Ingres, el acad¨¦mico maldito
La ¨²ltima retrospectiva parisiense de Jean Auguste Dominique Ingres (1780-1867) conmemoraba en 1967 en el Petit-Palais el centenario de la muerte del artista. En 1999, una exposici¨®n de sus retratos pintados y dibujados viaj¨® con ¨¦xito de Londres a Nueva York y a Washington. Fue lamentable que no se trasladara a Par¨ªs. Y es que el Louvre ya ten¨ªa previsto, para febrero de 2006, una retrospectiva de gran envergadura en sus muros en la que se presentar¨ªan todas las facetas de la obra de este pintor. Extraer¨ªa dibujos y cuadros del artista de sus propios recursos y de los del Museo Ingres de Montauban, pero expondr¨ªa tambi¨¦n obras mayores, que el museo ha conseguido arrancar a las celosas colecciones extranjeras.
Cosido a flechas mientras se le rend¨ªan honores, Ingres, palad¨ªn de la Antig¨¹edad y de Rafael, fascin¨® a los pintores modernistas, a Picasso, a Matisse
Nueva ofensiva parisiense, en la escena mundial de las artes, a favor de David, de sus disc¨ªpulos, de sus herejes y de sus adversarios rom¨¢nticos, uno de los momentos c¨¦lebres de la pintura francesa sobre el que la exposici¨®n De David a Delacroix en el Grand-Palais proyect¨® todos sus focos en 1974. Despu¨¦s de Delacroix (1963), de Ingres (1967), del mismo David (1989), de Prud'hon (2002), de Chass¨¦riau (2004) y de Girodet (2005), he aqu¨ª de nuevo a Ingres, esta vez presentado a plena luz en el mismo Louvre. Puede ser motivo de orgullo el que la exposici¨®n muestre el c¨¦lebre retrato del duque de Orleans (1842), durante mucho tiempo propiedad privada de los descendientes de Louis-Philippe, y que entr¨® a bombo y platillo, a finales de enero de 2006, en las colecciones del museo.
Desde 1967, nuevas investigaciones y publicaciones sobre el pintor, su correspondencia, su obra y su tiempo han ampliado los conocimientos o modificado los puntos de vista. La exposici¨®n parisiense de 2006 se propone someter a la prueba del gran p¨²blico franc¨¦s e internacional a un Ingres m¨¢s o menos al completo, reevaluado. ?Incluso rehabilitado por sus especialistas franceses y extranjeros? ?Necesita Ingres ser rehabilitado? Nadie ha puesto nunca seriamente en duda su genio como dibujante y retratista, grande entre los grandes: Holbein, Parmigianino, Bronzino, Barocci. En esta faceta de su obra, que sin embargo es muy abundante, la exposici¨®n angloamericana de 1999 demostr¨® que hab¨ªa un consenso mundial. No puede decirse en absoluto lo mismo respecto a su talento de pintor de Historia e incluso de desnudos femeninos. Sus ambiciosos cuadros de tema "trovador" o "neocl¨¢sico" o incluso sus arabescos de ba?istas y odaliscas no consiguieron en su tiempo, en que varias veces encaj¨® crueles desaires en los salones donde los expuso, ni consiguen hoy, y es lo m¨ªnimo que podemos decir, unanimidad. "Frialdad", "aburrimiento", "rareza", "colorido pobre", "Ingres en gris", ¨¦stas son las cr¨ªticas m¨¢s moderadas que habitualmente se han hecho hasta ahora (y que todav¨ªa se hacen con sordina) a un pintor enfadado consigo mismo por ser un dibujante y retratista tan prodigioso, que rug¨ªa con furia por la incomprensi¨®n o el desd¨¦n de las que eran v¨ªctimas sus doctas composiciones neomedievales, grecorromanas e incluso sus gr¨¢ciles bellezas turcas. El artista acad¨¦mico por excelencia lleg¨® a paralizar todo env¨ªo al Sal¨®n de la Academia de Bellas Artes desde 1834 hasta 1855. Este mismo a?o consinti¨®, en la secci¨®n de Bellas Artes de la Exposici¨®n Universal, que se presentara una retrospectiva de 43 cuadros suyos que impresionaron al p¨²blico y que le valieron, adem¨¢s de la gran cruz de la Legi¨®n de Honor, algunos elogios de Baudelaire, ferviente admirador en cambio de su rival Delacroix. No fue menor su rabia al ver expuestos tambi¨¦n a Delacroix y a Vernet, y en una sala separada en igualdad con ¨¦l.
Ingres, pintor de Historia, guar-
di¨¢n intransigente de la tradici¨®n acad¨¦mica, se encontr¨® pues en una situaci¨®n parad¨®jica y penosa. Tuvo en su contra a la vez a los admiradores ortodoxos de su antiguo maestro David y a los celadores de la herej¨ªa "rom¨¢ntica" cuyos dioses eran G¨¦ricault y Delacroix. Este apoyo en falso le salv¨®, post m¨®rtem. Cosido a flechas mientras se le rend¨ªan honores, este palad¨ªn de la Antig¨¹edad y de Rafael fascin¨®, desde los a?os 1902 a 1914, a los pintores modernistas, a un Picasso, a un Matisse, antes de lograr que le defendieran, despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, los historiadores del arte m¨¢s conservadores, felices de haber encontrado en ¨¦l a una rara avis, a un gran pintor acad¨¦mico en cierto modo "maldito", pero tambi¨¦n los m¨¢s vanguardistas historiadores del arte, encantados de atribuir erupciones de erotismo al pintor pretendidamente "fr¨ªo", y al pintor "trovador" o "neocl¨¢sico", un primitivismo e incluso una abstracci¨®n, que abr¨ªa el camino, sin saberlo ¨¦l, a la revolucionaria modernidad.
Durante la exposici¨®n De David a Delacroix, en la que saltaba a la vista la inaccesible singularidad de Ingres, pintor de Historia, uno de los comisarios, Jacques Foucart, se indign¨® de que la mayor¨ªa de sus colegas hubiera excluido el Martyre de Saint Symphorien, la pintura hist¨®rica m¨¢s controvertida de Ingres. En un ensayo del cat¨¢logo de 2006, su hermano menor, el historiador del arte Bruno Foucart, le dedica un elogio apasionado al Symphorien y a otros cuadros de Historia sagrada, convirtiendo a Ingres en te¨®logo de la Encarnaci¨®n mediante la imagen. En el extremo opuesto, en el mismo cat¨¢logo, hay lugar para ensayos en los que, m¨¢s all¨¢ del "modernismo inconsciente" que le hab¨ªa atribuido en 1967 el historiador del arte americano Robert Rosenblum, los complicados rascacielos de la theory psicoanal¨ªtica, neomarxista o feminista de moda en los campus pijorradicales de Estados Unidos se erigen por encima de los desnudos y las pinturas hist¨®ricas de Ingres, y los conceptualizan a muerte. Fue Louis-Antoine Prat quien record¨®, en calidad de especialista del dibujo, que la incuestionable superioridad de Ingres reside en su ciencia y en su genio de dibujante, no s¨®lo en sus retratos sobre papel, sino tambi¨¦n en los maravillosos y superabundantes bocetos de preparaci¨®n de sus "pinturas hist¨®ricas" y de sus desnudos e incluso, como sostiene Gary Tinterow del Metropolitan, en sus dibujos de paisajes.
A pesar de todo, m¨¢s all¨¢ del ¨¦xito asegurado de los numerosos y sublimes retratos expuestos en esta retrospectiva de 2006 y el de sus no menos admirables dibujos, lo que est¨¢ en juego con esta exposici¨®n concebida por Vincent Pomar¨¨de, St¨¦phane Gu¨¦gan y Louis-Aantoine Prat, depender¨¢ de la reacci¨®n del p¨²blico de hoy, prendado de Caravaggio, Vel¨¢zquez, Rembrandt y Goya, ante Ingres, pintor de Historia y pintor de desnudos, esta vez representado con mucha m¨¢s generosidad que en las exposiciones de 1967 y 1974.
La vida de Ingres fue tan poco escandalosa o pat¨¦tica como la de un Poussin o un C¨¦zanne. Alcanz¨® una gloria dif¨ªcil casi tan tarde como ellos. Buen hijo de un pintor de Montauban que fue su primer maestro art¨ªstico, "subi¨®" a Toulouse, donde la Academia real hab¨ªa alimentado una actividad art¨ªstica de calidad y donde conserv¨® toda la vida buenas amistades, y despu¨¦s "subi¨®" de nuevo a Par¨ªs en 1797, donde entr¨® en el taller de David. Este provinciano desconfiado y trabajador casi rivaliza con Poussin en la duraci¨®n de sus estancias en Italia, lejos de la mundanidad y de las disputas parisienses. Primero como interno en la Academia de Francia en Roma, despu¨¦s a t¨ªtulo privado (1806-1824), a continuaci¨®n y de nuevo en 1835-1841, como director de la Villa M¨¦dicis. Casado en 1813 con Madeleine Chapelle, a la que unos amigos hicieron venir para ¨¦l de Gu¨¦ret a Roma, de 30 a?os (¨¦l ten¨ªa 33), le dedic¨®, hasta que enviud¨® en 1848, todo el afecto del marido y todo el ardor del amante: desnuda o vestida, la se?ora Ingres ser¨¢ de lejos durante 30 a?os el modelo femenino preferido del se?or Ingres.
Su paso por el taller de David
hizo que empezara a emular a talentos sin parang¨®n, sus estancias en Roma y Florencia, lugares de encuentro universales de artistas y aficionados, lo llevaron a conocer todas las escuelas y tendencias del arte europeo: y, sin embargo, este protagonista de la escena mundial de las artes de entonces no dej¨® de ser el modelo mismo del gran artesano franc¨¦s, obcecado en la b¨²squeda de la perfecci¨®n y provisto de pocas ideas, aunque fijas y asistidas por unas dotes naturales inmensas. El retratista, se ha dicho y repetido y se volver¨¢ a decir, es prodigioso en un g¨¦nero en el que los pintores franceses han sobresalido en cambio continuamente. Pero puede que le "falte esp¨ªritu", para retomar las palabras de Baudelaire. La ilustre efigie potentemente estructurada del se?or Bertin sentado (que inspir¨® la Gertrude Stein de Picasso) sacrifica a su modelo, uno de los hombres m¨¢s refinados, valientes y generosos de su ¨¦poca, a quien convirti¨® en emblema de una burgues¨ªa posesiva y saciada.
Por m¨¢s que se empe?e el psicoan¨¢lisis, la fascinaci¨®n por la l¨ªnea pura de los desnudos serpentinos o redondeados de Ingres, inspirados en la Dana¨¦ de Correggio, o en la Diana de Fontainebleau, o en las miniaturas persas, no tiene nada de sensual ni siquiera de er¨®tico. Es una alegr¨ªa casta del ojo art¨ªstico, desprovista de todo "valor t¨¢ctil".
Incluso en sus pinturas de historia antigua o en las de tema "trovador", Ingres no puede evitar mostrar su ciencia excepcional del dibujo "a trazos" de los jarrones griegos y de la piedra antigua grabada, ciencia y estilo dif¨ªciles o imposibles de conciliar con la profundidad del campo, las "medias tintas" que hacen "virar" las figuras y, a mayor raz¨®n, con la sensualidad de las materias coloreadas. ?Hay que hacer de este adorador de Rafael a un "prerrafaelita", a un "primitivista" a su pesar, como insisten hoy varios especialistas? Veamos en ¨¦l m¨¢s bien a un rey del dibujo y encontraremos inmensas bellezas, precisamente donde m¨¢s se empe?¨® en disfrazar lo que le hac¨ªa incomparable.
Traducci¨®n de M. Sampons. Marc Fumaroli es historiador, ensayista y acad¨¦mico franc¨¦s. Ingres (1780-1867). Museo del Louvre. Par¨ªs. Hasta el 15 de mayo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.