni y representa una especie en v¨ªas de extinci¨®n. El base puro y duro. En estos tiempos de m¨²sculo, sudor, dureza, exaltaci¨®n f¨ªsica y no excesivo raciocinio, el argentino representa valores en desuso a los que no ayuda ni mucho menos la irresistible tendencia de muchos entrenadores modernos a inmiscuirse en las tareas de direcci¨®n en cancha. Viendo a Prigioni en esta Copa, era inevitable retrotaerse a otros tiempos donde este tipo de jugador era frecuente en los equipos que aspiraban a algo. Por una vez el reconocimiento a este tipo de labor no pas¨® desapercibido y el trofeo al mejor jugador no recay¨® en las manos de un brazo ejecutor sino de un cerebro privilegiado. Justo premio al que ha sido el alma de un equipo superior, a dos cuerpos por encima de todos sus rivales a pesar de la maravillosa resistencia del Pamesa, admirable por su constancia y capacidad para mantener el ¨¢nimo cuando viendo c¨®mo estaban las cosas, daban ganas de irse al vestuario.
En todo lo que ocurri¨® en la final estuvo metido el argentino. Primero dirigiendo a un vendaval que sopl¨® con una fuerza pocas veces vista. El primer tiempo del Tau fue de ense?ar en las escuelas como ejemplo de hasta d¨®nde puede llegar un colectivo cuando auna talento, decisi¨®n, fortaleza y uni¨®n. Porque el trabajo fue una suma de todos. La calidad de Scola, la fiereza en los rebotes de Splitter, las mu?ecas atinadas de Hansen y Jacobsen, la solidaridad en el esfuerzo colectivo y por supuesto, lo que aport¨® Prigioni. Que fue un mont¨®n. Direcci¨®n, ¨¢nimo, asistencias sin parar hasta batir el r¨¦cord en una final y piller¨ªa en grado sumo. Su gesti¨®n en una de las jugadas m¨¢s b¨¢sicas y a la vez m¨¢s dif¨ªcil de ejecutar con precisi¨®n con las defensas actuales, el dos contra dos, result¨® una vez m¨¢s ejemplar, y si lo ejecuta con Scola, basta decir que recuerda a los maestros Malone y Stockton. Pero si con eso no fuese ya suficiente, se peg¨® como una lapa a Avdalovic, su alter ego en el Pamesa, al que le dio la noche. Fue tanto lo que acumul¨® Prigioni en esta primera parte, que ni siquiera algunos errores de bulto en los momentos donde Pamesa pereci¨® ser capaz de hacer un milagro de proporciones hist¨®ricas, le priv¨® de ser el hombre del partido. Hasta en esos malos momentos tuvo una incidencia indirecta, pues los valencianos echaron de menos a un irrecuperable Avdalovic. Con este ¨¦xito individual, Prigioni completa un crecimiento hasta cierto punto inesperado. De magn¨ªfico repuesto y complemento de Calder¨®n ha pasado a protagonista principal siendo eficaz en ambos cometidos, lo que habla de un deportista capaz de adaptarse a las circunstancias sin perder aportaci¨®n al colectivo. Y de paso reivindica la importancia de una posici¨®n cr¨ªtica en el desarrollo del juego, un puesto donde el m¨²sculo no lo es todo y prima la solidaridad. En definitiva, un lugar desde donde el baloncesto encuentra todo su sentido colectivo.
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