Filosof¨ªa expresionista
Spuren, es decir, "rastros" -que es como deber¨ªa haberse traducido el t¨ªtulo de esta obra de Ernst Bloch, porque Spuren en alem¨¢n son las pistas o las se?ales que deja algo a su paso, y no necesariamente son huellas-, es un libro extra?o, tan extra?o como su autor: fil¨®sofo de estilo oracular en cuya obra se amalgama una combinaci¨®n de mesianismo jud¨ªo con un caracter¨ªstico e irredento utopismo, un punto teologizante, claramente marxista y hegeliano, filiaci¨®n que Bloch, a diferencia de muchos de sus contempor¨¢neos, nunca ocult¨®. Hay que decir que la observancia hegeliana suele ser un rasgo de los marxistas genuinos en casi todos los casos. No conozco un solo marxista aut¨¦ntico que hable mal de Hegel.
HUELLAS
Ernst Bloch
Traducci¨®n de Miguel Salmer¨®n
Pr¨®logo de Jos¨¦ Jim¨¦nez
Tecnos-Anaya. Madrid, 2005
174 p¨¢ginas. 19 euros
Bloch, quiz¨¢ por contraste con el estalinismo dominante en su ¨¦poca, suele ser presentado como una especie de hereje del marxismo cuando deber¨ªa figurar como representante de cierta ortodoxia milenarista que es propia de esta corriente de pensamiento. Recu¨¦rdese que, en sus escritos sobre la historia del marxismo, Kolakowski llam¨® la atenci¨®n sobre la importancia que tuvieron en la formaci¨®n de la conciencia revolucionaria del joven Marx, estudiante en Berl¨ªn, las lecciones de Hegel tanto como las ideas mesi¨¢nicas de las sectas jud¨ªas a las que pertenec¨ªan algunos de sus amigos de entonces (Bauer, K?ppen, Rutenberg, Ruge) cuyos trazos (Spuren) tambi¨¦n se dejan ver en las obras de Bloch. El materialismo hist¨®rico ten¨ªa pretensi¨®n de ser una ciencia de la historia pero sobre todo conten¨ªa el reclamo y la promesa de una reparaci¨®n social realizada en el futuro inmediato, asociada a la esperanza mesi¨¢nica de una redenci¨®n terrena (otro de los temas centrales de Bloch) que en forma de justicia social conlleva una buena dosis de torvo resentimiento de clase.
Algo de ese resentimiento se deja ver en este libro hecho de ap¨®logos y f¨¢bulas morales que Bloch compuso con cuentos sacados de su infancia y adolescencia y de la memoria de su propia experiencia personal que, como es l¨®gico, ha sido algo mistificada y alegorizada para el caso. En ellas, junto a relatos fant¨¢sticos que parecen sacados de Las mil y una noches y an¨¦cdotas urbanas insignificantes, se traen a cuento historias de obreros y campesinos maltratados, mujeres avasalladas por la polic¨ªa y toda suerte de relatos moralizantes donde se reconviene al peque?oburgu¨¦s por sus costumbres y se dan lecciones de vida por medio de exempla, paradojas y enigmas, como hacen los rabinos y los jassidim, al tiempo que se lanzan mensajes de fuerte contenido social contra la burgues¨ªa: hac¨ªa mucho tiempo que no le¨ªa un texto serio donde todav¨ªa se hable del burgu¨¦s como de una identidad reconocible en un personaje de sociedad, como un protagonista de carne y hueso.
Spuren tiene algo que recuerda a los ensayos breves de Benjamin en Direcci¨®n ¨²nica, pero si aqu¨¦l todav¨ªa consigue ganar nuestra complicidad, la escritura farragosa de Bloch resulta disuasoria. Por otra parte, la historia de las ¨²ltimas d¨¦cadas no ha ido precisamente en el sentido del pensamiento de Bloch. El marxismo se ha convertido en una ideolog¨ªa vergonzante que se practica y se ense?a a escondidas, como hac¨ªan los marranos con la Tor¨¢ en tiempos de la Contrarreforma; los grandes sistemas no conviven muy bien con el individualismo actualmente hegem¨®nico (ni con el sentido com¨²n) y, por otra parte, hacen re¨ªr y con raz¨®n a los cient¨ªficos; y la utop¨ªa es como el lazo negro de las campa?as antisida, o como uno de esos clips que le ponen a uno en la solapa los d¨ªas de la colecta de la Cruz Roja: una escarapela que acredita a quien la invoca para s¨ª un t¨ªtulo de buena conciencia social, pero como bandera no significa nada.
?Qu¨¦ se puede a¨²n rescatar de este libro envejecido? Adorno le dedic¨® uno de sus ensayos malignos, y alud¨ªa al anacronismo de Bloch, ?en 1959! Le reconoc¨ªa que hubiese intentado aqu¨ª un pensamiento hecho al hilo de narraciones -una filosof¨ªa expresionista que quiere levantar su vuelo a partir de historias cotidianas que no son par¨¢bolas, un pensamiento que es m¨¢s oral que escrito- pero le asestaba unas descalificaciones tremendas: lo comparaba con una mariposa que revolotea sobre una fuente de luz, "un filosofar que no piensa en absoluto", y retrataba a Bloch como un buhonero filos¨®fico que trata de sacar relumbre de baratijas y acaba sucumbiendo a la banalidad de sus objetos con una filosof¨ªa que, en el fondo, es kitsch. Y para rematar la faena, dec¨ªa que es como la m¨²sica de Mahler. Yo no me atrevo a ser tan terminante, pero tampoco a desmentirlo.
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