26 a?os del 28-F
Hace hoy veintis¨¦is a?os, el 28 de febrero de 1980, siete de las ocho provincias andaluzas votaron a favor de una autonom¨ªa por la v¨ªa r¨¢pida. En Almer¨ªa gan¨® el No, pero una modificaci¨®n de las leyes sobre los referendos permiti¨® a Andaluc¨ªa alcanzar el m¨¢ximo nivel de competencias que otorgaba la nueva Constituci¨®n de 1978. Con ello se logr¨® acceder a la autonom¨ªa por el art¨ªculo 151, como antes lo hab¨ªan hecho las comunidades consideradas "hist¨®ricas", Catalu?a, Pa¨ªs Vasco y Galicia. La autonom¨ªa por la v¨ªa r¨¢pida no se logr¨® sin dificultades. El gobierno de la UCD propugn¨® la abstenci¨®n, a pesar de la fuerte contestaci¨®n interna que tuvo en la Comunidad. El ministro andaluz Manuel Clavero Ar¨¦valo present¨® su dimisi¨®n en desacuerdo con esta postura. Este catedr¨¢tico de Derecho Administrativo dijo una frase hoy muy recordada, en alusi¨®n a que hab¨ªa que reclamar para Andaluc¨ªa lo mismo que ten¨ªan las comunidades hist¨®ricas: "Caf¨¦ para todos".
El 28-F fue posible por la existencia de una conciencia regional de identidad que tuvo su espoleta el 4 de diciembre de 1977, cuando cientos de miles de andaluces salieron a la calle para reclamar una autonom¨ªa plena. Ese d¨ªa en M¨¢laga fallec¨ªa Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa Caparr¨®s, que recibi¨® un disparo en medio de una carga policial. Este clamor por una autonom¨ªa de primera posibilit¨® un a?o mas tarde el Pacto de Antequera, por el que once partidos se compromet¨ªan a dotar a la comunidad del m¨¢s alto nivel de competencias. Ser¨ªa una barbaridad discutir que, transcurrido m¨¢s de un cuarto de siglo, Andaluc¨ªa no ha avanzado de forma sustancial con su autonom¨ªa y que la comunidad -como no pod¨ªa ser de otra forma- ha elevado su desarrollo econ¨®mico, se ha dotado de nuevas infraestructuras, y ha mejorado la calidad de vida de los andaluces. Pero ser¨ªa la misma barbaridad no cuestionar el alto nivel de autocomplacencia, las diferencias sociales que siguen existiendo, y los problemas de localismos y de agravios entre provincias que, transcurrido tanto tiempo, se mantienen vigentes y nos alejan de una comunidad realmente vertebrada.
Hace apenas dos semanas, el pleno del Parlamento aprob¨® por 64 votos a favor (PSOE e IU) y 42 abstenciones (PP y PA) la toma en consideraci¨®n de la proposici¨®n de ley de reforma del Estatuto. Es evidente que ese esp¨ªritu del 28-F que posibilit¨® el primer estatuto tiene muy poco que ver con el ambiente que se vive ahora para acometer esta reforma. Unos cambios que apenas han levantado inter¨¦s alguno en los andaluces, a pesar de la insistencia de los partidos y de los medios de comunicaci¨®n por instalarlo en el centro del debate pol¨ªtico. Eso s¨ª, siempre a remolque del Estatuto de Catalu?a. La crispaci¨®n y la demagogia est¨¢n apartando a la ciudadan¨ªa de este debate, ante la incapacidad de los l¨ªderes pol¨ªticos de articular un mensaje n¨ªtido sobre las consecuencias que tendr¨¢ esta segunda transformaci¨®n del estado auton¨®mico.
Ser¨ªa deseable que el nuevo Estatuto logre el consenso que tuvo el anterior. Es dif¨ªcil el encaje de una norma que no cuente con el respaldo del segundo partido m¨¢s votado en la comunidad. Pero tambi¨¦n es evidente que dos no pueden llegar a un acuerdo si uno de ellos ni tan siquiera se sienta a dialogar. La semejanza m¨¢s clara entre la situaci¨®n actual y ese a?orado esp¨ªritu del 28-F est¨¢ esencialmente en el tejado del PP. Esta formaci¨®n pol¨ªtica corre el riesgo de repetir, un cuarto de siglo despu¨¦s, el grave error que cometi¨® su antecesor en el centro-derecha en Andaluc¨ªa. Las consecuencias de ese error a¨²n la est¨¢n pagando y han permitido al PSOE eternizarse al frente del gobierno de la Comunidad. Los actuales planteamientos del PP no hacen m¨¢s que echar le?a al fuego de ese ¨¢rbol ca¨ªdo. Y lo hace en unos momentos donde apenas quedan otros actores en la Comunidad. El PA est¨¢ sumido en la m¨¢s absoluta irrelevancia e IU, que s¨ª se ha comprometido, tiene escaso peso social. Tras 26 a?os de autonom¨ªa, ser¨ªa saludable que la sociedad andaluza dispusiera de al menos dos partidos con la suficiente confianza de los ciudadanos para alternarse alg¨²n d¨ªa en el poder. El problema es que el PP est¨¢ cada d¨ªa m¨¢s lejos de abanderar ese cambio y que el PSOE lo sabe demasiado bien, y sigue por ello acomodado.
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