En torno a los parqu¨ªmetros
El de los parqu¨ªmetros no es un invento del actual concejal de Movilidad, Pedro Calvo. Ni siquiera se lo invent¨® Sigfrido Herr¨¢ez, el edil que introdujo el sistema en el centro de Madrid siendo todav¨ªa alcalde ?lvarez del Manzano. Ese modelo u otros similares estaban ya probados en un mont¨®n de municipios espa?oles de todos los colores pol¨ªticos y en cientos de ciudades de medio mundo. A pesar de ello, Herr¨¢ez se la jug¨® entonces con la implantaci¨®n del llamado SER Servicio de Estacionamiento Regulado, f¨®rmula por la que no daban un duro ni los concejales de la oposici¨®n ni sus propios compa?eros de grupo. Es importante recordar que cuando aquel edil popular convenci¨® al alcalde y se lio la manta a la cabeza con los parqu¨ªmetros, el sistema ORA de las tarjetitas, vigente en los distritos centrales, agonizaba por desobediencia civil. La ciudadan¨ªa pasaba de comprar tarjetas sabedora de la impunidad que generaba el aluvi¨®n de multas que emit¨ªan los controladores. Las sanciones atascaban la maquinaria municipal por lo que s¨®lo un porcentaje m¨ªnimo llegaba a cursarse de forma efectiva y encima eran susceptibles de recurso en los tribunales. Un aut¨¦ntico desastre. Al ayuntamiento le costaba bastante m¨¢s el aceite para engrasar esa m¨¢quina que lo que recaudaba por las multas.
El nuevo sistema fue probado inicialmente en un pu?ado de calles y, sorprendentemente, funcion¨®. Y cuando digo que funcion¨® no me refiero a que le result¨® bien al Ayuntamiento, sino que los ciudadanos m¨¢s directamente afectados por la medida se declaraban bastante satisfechos. Es evidente que no llovi¨® a gusto de todos pero, despu¨¦s de a?os de caos absoluto, el SER consegu¨ªa facilitar plazas a los residentes y reduc¨ªa el temible tr¨¢fico de callejeo en busca de aparcamiento. Y as¨ª, tras las primeras experiencias positivas, se fue extendiendo el sistema con m¨¢s apoyo que oposici¨®n. Parad¨®jicamente, el mayor problema que planteaba la f¨®rmula no se produc¨ªa en las zonas marcadas por el SER sino en las calles lim¨ªtrofes.
Quienes acud¨ªan a los barrios afectados sin tarjeta de residentes trataban de dejar el coche en un ¨¢rea libre de parqu¨ªmetros lo m¨¢s cercana posible. El efecto frontera satur¨® esos territorios, muchos de cuyos habitantes reclamaron para conjurarlo su inclusi¨®n en el sistema. Es decir que, a pesar de los costes a?adidos, muchos vecinos de Madrid consideran un privilegio residir en zona SER. Desde el gobierno municipal se contempl¨® la implantaci¨®n del sistema como un ¨¦xito pol¨ªtico y tomaron la decisi¨®n de ampliarlo a toda la almendra central, es decir el interior de la M-30, y a los barrios hist¨®ricos de Hortaleza, Carabanchel Alto, y Fuencarral. Es en estos dos ¨²ltimos barrios, por fuera de la M-30, donde el Ayuntamiento se ha encontrado una encarnizada oposici¨®n que le ha pillado un tanto desprevenido. En los ¨²ltimos d¨ªas hemos visto manifestaciones de protesta y algunos actos de vandalismo que, sin duda, debilitan las razones que probablemente asistan a quienes rechazan la implantaci¨®n del sistema. A estas protestas, creo, no son ajenos los comerciantes, aut¨¦nticos sufridores del sistema. A ellos no les dan la tarjeta de residente a no ser que el coche est¨¦ a nombre de la empresa; adem¨¢s, se la cobran m¨¢s cara.
Sin embargo, en calles como Sangenjo, junto a la Avenida de la Ilustraci¨®n, la queja de sus vecinos es la escasez de plazas pintadas de verde, las exclusivas para residentes. En principio, lo que la norma establece es que el 75% de las plazas sean verdes y un 25%, azules. Desconozco el criterio con que se ha aplicado esa distribuci¨®n de colores en el espacio pero cabe imaginar que al que le haya "pintado" mal estar¨¢ cabreado y manifest¨¢ndose y al que le haya "pintado" bien estar¨¢ callado y en su casa. Quiz¨¢ al Ayuntamiento y a las Juntas de Distrito, les haya sobrado prepotencia y faltado di¨¢logo previo con los vecinos para intentar consensuar la aplicaci¨®n del sistema. El SER deber¨ªa tener, y pienso que nada lo impide, la suficiente flexibilidad para modificar el reparto de plazas seg¨²n las necesidades. La geometr¨ªa es una ciencia tozuda y exacta, Madrid tiene cada d¨ªa m¨¢s coches y el espacio en superficie es el mismo. Hay que ordenarlo de alguna forma y, con sus defectos, la de los parqu¨ªmetros es hasta hoy la m¨¢s contrastada.
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