Los tiranos del tiroliro
Somos muchos pero estamos solos. Abandonados e inermes frente a la enloquecedora perfidia de nuestros enemigos. Ocultas y oscuras sociedades nos torturan despiadadamente todos los d¨ªas y nosotros no podemos hacer nada para defendernos. ?Saben ya de qui¨¦nes estoy hablando? S¨ª, naturalmente: de las empresas de telefon¨ªa de nuestro pa¨ªs.
De las crecientes dimensiones del problema dan fe las muchas cartas desesperadas que aparecen ¨²ltimamente en los peri¨®dicos. L¨ªneas bloqueadas durante meses, altas sin consentimiento, publicidad enga?osa, semanas y semanas de desconexiones y graves disfunciones en el servicio (pero eso s¨ª, nunca se olvidan de cobrar). La Oficina de Atenci¨®n al Usuario del Ministerio de Industria recibe m¨¢s de 10.000 quejas al mes por fraudes en los servicios de ADSL. Por no hablar de los m¨®viles, que tambi¨¦n tienen sus telenguendengues. Este nivel de abuso no es normal. Todos los logros conseguidos por siglos de heroicas luchas en reivindicaci¨®n de los derechos humanos quedan fulminados en un segundo por la monumental tiran¨ªa de estas empresas. Henos aqu¨ª convertidos en esclavos de los nuevos se?ores feudales tecnol¨®gicos.
Hay que reconocer que las operadoras han logrado dise?ar un sistema verdaderamente demoniaco para neutralizar la m¨¢s m¨ªnima queja, el m¨¢s m¨ªnimo movimiento defensivo de sus v¨ªctimas. T¨² llamas al servicio de Atenci¨®n al Cliente (qu¨¦ sangrante eufemismo) y, tras esperar no s¨¦ cu¨¢ntos minutos escuchando un irritante tiroliro, consigues hablar con un hombre o una mujer a quien cuentas tu problema con detalle. Le digas lo que le digas, tu interlocutor hace unas cuantas comprobaciones rutinarias (es lo ¨²nico que le han ense?ado a hacer y lo hace siempre) y te comunica que todo est¨¢ bien (cuando t¨² sabes que todo est¨¢ mal) y que tienes que llamar al Servicio T¨¦cnico. As¨ª es que telefoneas al nuevo n¨²mero. Otro rato de espera y m¨¢s tiroliro. Al fin, una voz humana. Vuelves a contar la larga historia. El del Servicio T¨¦cnico (que en realidad no es t¨¦cnico de nada) tambi¨¦n hace sus comprobaciones rutinarias, tiroliro, y vuelve a decirte que todo est¨¢ bien. T¨² insistes en que tienes la certidumbre de que todo est¨¢ mal. Vamos, que el m¨®vil o la ADSL no funcionan. Entonces te recomiendan volver a llamar a Atenci¨®n del Cliente. Marcas, aguantas tu raci¨®n de tiroliro y repites el rollo, el cual, por cierto, cada vez es m¨¢s largo, porque siempre caes con un empleado diferente (?que contesta tal vez desde Marruecos, desde la Patagonia?) y has de ir a?adiendo lo que te van diciendo en las llamadas sucesivas, como en esas canciones infantiles que se van alimentando de s¨ª mismas hasta convertirse en algo interminable.
Y as¨ª eres peloteado de una a otra oreja indefinidamente, mientras te dicen que ya han dado aviso de la incidencia (otro eufemismo desalentador). Y pasan los d¨ªas, y se van las semanas, y t¨² quemas tus horas y tu sangre oyendo tiroliros y hablando con unos pobres tipos que seguro que ni siquiera son empleados fijos y que no tienen ni idea del asunto, unos pringados que s¨®lo saben las cuatro reglas b¨¢sicas que les han dicho y que imagino escritas ante sus ojos en un folio plastificado. Al d¨¦cimo tiroliro o as¨ª t¨² ya te encocoras y exiges hablar con un responsable, pero, voil¨¤, aqu¨ª llegamos a la idea m¨¢s genialmente maligna de esta trampa kafkiana: que los responsables simplemente no existen. No hay manera de hablar dos veces con el mismo empleado, no hay forma de conectar con un directivo de la empresa, no hay cabezas visibles, no puedes ir a ninguna oficina para hablar con una persona real, nadie se responsabiliza de un pimiento.
Cualquiera que haya sufrido semejante tormento sabe bien hasta qu¨¦ punto esta mara?a de voces sin sentido y este tap¨®n de plena ineficacia terminan por obsesionarte y enloquecerte. Al cabo de cinco o seis semanas de pesadilla, en fin, un supuesto t¨¦cnico te telefonea y te comunica que la cosa est¨¢ solucionada. Temblando de emoci¨®n, corres a encender el ordenador. Y compruebas una vez m¨¢s que no funciona. Esta llamada final es el tiro de gracia, el golpe maestro que acaba por quebrar la resistencia de la v¨ªctima. Las consultas psiqui¨¢tricas deben de estar llenas de agobiados usuarios con incidencias.
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