La muerte por la espalda
El mundo se par¨® para los familiares de los afectados cuando una de las 2.000 balas que dispar¨® la polic¨ªa se meti¨® en sus vidas
La muerte irrumpi¨® en su vida cuando apenas ten¨ªa siete a?os. Entonces no comprendi¨® por qu¨¦ una bala hab¨ªa traspasado la cabeza de su hermano, pero aprendi¨® a borbotones el significado de sus consecuencias. Era la media noche de aquel 3 de marzo marzo de hace treinta a?os cuando Evang¨¦lica Barroso vio llorar desesperada a su madre por vez primera. Poco antes, su padre se hab¨ªa dado de bruces con el cad¨¢ver de su hijo en el hospital de Santiago Ap¨®stol. Llevaba toda la tarde busc¨¢ndole de puerta en puerta. Ni una llamada oficial. Ni una palabra de consuelo.
A pesar de los siete a?os que ten¨ªa entonces, Eva no puede olvidar. Su hermana mayor la arranc¨® de aquel universo de gritos, llantos y dolor de adultos y le cont¨® la verdad: "Tu hermano no va a venir m¨¢s, no va a venir m¨¢s". A Romualdo Barroso, un joven comprometido de 19 a?os, que trabajaba de d¨ªa y estudiaba maestr¨ªa industrial, de noche le dispararon por la espalda. Recibi¨® el balazo en la parte de atr¨¢s de la cabeza. El proyectil sali¨® por su frente.
"Somos v¨ªctimas del terrorismo de Estado y quiero que se reconozca" dice Maite B¨®veda
Eran tiempos convulsos, de reivindicaciones sociales, de carest¨ªa de la vida, de resistencia empresarial a adaptarse a los nuevos tiempos y de cerraz¨®n de los aparatos del franquismo para avanzar hacia la libertad.
Para los ni?os que vivieron de cerca aquel drama, la historia todav¨ªa no exist¨ªa, ni eran consciente de la encrucijada en la que se revolv¨ªa todo un pa¨ªs. Su mundo se par¨® cuando sintieron que una de las 2.000 balas que aquella tarde dispar¨® la polic¨ªa para disolver una asamblea de trabajadores en la parroquia de San Francisco de As¨ªs, en Zaramaga, les hab¨ªa robado, adem¨¢s, la ni?ez. Desde entonces, aunque siguen adelante con sus vidas, viven en un bucle, atrapadas en una historia que cada d¨ªa que pasa sigue doliendo, pero que oficialmente no existe.
Aquella jornada aciaga, despu¨¦s de m¨¢s de dos meses de lucha sindical y en medio de una huelga general, los trabajadores celebraron una asamblea en la iglesia del barrio obrero de Zaramaga. Dentro hab¨ªa varios miles de asistentes, afuera muchos m¨¢s y en medio un centenar de agentes de la Polic¨ªa Armada. Entonces sucedi¨® lo incompresible. Por la emisora de radio que comunicaba a los grises con el centro de mando, alguien dio la orden de gasear con bombas lacrim¨®genas el interior de la iglesia. "Gasear la iglesia. Cambio". S¨®lo hab¨ªa una salida, la puerta principal. Ni ventanas ni terraza. Cuando empezaron a salir a borbotones para no morir asfixiados, la polic¨ªa les tirote¨®. "Que manden fuerza aqu¨ª, que hemos tirado m¨¢s de 2.000 tiros. Cambio", se escucha en las grabaciones.
Aquella jornada, Romualdo Barroso, de 19 a?os, Francisco Aznar, de 17, y Pedro Mari Ocio, de 27, murieron en el acto al salir de la iglesia. Jos¨¦ Castillo, de 32, y Bienvenido Pereda murieron despu¨¦s de una larga agon¨ªa. Otros 150 sufrieron heridas de bala.
Maite B¨®veda ten¨ªa cinco a?os cuando se enter¨® del "accidente" de su padre. A Jos¨¦ Luis B¨®veda, como a la mayor¨ªa, tambi¨¦n le dispararon por detr¨¢s, cuando escapaban de aquella trampa asfixiante. La bala entr¨® por la espalda y se aloj¨® en el pulm¨®n.
Las grabaciones de las emisoras policiales muestran que lo sucedido fue m¨¢s que una intervenci¨®n desafortunada. "Ya tenemos dos camiones de munici¨®n, ?eh? O sea que a actuar a mansalva, y a limpiar, nosotros que tenemos las armas; a mansalva y sin duelo de ninguna clase". Por la manera en que relataron los hechos los agentes participantes, fue una victoria militar sin precedentes contra trabajadores desarmados: "En Salinas [plaza Mart¨ªn de Salinas] hemos contribuido a la paliza m¨¢s grande de la historia. Cambio.", reportaba por la radio un polic¨ªa.
Maite cumple este mes 35 a?os y los primeros recuerdos que tiene de la infancia se remontan a aquellos d¨ªas. Rememora con tristeza que sonaba el No nos mover¨¢n en el tocadiscos familiar y dice que no olvidar¨¢ nunca la imagen de su padre cruzando el umbral de su casa, fam¨¦lico, despu¨¦s de mes y medio en el hospital. Hace poco m¨¢s de un a?o falleci¨®. "Somos v¨ªctimas del terrorismo de Estado", dice. "As¨ª es como lo siento y as¨ª es como me gustar¨ªa que se reconociera".
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