El legado de Su¨¢rez
Los autores, diputados del Congreso, elogian el legado pol¨ªtico de Adolfo Su¨¢rez y recuerdan su actuaci¨®n durante el golpe del 23-F como un ejemplo de dignidad
Adolfo Su¨¢rez (?vila 1932), en su enfermedad, podr¨¢ haber perdido la memoria, pero la sociedad espa?ola no deber¨ªa nunca olvidar su legado. Ahora se cumplen, el 23 de febrero, 25 a?os del intento de golpe de Estado de 1981. Este funesto hecho coincidi¨® con la conclusi¨®n de un ciclo pol¨ªtico, pues esa hist¨®rica sesi¨®n plenaria del Congreso interrumpida por los golpistas era el proceso de investidura de su sucesor tras la renuncia de aquel a continuar siendo presidente del Gobierno.
Su designaci¨®n para el cargo en 1976 por el Rey fue despreciada por sectores de la izquierda que ve¨ªan en ¨¦l un hombre del anterior r¨¦gimen, mientras que amplios sectores de la derecha de entonces le consideraban un traidor. Supo Su¨¢rez ser responsable ante quien con gran olfato y percepci¨®n de los vientos de la historia le hab¨ªa nombrado y que como capit¨¢n de barco estaba marcando el rumbo. Su audacia, intuici¨®n y equilibrio fueron acompa?ados de una clara visi¨®n de futuro y patriotismo (sin ep¨ªtetos), comprometi¨¦ndose como presidente del Gobierno a dirigir la senda de Espa?a hacia la libertad y la modernidad.
Los espa?oles tendremos siempre en nuestra memoria a quien supo ser punto de encuentro
Su audacia, intuici¨®n y equilibrio fueron acompa?ados de una clara visi¨®n de futuro
No fue nada sencilla la ¨¦poca que le correspondi¨® vivir. La dif¨ªcil transici¨®n pac¨ªfica de una dictadura a una democracia coincidi¨® con una gran crisis econ¨®mica y con un terrorismo en el que no s¨®lo ETA, sino tambi¨¦n otros grupos secuestraban y asesinaban casi cada d¨ªa. La incertidumbre era muy grande. A los anteriores problemas hab¨ªa que sumar lo que pod¨ªa deparar el desarrollo de la Espa?a de las Autonom¨ªas. Por un lado, estaban las ansias de autogobierno de los territorios que expresaban libremente sus demandas de autonom¨ªa y reconocimiento de su identidad. Por otro, estaban aquellos que confund¨ªan la unidad de Espa?a con un asfixiante centralismo enajenador de las identidades culturales y pol¨ªticas.
Acosado con gran dureza por los dos lados, izquierda y derecha, tambi¨¦n internamente sufri¨® un gran desgaste por dirigentes de su partido que consideraban que UCD hab¨ªa cumplido ya un ciclo y preparaban su incorporaci¨®n a partidos con m¨¢s futuro, como AP y PSOE. Tambi¨¦n fue castigado despu¨¦s cuando, con la pol¨ªtica en las venas, procedi¨® a crear un partido (CDS) muy personal, netamente centrista, equidistante y alejado de las s¨®lidas organizaciones imperantes.
A pesar de su gran pasi¨®n por la pol¨ªtica, fracasado el dif¨ªcil intento de consolidar su partido como alternativa o ¨¢rbitro moderador de los otros dos grandes de ¨¢mbito estatal, tuvo que dedicarse a su familia. El sufrimiento inicial en un primer momento ante la enfermedad de su esposa Amparo y su hija Miriam, y despu¨¦s, la larga lucha contra el c¨¢ncer de su hija (de la cual ella dej¨® testimonio escrito de fortaleza) le hicieron alejarse definitivamente de la actividad p¨²blica.
No obstante, su actitud ante la vida y la pol¨ªtica, su ausencia de arrogancia, adem¨¢s de una m¨ªnima perspectiva hist¨®rica, contribuyeron a mantener, en algunos casos a recuperar y, en todos, a acrecentar su prestigio. Desde luego que no todo fue perfecto en su gesti¨®n, en la que pueden observarse errores, como es l¨®gico, especialmente en unos momentos como aquellos, donde todo se suced¨ªa tan r¨¢pido. No obstante, pocos dudan hoy del positivo balance que de su ¨¦poca puede hacerse y mucho menos de la dignidad con la que ejerci¨® su cargo y que nosotros queremos ahora resaltar.
Todos tenemos grabados en nuestras mentes las im¨¢genes furtivas de un 23-F en las que frente a la zafiedad de unos asaltantes que pretend¨ªan hacer regresar a nuestro pa¨ªs a ¨¦pocas oscuras y pret¨¦ritas, el presidente del Gobierno que estaba a punto de dejar de serlo (se estaba procediendo a la votaci¨®n por llamamiento personal para designar su sucesor) y tambi¨¦n su vicepresidente Guti¨¦rrez Mellado mantuvieron una gran gallard¨ªa y firmeza.
No era s¨®lo Adolfo Su¨¢rez a t¨ªtulo personal el que no se arrodillaba ni escond¨ªa para defenderse ante ese espect¨¢culo lamentable de balas intimidatorias. Era el presidente constitucional de todos los espa?oles el que manten¨ªa a un alt¨ªsimo nivel la dignidad de una Espa?a que estaba construyendo su futuro en libertad.
Dentro de poco se rememorar¨¢n recuerdos con ocasi¨®n de ese 25? aniversario. Ante ello, a nosotros, desde la juventud universitaria de aquellos tiempos y desde el compromiso pol¨ªtico hoy en diferentes partidos, nos gustar¨ªa que el eje de toda evocaci¨®n de esa efem¨¦ride fuese la de quien sirvi¨® a Espa?a, no s¨®lo en su consideraci¨®n de dirigente pol¨ªtico en primera l¨ªnea, sino tambi¨¦n por su trayectoria posterior de mesura, equilibrio pol¨ªtico y sentido institucional.
En la actualidad, asistimos a uno de esos momentos de especial crispaci¨®n en los cuales lamentablemente, sin perjuicio de la divergencia leg¨ªtima, se van destruyendo puentes para el di¨¢logo sereno. Por eso es necesario reivindicar que en la pol¨ªtica, junto con las discrepancias normales, debe haber tambi¨¦n actitudes para propiciar puntos de encuentro. Los aparatos de los partidos f¨¢cilmente pierden esto de vista, cuando eso mismo es demandado con frecuencia por unos ciudadanos que a veces ven enzarzados a los pol¨ªticos en sus batallas dom¨¦sticas que, en muchos casos, est¨¢n alejadas de la realidad de la calle.
Queremos recordar c¨®mo Adolfo Su¨¢rez en un momento de gran turbulencia y crisis supo convocar a los dirigentes de todos los partidos y organizaciones sociales sin exclusiones, propiciando que se implicaran en algo de un relieve fundamental, como fueron los Pactos de la Moncloa. Eran tiempos de gran dificultad y era necesario que alguien con responsabilidad de gobierno templara y forzara el di¨¢logo.
Ni en la ¨²ltima ¨¦poca del gobierno del PP ni en el del PSOE se han dado estas actitudes. Por el contrario, parece que vamos hacia tiempos a¨²n m¨¢s radicalizados, a desencuentros mayores. Frente a ello, otros, que preferimos el an¨¢lisis desapasionado, queremos reivindicar la necesidad de introducir espacios de moderaci¨®n y, por supuesto, de entendimiento en asuntos relevantes de Estado.
Eso es lo que represent¨® y representa tambi¨¦n hoy Adolfo Su¨¢rez, el cual supo encarnar, desde la ausencia de dogmatismos y verdades infalibles, una visi¨®n de futuro para Espa?a no anclada en otras ¨¦pocas.
La Constituci¨®n de 1978, elaborada por consenso siendo ¨¦l presidente del Gobierno, fue fruto de la generosidad y responsabilidad de todos, y de todos tiene que seguir siendo, sin apropiaciones partidistas y sin admitir atajos para su modificaci¨®n. De tener que reformarse en el futuro deber¨ªa hacerse con naturalidad y desde el clima de consenso que hoy lamentablemente no existe. La Constituci¨®n es una norma flexible e integradora de la convivencia en la pluralidad pol¨ªtica de Espa?a y caeremos en el m¨¢s grave y repetido error de nuestra historia si la utilizamos como arma arrojadiza de unos contra otros.
Hoy Adolfo Su¨¢rez representa un patrimonio de todos. De los que le apoyaban entonces y tambi¨¦n de quienes en aquel tiempo le acosaban desde ambos lados y desde su propio partido. Tiene esto un gran m¨¦rito, especialmente en los momentos presentes. No estamos desgraciadamente sobrados de personalidades que con el paso del tiempo hayan adquirido un valor referencial para la mayor¨ªa de la sociedad o simplemente hayan tenido un reconocimiento m¨¢s all¨¢ de sus ac¨¦rrimos partidarios.
Adolfo Su¨¢rez quiz¨¢ no mantenga en su cerebro el recuerdo de la Espa?a que ¨¦l contribuy¨® de modo relevante a construir, pero los espa?oles tendremos siempre en nuestra memoria a quien supo ser punto de encuentro y ejemplo de dignidad. Con toda nuestra gratitud.
Jes¨²s L¨®pez-Medel y Elviro Aranda son diputados por Madrid en representaci¨®n, respectivamente, del PP y del PSOE, y vocales de la Comisi¨®n Constitucional del Congreso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.