Desventuras de Fausto en Colorado
El d¨ªa 17 de febrero escuch¨¦ una curiosa cr¨®nica de sucesos en la emisora Catalunya M¨²sica (cito la fecha para que el lector compruebe que el D¨ªa de los Inocentes ya quedaba lejos). Seg¨²n esta informaci¨®n la maestra de una escuela de una poblaci¨®n cercana a Denver, capital de Colorado, en Estados Unidos, hab¨ªa tenido serios problemas para dar a conocer a sus alumnos algunos pasajes de la ¨®pera Fausto, de Charles Gounod. Al parecer, algunos padres de familia, soliviantados por un atrevimiento de este tipo, pidieron la expulsi¨®n de la maestra y el caso ha llegado incluso a los tribunales. Por el momento la citada maestra a¨²n no ha sido expulsada pero la direcci¨®n del centro ya le ha advertido contra cualquier reincidencia.
Los energ¨²menos de la fe nada temen tanto como su propia tradici¨®n cultural
Por lo que pude deducir la acusaci¨®n no era poca cosa puesto que la profesora era tratada nada menos que de sat¨¢nica. El asunto, desde el punto de vista de los padres, era obvio: sus pobres hijos hab¨ªan sido sometidos a la nefasta influencia de una docente que les hac¨ªa o¨ªr historias tan poco ejemplares como la de ese Fausto, un tipo que entreg¨® el alma al diablo a cambio de unas cuantas aventuras y unos pocos conocimientos. En consecuencia, hab¨ªa que deshacerse de la sat¨¢nica maestra, la cual, infructuosamente, como las brujas de anta?o, se defend¨ªa alegando que s¨®lo quer¨ªa despertar el gusto musical de los ni?os y que la pieza utilizada era un cl¨¢sico.
La noticia val¨ªa la pena y consult¨¦ el libreto de la ¨®pera de Gounod para cerciorarme de que al libretista no se le hubiera ido la mano y hubiera, en efecto, pasajes diab¨®licos para la tierna sensibilidad de los ni?os de Colorado. Nada. El libreto era m¨¢s inocuo que cualquiera de las versiones anteriores del mito de Fausto. Como no pod¨ªa conformarme con la idea de que esos padres de familia eran unos imb¨¦ciles integrales saqu¨¦ la conclusi¨®n de que, en efecto, las criaturas contempor¨¢neas no estaban preparadas para las andanzas de Mefist¨®feles, por lo que, por tanto, era necesario protegerlas.
Parad¨®jicamente, sin embargo, la historia de Fausto y Mefist¨®feles era, en cierto modo, una historia para ni?os. Entre la obra de teatro que le dedic¨® Christopher Marlowe a finales del siglo XVI y la consagraci¨®n definitiva a cargo de Goethe la pareja compuesta por Fausto y Mefist¨®feles -a menudo con otros nombres- se pase¨® por media Europa gracias a comediantes ambulantes que representaban la leyenda con sus marionetas y polichinelas. El propio Goethe record¨® varias veces que su fascinaci¨®n por el tema le ven¨ªa de la infancia cuando asisti¨® a las representaciones de estos teatros populares. La historia de Fausto era al mismo tiempo ser¨ªa y bufonesca, la combinaci¨®n perfecta para poner en pr¨¢ctica una dimensi¨®n pedag¨®gica atractiva.
De creer a Goethe los ni?os del siglo XVIII se divert¨ªan y aprend¨ªan con las aventuras de Fausto. Pero para los pobres ni?os de Colorado en el siglo XXI esas aventuras son demasiado fuertes. Amparados como est¨¢n por sus televisores y la PlayStation, por las toneladas de sangre acumuladas en la pantalla a lo largo del a?o, se entiende que se inquieten por las pretensiones insatisfechas de un hombre que se va por ah¨ª con el diablo. Adem¨¢s, los ni?os de Colorado tienen desde hace a?os un presidente que, al tener l¨ªnea directa con Dios, sabe perfectamente por d¨®nde anda el demonio. Es natural, por consiguiente, que la maestra pague por el delito de no tenerlo todo tan claro y recurrir, para orientarse algo, a una obra de arte.
Con todo ser¨ªamos injustos con los buenos padres de familia de ese pueblo de Colorado si no vi¨¦ramos en ellos una manifestaci¨®n -singularmente est¨²pida, eso s¨ª- de la gran corriente mental que conduce a nuestra ¨¦poca hacia el peor esquematismo: el mundo parece estar en manos de los que saben, sin ning¨²n g¨¦nero de dudas, donde est¨¢ el diablo y donde est¨¢ Dios, este ¨²ltimo siempre al lado del clarividente.
Si cerca de Denver, Colorado, unos ejemplares creyentes han identificado una maestra sat¨¢nica que se val¨ªa de una ¨®pera de Gounod para sembrar el mal, en el otro lado del mundo, pongamos que en Pakist¨¢n o en Ir¨¢n o en Siria, otros ejemplares creyentes guiados por el mismo celo, han se?alado a sangre y fuego la malignidad diab¨®lica de las caricaturas aparecidas en un peri¨®dico. En todos estos pa¨ªses hemos visto ni?os manifest¨¢ndose junto a sus padres, aprendiendo de ellos a convertirse en energ¨²menos de la fe y quiz¨¢ en un futuro no muy lejano en siniestros m¨¢rtires de unas creencias tan violentas como espiritualmente simplistas. Si atendi¨¦ramos a la tradici¨®n cultural de Pakist¨¢n, Ir¨¢n o Siria nos admirar¨ªamos de su refinamiento y complejidad pero evidentemente los energ¨²menos de la fe de esos pa¨ªses nada temen tanto como su propia tradici¨®n cultural. Con complejidad y refinamiento no es tan f¨¢cil identificar a los adversarios de Mahoma. El simple y el demagogo siempre saben, no obstante, identificar a los enemigos de Dios.
Esperemos que la pobre maestra de Colorado no sea sancionada con una definitiva expulsi¨®n y pueda reincorporarse a su puesto. Y que no vuelva a tener tratos con el demonio contagiando a sus alumnos con audiciones tan raras sobre historias tan raras. Si esto le ha pasado a la maestra, imag¨ªnense que fuera el propio Fausto quien, trotamundos curioso, cruzara el Atl¨¢ntico y se adentrara en el continente americano hasta llegar a Denver. Los padres de familia le coser¨ªan a balazos.
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