Vastos jardines
Ya que el precio de la vivienda est¨¢ imposible, me alegra informar a los lectores de que en el cementerio del Poblenou hay nichos libres, o, como dicen los carteles que los anuncian, "disponibles", y a precios muy razonables. Y a los okupas que van siendo expulsados del centro de Barcelona tambi¨¦n puede interesarles saber que algunos de los panteones m¨¢s espaciosos y potencialmente confortables se hallan abandonados. Es verdad que los conserjes s¨®lo permiten pernoctar all¨ª a los muertos, pero ya dec¨ªa Sancho Panza: "Se?or, ?sab¨¦is de cierto si estamos vivos o muertos?"
En su famoso relato Aqu¨ª descansa Nevares, donde una comunidad de familias mexicanas expulsadas de sus barracas de chapa y cart¨®n por unas lluvias torrenciales toman posesi¨®n del cementerio y se reparten sus panteones, Pere Calders especul¨® con esta "soluci¨®n habitacional". Sin embargo, es irrefutable que la inmensa mayor¨ªa de la gente, si se le da a escoger, prefiere estar de paso por el cementerio a residir en ¨¦l en calidad de inquilino permanente. Incluso hay aprensivos que del cementerio no quieren ver ni las tapias. ?stos se pierden la Ruta dels cementiris que organiz¨® el Ayuntamiento hace un par de a?os para difundir el patrimonio arquitect¨®nico de los m¨¢s suntuosos, que son el de Montju?c y el del Poblenou, miembros de la ASCE, Asociaci¨®n Europea de Cementerios Monumentales.
Las visitas guiadas y gratuitas al del Poblenou se realizan en catal¨¢n el primer domingo de cada mes a las doce del mediod¨ªa, y en castellano el tercer domingo de cada mes a la misma hora. Creo que tambi¨¦n hay un circuito en ingl¨¦s; no cabe duda de que tarde o temprano esa ruta por panteones representativos del estilo de nuestros mejores arquitectos del XIX se integrar¨¢ en alg¨²n pack para turistas, si visten con decoro y no est¨¢n ebrios. Yo no he hecho esa visita guiada, porque la idea de seguir los pasos a un servidor, por humilde que sea, de nuestras instituciones y escuchar mansamente lo que tenga a bien decirme, tambi¨¦n en ese lugar fronterizo y solemne, es algo superior a mis fuerzas; seguro que, en cuanto te descuidas, el gu¨ªa te cuenta que con el nuevo Estatut el cementerio pasar¨¢ a ser considerado "nacional" y estar¨¢ mucho mejor conservado, y los finados ser¨¢n m¨¢s ricos y m¨¢s felices.
La verdad es que no frecuento estos sitios desde el verano de la mili, cuando Dani L¨®pez y yo, despu¨¦s de ba?arnos en el r¨ªo, hac¨ªamos unos pic-nics estupendos sobre un arco ruinoso en el cementerio de Pontevedra, que es -o era- un lugar ameno, herboso, musgoso, como los pazos gallegos, con ¨¢rboles frondosos y el pavimento ondulante, las l¨¢pidas cubiertas de l¨ªquenes pardos y rotas por las ra¨ªces de los ¨¢rboles, muy abierto a un cielo soleado pero del que no te pod¨ªas fiar pues al minuto siguiente pod¨ªa diluviar. Sol¨ªa haber gente paseando entre los sepulcros, con el paraguas al brazo. Ayer a mediod¨ªa estuve en el del Poblenou, buscando las tumbas de B¨¦cquer y de Cernuda. En la entrada hay una m¨¢quina dispensadora de flores, de la casa Bouquett'o; es igual que una m¨¢quina de refrescos, pero con las celdillas climatizadas, y en ellas, ramos de rosas y de girasoles envueltos en papel de celof¨¢n. Cuestan 15, 20 o 25 euros. Los corredores de nichos, las galer¨ªas propias de De Chirico, las rotondas, plazuelas y monumentos estaban desiertos. Algunos panteones ten¨ªan la puerta rota; las columnas, de piedra caliza de mala calidad, ro¨ªdas y desfiguradas por la humedad -el mar est¨¢ muy cerca-, y los ¨¢ngeles, descabezados: quiz¨¢ anda suelto un chalado que se entretiene decapitando estatuas, o quiz¨¢ se caen por su propio peso, como los que se ca¨ªan de las cornisas de Venecia en aquel c¨®mic on¨ªrico y sensual de Crepax, Caduta d'angeli. Salvo la colonia de gatos y las grandes gaviotas que sobrevuelan el lugar, rasando la punta de los cipreses y las palmeras, no hab¨ªa alma viviente. Quiz¨¢ en este lapso de tiempo ha ido desapareciendo la costumbre de visitar a los "seres queridos", y tambi¨¦n aquella minor¨ªa de esp¨ªritus rom¨¢nticos, meditabundos, melanc¨®licos o morbosos que se sent¨ªan atra¨ªdos por estos lugares ha ido pasando al otro lado. Canetti era uno de ellos, y en la portada de su libro p¨®stumo Fiesta bajo las bombas aparece fotografiado, sentado en un banco, ante las tumbas de un t¨ªpico cementerio ingl¨¦s. Es un libro inconcluso que por su propio bien no hubiera debido publicarse, aunque contiene pasajes espl¨¦ndidos, como aquel en que un bombardero alem¨¢n sobrevuela el jard¨ªn donde Canetti est¨¢ explic¨¢ndole la poes¨ªa de H?lderlin al erudito Milburn, y Milburn, que es cobarde, domina el p¨¢nico balbuceando: "Quiz¨¢ el piloto lleva un volumen de H?lderlin en el bolsillo...". En otra p¨¢gina Canetti detecta en la afici¨®n a visitar cementerios, entonces extendida, un acto simb¨®lico de poder: una forma de sentirse superador, por lo menos en cuanto a duraci¨®n, a aquellos que ya tienen grabadas y enlazadas por un gui¨®n dos fechas. Es una idea est¨²pida, pues como sabe cualquiera, y tambi¨¦n ¨¦l lo apunta luego, se trata exacta y precisamente de lo contrario.
En el cementerio admir¨¦ el monumento a unos alcaldes que durante la epidemia de fiebre amarilla, "fieles al juramento de cumplir debidamente el encargo que les confiaron sus conciudadanos, permanecieron firmes en la ciudad dirigiendo los negocios p¨²blicos y aliviando a la humanidad infeliz hasta caer v¨ªctimas de la enfermedad cruel que la afligi¨® en el a?o 1821". Y visit¨¦ a B¨¦cquer y a Cernuda, que est¨¢n all¨ª enterrados. Pues el primero avis¨®: "En donde est¨¦ una piedra solitaria/ sin inscripci¨®n alguna,/ donde habite el olvido,/ all¨ª estar¨¢ mi tumba". Y el segundo, parafrase¨¢ndole: "Donde habite el olvido,/ en los vastos jardines sin aurora;/ donde yo s¨®lo sea/ memoria de una piedra sepultada entre ortigas/ sobre la cual el viento escapa a sus insomnios...". Y all¨ª est¨¢ el vasto jard¨ªn, y esa piedra entre ortigas, muy f¨¢cil de localizar.
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