Un coste asumible
Los mil d¨ªas sin atentados mortales de ETA han generado expectativas razonables sobre el final de la violencia terrorista. A estas alturas, ya no tiene sentido seguir diciendo que "ETA no mata porque no puede". ETA no mata porque no quiere, porque por fin ha reconocido que el crimen s¨®lo le conduce a una situaci¨®n de mayor marginalidad pol¨ªtica y social.
Ante esta evidencia de que ETA no quiere seguir matando, ?qu¨¦ hacer? Muchos contestan de la siguiente manera: en nombre de la justicia y del Estado de derecho, no nos queda sino perseverar en las pol¨ªticas antiterroristas que se han llevado a cabo en las ¨²ltimas d¨¦cadas, hasta conseguir la derrota de ETA. Sin embargo, quienes apoyan esta postura se resisten a precisar qu¨¦ quiere decir exactamente "derrota". ?Que saquen los terroristas una bandera blanca? ?Que se entreguen a la polic¨ªa? ?Que la polic¨ªa les detenga a todos en sus casas?
Si ETA no ve posibilidad de reciclarse, en alg¨²n momento volver¨¢ a matar
Estado y sociedad deber¨¢n mostrar cierta magnanimidad al reinsertar a terroristas
Quiz¨¢ est¨¦n pensando en que ETA evolucione como el GRAPO, hacia una organizaci¨®n criminal sin ning¨²n sentido pol¨ªtico. Pero el GRAPO nunca, ni en sus mejores momentos, tuvo demasiados seguidores, mientras que ETA sigue contando con un grupo considerable de vascos que apoyan a su brazo pol¨ªtico, y a trav¨¦s de m¨²ltiples asociaciones mantiene una importante presencia social en el Pa¨ªs Vasco. ?C¨®mo se derrota a ese movimiento?
En realidad, lo que hoy estamos contemplando es ya la derrota pol¨ªtica de ETA. ETA ha entendido que la violencia no le lleva a ninguna parte. ?se es el ¨¦xito de la pol¨ªtica antiterrorista. Por supuesto, ETA, gracias a los apoyos sociales a los que acabo de hacer referencia, sigue siendo una organizaci¨®n poderosa, con una capacidad de movilizaci¨®n importante. De lo que se trata ahora es de determinar si el Estado debe instrumentar pol¨ªticas que faciliten una renuncia formal y definitiva a la violencia.
Hay grupos, como el PP y la AVT, que se niegan en redondo a avanzar por esta v¨ªa, considerando que se va a pagar lo que ellos llaman un "precio pol¨ªtico" inaceptable. Parecen considerar que ese "precio pol¨ªtico" es superior al coste en vidas humanas que probablemente haya que asumir si a ETA no se le deja ninguna salida, pues no puede ignorarse que, si ETA no ve posibilidad de reciclarse, en alg¨²n momento volver¨¢ a matar.
La cuesti¨®n, por tanto, es ¨¦sta: ?el coste de conseguir el fin de la violencia de ETA es tan alto que no vale la pena asumirlo, ni siquiera teniendo en cuenta el beneficio que supone el cese del terrorismo? ?Pagar ese coste supone perder la dignidad, claudicar, renunciar a la justicia?
Las concesiones que se realizan en negociaciones tras un conflicto violento dependen de la fortaleza o poder negociador de las partes. Cuanto m¨¢s fuerte sean los terroristas, mayores concesiones reclamar¨¢n para abandonar la violencia. En el caso del Pa¨ªs Vasco, ETA no puede aspirar a mucho. Sin duda no podr¨¢ conseguir lo que ha conseguido el IRA en Irlanda del Norte.
El IRA obtuvo concesiones pol¨ªticas y constitucionales. Se excarcel¨® muy pronto a los presos. Y el Estado brit¨¢nico acept¨® que se pueda producir la unificaci¨®n con la Rep¨²blica de Irlanda si en alg¨²n momento hay una mayor¨ªa (no cualificada) a favor de la misma en el territorio de Irlanda del Norte.
No es tan sorprendente, dadas las circunstancias espec¨ªficas del caso. En Irlanda del Norte hab¨ªa v¨ªctimas de las dos comunidades. La situaci¨®n de partida era injusta, pues una de las comunidades ten¨ªa una posici¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica ventajosa. Y el IRA no lleg¨® agotado al proceso de paz: en 1993, el a?o de la Declaraci¨®n de Downing Street que marca el inicio de ese proceso, mat¨® a 36 personas.
La situaci¨®n del Pa¨ªs Vasco es bastante distinta. No hay v¨ªctimas de los dos bandos. Es cierto que los grupos de extrema derecha y los GAL mataron a algunos etarras, pero la desproporci¨®n es enorme con respecto a las v¨ªctimas de ETA. No partimos tampoco de una situaci¨®n de opresi¨®n, pues los nacionalistas llevan gobernando m¨¢s de veinticinco a?os con un elevado grado de autonom¨ªa. Y ETA llega muy debilitada a esta fase final.
Teniendo en cuenta la debilidad de ETA y las distintas caracter¨ªsticas del conflicto terrorista en Irlanda del Norte y el Pa¨ªs Vasco, es razonable concluir que el coste de la paz en el Pa¨ªs Vasco es mucho m¨¢s reducido que en el caso de Irlanda del Norte. Tan reducido que es dudoso que se trate de un aut¨¦ntico precio pol¨ªtico, es decir, que obligue a la mayor¨ªa a aceptar una imposici¨®n de la minor¨ªa bajo coacci¨®n.
Para afianzar la paz, el Estado y la sociedad deber¨¢n mostrar cierta magnanimidad con respecto a la reinserci¨®n de los terroristas, y es muy probable que para que ETA y su mundo se integren en el sistema haya que proceder a una reforma del Estatuto de Gernika que, por lo dem¨¢s, demanda una mayor¨ªa de los vascos. Ninguna de estas dos cosas va m¨¢s all¨¢ de lo que se contempla en la Declaraci¨®n del Congreso de mayo de 2005.
El Gobierno parece dispuesto a adoptar una posici¨®n flexible y pragm¨¢tica sin dejar de lado ciertos principios b¨¢sicos. Su superioridad sobre ETA se lo permite. Habr¨¢ de persuadir a la ciudadan¨ªa, y a las v¨ªctimas, de que es el momento de adoptar la ¨¦tica de la responsabilidad frente a la ¨¦tica de las convicciones. Esto, qu¨¦ duda cabe, va a generar un intenso debate en la sociedad.
Es absurdo intentar cortar de ra¨ªz ese debate diciendo, como hace la derecha, que el Gobierno est¨¢ dispuesto a rendirse ante ETA. Si el Estado no ha desistido cuando ETA estaba fuerte, menos lo va a hacer ahora que est¨¢ en fase terminal.
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense.
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