Qu¨¦ hacer
Ser¨ªa pol¨ªticamete absurdo y socialmente irracional minimizar la dimensi¨®n, el contenido social y el significado pol¨ªtico de la manifestaci¨®n convocada el pasado 18 de febrero por m¨¢s de 600 organizaciones sociales y con el compromiso pol¨ªtico expl¨ªcito y material de ERC. Tambi¨¦n es como m¨ªnimo arriesgado intentar desmenuzar los componentes de las motivaciones de los manifestantes, hacer comparaciones con la gran manifestaci¨®n del a?o 1977 o sugerir nuevas convocatorias que olviden el sabio consejo de que "nunca segundas partes fueron buenas".
Tres cosas est¨¢n sobre la mesa n¨ªtidamente diferenciadas. La primera es que la gran manifestaci¨®n del d¨ªa 18 tuvo como denominador com¨²n, por encima de cualquier detallismo, la reivindicaci¨®n del derecho de Catalu?a a decidir como pueblo. La segunda, que con la presencia de ERC, m¨¢s all¨¢ de la voluntad de mantener la manifestaci¨®n en el marco de la sociedad civil, adquiri¨® un car¨¢cter claramente pol¨ªtico. Y la tercera es que tuvo lugar coincidiendo con la discusi¨®n en la Comisi¨®n Constitucional de los contenidos del proyecto de Estatuto, bajo la sombra de los acuerdos entre Rodr¨ªguez Zapatero y Artur Mas, y la feroz agresi¨®n demag¨®gica del Partido Popular.
Nadie puede dudar que la dimensi¨®n de la manifestaci¨®n influir¨¢ en el dif¨ªcil proceso en que estamos inmersos
Creo que nadie puede dudar que la dimensi¨®n material, social y pol¨ªtica de la manifestaci¨®n tendr¨¢ una influencia en el dif¨ªcil proceso en que estamos inmersos. En primer lugar, porque ha hecho m¨¢s evidente que hay una parte importante de la sociedad catalana activa que, de forma gen¨¦rica pero clara, se siente protagonista del proceso actual. En segundo lugar, y no menos importante, porque el compromiso activo de ERC le atribuye autom¨¢ticamente una parte del ¨¦xito global y el monopolio del ¨¦xito pol¨ªtico. Pero este papel de ERC se acompa?a de un incuestionable estrechamiento -si no de la anulaci¨®n- de su capacidad de maniobra en la negociaci¨®n hacia la aprobaci¨®n en las Cortes Generales y, en consecuencia, a la no aceptaci¨®n definitiva de los resultados que se apuntan como mayoritarios, quedando parlamentariamente aislada, en las ant¨ªpodas del Partido Popular, lo que, todo hay que decirlo, no autoriza a nadie a establecer ninguna analog¨ªa con el partido ultraconservador.
Planteado el estado actual del tablero de ajedrez, lo primero que hay que preguntarse es qu¨¦ traducci¨®n pol¨ªtica har¨¢ ERC de la fuerza recibida de la movilizaci¨®n popular ante su actual minor¨ªa parlamentaria, que hace dif¨ªcil, si no imposible, conseguir cambios muy significativos en los contenidos del proyecto de Estatuto. ?Votar no y pedir el no en el posterior refer¨¦ndum? Si ello prosperara, nos dejar¨ªa con el Estatuto de 1979. ?Optar por la ambig¨¹edad de una abstenci¨®n, que diluir¨ªa la contundencia de las consignas gen¨¦ricas de la manifestaci¨®n y las consecuencias que extrajeron los l¨ªderes de ERC en medio del confortable calor de las multitudes?
Hay que preguntarse por las consecuencias pol¨ªticas de la manifestaci¨®n, ali?ada con la presencia de todos los miembros de ERC sobre el Gobierno de la Generalitat. Pese a la capacidad el¨¢stica demostrada por nuestro alto Ejecutivo en m¨¢s de un grave conflicto, se hace dif¨ªcil imaginar que si prolonga su continuidad, como parece ser la opci¨®n del presidente Pasqual Maragall, quede indemne su credibilidad ante las posiciones activamente encontradas a la hora de pedir el voto en el refer¨¦ndum.
Ni que decir tiene que la perpetuaci¨®n de los desencuentros entre las fuerzas pol¨ªticas de Catalu?a y de parte de ¨¦stas con el Gobierno de Zapatero, en su caso, tendr¨¢ repercusiones en la pol¨ªtica espa?ola y consecuencias en el proceso inciado en Euskadi.
Algo importante sucedi¨® en Catalu?a el pasado 18 de febrero. La gran pregunta ahora es qu¨¦ hacer con el resultado para que su impulso repercuta positivamente en lo que todos, o la inmensa mayor¨ªa, deseamos, manifestantes o no, que es avanzar en el autogobierno de la Catalu?a que hist¨®ricamente tiene entre sus signos de identidad el ser solidaria.
Una personalidad pol¨ªtica, aduciendo mi experiencia de 1979, me ha preguntado mi opini¨®n sobre c¨®mo dar una respuesta positiva a la situaci¨®n actual. Le he llamado la atenci¨®n sobre la diferencia entre las dos situaciones y sobre el proceso seguido por los l¨ªderes en los dos procesos, pero en cierta forma escond¨ªa mi incapacidad para formular propuestas. Y como los dos somos m¨¦dicos, le he recordado que siempre se nos puede exigir el diagn¨®stico e incluso aventurar el pron¨®stico, pero que no siempre tenemos en nuestras manos la terap¨¦utica oportuna, en cuyo caso la sabidur¨ªa hipocr¨¢tica aconseja, como primera medida, no caer en la osad¨ªa de actuar a ciegas y hacer da?o, sino observar la evoluci¨®n del proceso con la confianza que los l¨ªderes actuales mejorar¨¢n la situaci¨®n con algo m¨¢s que con pa?os calientes.
Antoni Guti¨¦rrez D¨ªaz es ex vicepresidente del Parlamento Europeo
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