?As¨ª que esto era la liberaci¨®n de la mujer?
La alta ejecutiva, a punto de tomar un avi¨®n, se sorprendi¨® al o¨ªrse dici¨¦ndole a su madre:
-Ahora no te puedes poner mala, porque tengo que firmar un contrato en Bruselas.
La ejecutiva tiene hermanos varones, pero organiz¨® (y luego supervis¨®, angustiada, a trav¨¦s del m¨®vil) un sistema de tres turnos para cuidar a su madre.
Este episodio lo relata la secretaria de Igualdad, Soledad Murillo. Es altamente ilustrativo, dice, de la situaci¨®n de las mujeres que trabajan (un 41,50% de todas, 12 puntos m¨¢s que en 1998) y tienen hijos o familiares a su cargo. Habla de la tensi¨®n culpable de tener que cumplir al 100% en el trabajo, en casa, con los hijos, los padres o las parejas. De obligarse a ser supermujeres. Y de no llegar bien a nada.
Espa?a est¨¢ por debajo de la media de la UE en casi todos los indicadores laborales femeninos y en el riesgo de pobreza. Cuatro de cada cinco contratos a tiempo parcial son de mujeres
La dificultad para conciliar la vida laboral y familiar forz¨® en 2004 a abandonar su trabajo a 379.500 mujeres, frente a tan s¨®lo 14.500 hombres
Mar¨ªa del Mar Novillo: "Laboralmente estoy donde quiero estar, pero cuando pienso en la vida familiar me digo que qu¨¦ tomadura de pelo es ¨¦sta"
Carmen Sanz, acad¨¦mica de la Historia: "Tengo un marido estupendo. No es de los que ayudan, sino de los que comparten. Se nota el cambio generacional"
Inmaculada Gim¨¦nez: "El familiar de un paciente me dijo: 'Toma, un caramelito'. Eso jam¨¢s se lo hubiera hecho a un hombre joven"
Almudena D¨ªaz, estudiante: "Mi madre me dice que estudie, cosa que ella no pudo hacer, y que tenga autonom¨ªa econ¨®mica, que no dependa de un hombre"
Gloria Carri¨®n, limpiadora ecuatoriana, empieza a trabajar a las siete y termina a medianoche. Gana 1.075 euros y todav¨ªa est¨¢ contenta
Pilar Mart¨ªnez Ten: "Me hicieron saber que la plaza de profesor titular a la que aspiraba estaba destinada a un var¨®n que no ten¨ªa mejor perfil que yo"
Las mujeres en Espa?a: 22 millones, m¨¢s de la mitad (50,6%) de la poblaci¨®n. Las europeas que viven m¨¢s y llegan a la vejez en mejores condiciones de toda la Uni¨®n Europea, por detr¨¢s de las italianas. Est¨¢n en el grupo de cabeza en representaci¨®n pol¨ªtica -con un 36% de diputadas, por ejemplo, o con un Gobierno paritario-, seg¨²n un estudio de la Comisi¨®n Europea difundido hace unos d¨ªas. Tenemos m¨¢s militares mujeres que el resto de la UE (un 13,5%). "Y las familias han invertido en la formaci¨®n de sus hijas, su rendimiento acad¨¦mico es excelente", dice Murillo. ?sas son algunas de las buenas noticias.
Las malas noticias abundan, siguiendo las pautas del informe europeo. Espa?a est¨¢ por debajo de la media de la UE en casi todos los indicadores laborales femeninos, y tambi¨¦n en el de riesgo de pobreza. Adem¨¢s, los ¨²ltimos datos del Instituto Nacional de Estad¨ªstica son elocuentes: cuatro de cada cinco contratos a tiempo parcial est¨¢n a nombre de una mujer. Ellos ganan m¨¢s que ellas. Tanto como un 40% m¨¢s. S¨®lo uno de cada tres altos cargos p¨²blicos es mujer. En los consejos de administraci¨®n de las empresas del Ibex 35 hay un 3% de mujeres.
"Existe una resistencia de los hombres a compartir el poder econ¨®mico y decisorio", proclama Murillo, una de las art¨ªfices del anteproyecto de Ley de Igualdad aprobado el viernes por el Consejo de Ministros, y que incluye la obligatoriedad de que haya planes de igualdad en las grandes empresas, "y hay que exigir que se cuente con el talento de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n".
En un pa¨ªs en el que faltan guarder¨ªas (s¨®lo el 25% de la poblaci¨®n est¨¢ cubierta) y en el que casi la mitad de los empresarios cree que las responsabilidades familiares limitan el rendimiento laboral de las mujeres, un obst¨¢culo importante es la ardua conciliaci¨®n entre la vida familiar y laboral, algo que hizo abandonar su trabajo a 379.500 mujeres en 2004, frente a 14.500 hombres que dejaron el empleo por el mismo motivo. Algo falla. "La conciliaci¨®n", dice la secretaria de Igualdad, "es una met¨¢fora que enmascara la tensi¨®n en la que viven las mujeres que trabajan y tienen familiares a su cargo. Yo s¨®lo creo en la corresponsabilidad".
Murillo hizo un experimento en un reciente congreso para que su auditorio entendiera lo que es la corresponsabilidad: "Ped¨ª a los asistentes que me prestaran 10 agendas, cinco de hombres y cinco de mujeres. Las de los hombres ten¨ªan citas de trabajo, y alguna anotaci¨®n aislada en fin de semana tipo 'comida en casa de'. En las agendas de ellas, adem¨¢s de las notas laborales, hab¨ªa cosas como 'fiesta de cumplea?os de mi hijo Fulano' o 'hablar con Mengano, que le veo deca¨ªdo'. Despu¨¦s de ver esas diferencias, todos captaron lo que es corresponsabilidad".
Desde una viuda de 79 a?os hasta una estudiante de 21, de una ejecutiva a una limpiadora, nueve mujeres comparten aqu¨ª sus reflexiones sobre la igualdad.
El motor de la casa
MAR?A DEL MAR NOVILLO
(38 a?os. Dos hijos)
Ejecutiva
El mi¨¦rcoles pasado, a Mar¨ªa del Mar Novillo, una psic¨®loga de 38 a?os con un cargo ejecutivo en una empresa de trabajo temporal, le fall¨® su asistenta, que est¨¢ en casa todo el d¨ªa. Tuvo que levantarse a las seis de la ma?ana, vestir y dar de desayunar a sus dos hijos, llevarlos al colegio y recoger la casa. Eso antes de enfrentarse a 45 minutos de trayecto hasta su trabajo en un Madrid congestionado, destinar ocho horas a ¨¦ste, y despu¨¦s salir corriendo a impartir clase en un m¨¢ster. Su jornada concluy¨® cerca de las once de la noche, con los ni?os, de tres y cinco a?os, ya en la cama. Esta vez los hab¨ªa acostado su marido.
"No lo llevamos mal, porque lo tengo bien organizado. El problema viene cuando un ni?o se pone malo, que es muy frecuente, o la asistenta no puede venir", reflexiona Mar¨ªa del Mar. Y con la soledad ante las complicaciones llegan los reproches a su marido, un economista que trabaja en banca. "Y cuando te quejas, reaccionan, pero resulta que el trabajo le ocupa a ¨¦l el 90% de su tiempo, y yo tengo que tener espacio en la cabeza para los asuntos familiares".
Es la responsable de selecci¨®n de personal en una empresa con 100 empleados. "Laboralmente estoy donde quiero estar", dice, aprovechando la hora de la comida para conversar, "pero cuando pienso en la vida familiar me digo que qu¨¦ tomadura de pelo es ¨¦sta. Y no estoy preparada para ser s¨®lo ama de casa como mi madre".
"Las mujeres hemos ganado en independencia econ¨®mica y en desarrollo profesional y hemos perdido el compartir tiempo con los hijos. Salgo de casa antes que ellos, no los llevo al colegio, y s¨ª, los acuesto. En realidad soy una madre de fin de semana". Y un ama de casa de fin de semana, tambi¨¦n. S¨¢bados y domingos, comidas, cenas, ba?os y limpieza corren a cargo de ella. El padre comparte con los peque?os ocio y juegos.
Hacer la colada es labor de las mujeres en el 81% de las parejas, y cocinar, en tres de cada cuatro hogares, seg¨²n una encuesta del CIS de 2005. "Nosotras tenemos la responsabilidad. Ellos ayudan", concluye la ejecutiva. "Eso se not¨® cuando me fall¨® la asistenta. El motor de la casa soy yo, yo soy quien organiza y planifica".
Madre joven busca trabajo
SONIA P?REZ
(33 a?os. Dos hijos)
Diplomada en Mercadotecnia
y Publicidad
Sonia P¨¦rez busca trabajo, aunque ella dice que est¨¢ obligada con uno al que se dedica sin horario, siete d¨ªas a la semana, las 24 horas del d¨ªa, y que consiste en ser, accidentalmente, ama de casa y madre de dos hijos. Sabe que encontrar el empleo al que aspira le resultar¨¢ dif¨ªcil, no s¨®lo porque tiene un ni?o de dos a?os y medio y una ni?a de dos meses. Tambi¨¦n porque persigue un trabajo con contrato fijo y del que pueda salir a las cinco de la tarde, como cuando viv¨ªa en Inglaterra. "All¨ª todo el mundo pliega a esa hora, el cambio de horarios es algo que habr¨ªa que exigir", protesta Sonia. Ella es una m¨¢s del creciente pelot¨®n de espa?olas -seis de cada 10 madres- que se enfrenta a tener hijos despu¨¦s de los 30. Hoy, su d¨ªa a d¨ªa se encierra en un horizonte de pa?ales, biberones, coladas e idas y venidas a la guarder¨ªa para llevar a su hijo mayor. Una guarder¨ªa, por supuesto, privada, porque en el barrio madrile?o donde vive, de nueva creaci¨®n, s¨®lo hay dos centros p¨²blicos. La guarder¨ªa le cuesta pr¨¢cticamente todo el sueldo que gana en su trabajo de 60 d¨ªas al a?o como dependienta en unos grandes almacenes, un empleo que acept¨® para poder tener a su primer hijo. "Y yo, encima, me siento una privilegiada, porque cuando me toca trabajar, mi marido se encarga de cuidar a los ni?os. Tengo amigas cuyas parejas no hacen nada, todo lo m¨¢s pagar a alguien".?Qu¨¦ har¨ªa para mejorar situaciones como la suya? "Cambio de horarios en los trabajos, construir m¨¢s centros infantiles y obligar a las empresas a que monten guarder¨ªas. Y por ley, que es una verg¨¹enza". Enfatiza mucho, pero concede: "Nuestras madres se resignaban. Nosotras, no; yo conozco gente que se ha separado porque su pareja no comparte las tareas familiares".
S¨ª, Sonia busca trabajo. Sabe que lo tiene mal: "Si hay cuatro candidatos y t¨² eres mujer y tienes hijos peque?os, nunca te lo dir¨¢n, pero contratar¨¢n a cualquiera de los otros aspirantes".
La eterna estudiante
INMACULADA GIM?NEZ (28 a?os)
Psic¨®loga y 'mileurista'
Inma, aparentemente, ha crecido creyendo en la igualdad. Con su hermano peque?o jugaba tanto al f¨²tbol como a las casitas. Fue a la universidad en los noventa, cuando las mujeres hab¨ªan ocupado las aulas masivamente y eran ya m¨¢s que los hombres. Durante la carrera no not¨® diferencia alguna con sus compa?eros. Al acabar se tuvo que enfrentar, como ellos, a un mundo laboral imposible, saturado de reci¨¦n licenciados nacidos durante el baby boom. Y sigui¨® estudiando.
Su formaci¨®n es interminable: m¨¢ster en psico-oncolog¨ªa, estudios de doctorado, beca Erasmus en Francia y voluntaria en todo tipo de asociaciones y hospitales. Muchas pr¨¢cticas sin cobrar para conseguir experiencia profesional y romper el c¨ªrculo vicioso del "si no has trabajado, no te contratamos". Viguesa de nacimiento, se traslad¨® a Madrid hace cinco a?os para hacer el posgrado que le podr¨ªa permitir dedicarse a su vocaci¨®n: ayudar a los enfermos de c¨¢ncer. Mientras tanto, para comer y pagar el alquiler de su piso, compartido, "trabajaba en mil cosas", desde hacer inventarios en grandes almacenes hasta explicar el apurado perfecto que dejaban las maquinillas de afeitar de una determinada marca.
Cuando termin¨® el m¨¢ster empezaron los contratos basura. Y eso cuando lo hab¨ªa. En una cl¨ªnica estuvo cobrando en negro durante casi a?o y medio. Cuatrocientos euros por media jornada. "Todav¨ªa pienso sobre si era humillante o no, pero necesitaba el dinero y me gustaba lo que hac¨ªa". Al menos trabajaba como psic¨®loga. Empez¨® a sentir que no era tan igual a los hombres. Est¨¢ convencida de que a ellos se les considera "m¨¢s profesionales" y que consiguen antes puestos de responsabilidad. "Una vez, el familiar de un paciente del hospital me dijo, como si fuera una ni?a, 'toma, te doy un caramelito'. Eso jam¨¢s se lo habr¨ªa hecho a un hombre, por joven que fuera". Acab¨® cort¨¢ndose el pelo y pint¨¢ndose para parecer mayor y ganar respeto.
Hasta hace un mes, nunca ha cobrado m¨¢s de 1.000 euros. "Yo quer¨ªa ser mayor, comprarme un piso y dejar de sentirme estudiante, pero no hab¨ªa manera". Los hijos, por supuesto, ni se le han pasado por la cabeza, a pesar de que tiene novio desde hace ocho a?os. "Para eso hay que tener estabilidad econ¨®mica". Hace un mes dej¨® su trabajo en la cl¨ªnica. Le ofrecieron un contrato fijo en una revista para adolescentes, como redactora y encargada del consultorio psicol¨®gico. Y acept¨® dejar su profesi¨®n. "La gente a veces me mira como pensando 'qu¨¦ pena, d¨®nde has terminado'. Pero se equivocan. Tengo un trabajo de nueve a cinco y derechos laborales que no hab¨ªa visto antes de ni de lejos. Estoy recuperando amigos que hac¨ªa un a?o que no ve¨ªa. Es el momento m¨¢s feliz de mi vida". A los 28 a?os ha empezado a sentirse adulta.
En la ¨¦lite acad¨¦mica
CARMEN SANZ (44 a?os)
Real Academia de la Historia
Acaba de ingresar en la Real Academia de la Historia. Ser¨¢ la tercera mujer en esta instituci¨®n de 36 miembros en la que hasta ahora s¨®lo hab¨ªa dos acad¨¦micas."Historia. Historia. Historia". La joven Carmen pidi¨® cursar esta carrera en todas las opciones en la Universidad. Sanz ha llegado en plena juventud a una Academia acostumbrada a recibir a sus miembros "a la edad de los honores". ?Ser¨¢ el comienzo del cambio? La historiadora achaca su elecci¨®n "a haber demostrado", dice, "que tengo ganas de trabajar". Sus publicaciones son numerosas, pero a¨²n no ha logrado ganar las oposiciones a c¨¢tedra.
Tiene dos hijos, de 16 y 10 a?os, est¨¢ casada con un qu¨ªmico y confiesa que su tiempo libre es escaso. "Pero tengo un marido estupendo: no es de los que ayudan, sino de los que comparten", aclara. Sanz reconoce que cruzan sus agendas cada semana "para ver qui¨¦n tiene mejor las cosas y qui¨¦n se encarga de determinadas tareas. Hay cosas en la casa que no puede hacerlas la asistenta", explica. "En mi pareja se nota ya el cambio generacional y de roles", reflexiona. Recuerda que en las carreras de humanidades, y en investigaci¨®n, las mujeres representan el 30%, "pero la producci¨®n es del 40%, as¨ª que trabajamos mucho. En las c¨¢tedras, sin embargo, el desequilibrio entre hombres y mujeres es a¨²n brutal", a?ade.
Fregar a todas horas
GLORIA CARRI?N
(42 a?os. Ecuatoriana)
Limpiadora
Trabaja por horas y vive en un piso que se ha comprado en Parla (Madrid), con sus dos hijos y la novia del mayor. Alquila la habitaci¨®n principal de su casa y limpia en tres peluquer¨ªas y un restaurante. Empieza a las siete de la ma?ana y termina a las doce de la noche. Gana 1.075 euros. Pero est¨¢ contenta. "Yo lo que quiero es hacer muchas cosas y poder mandar dinero a mi pa¨ªs. No me cuesta trabajar. Siempre lo he hecho". Es una de los 3.730.610 extranjeros que hay en Espa?a, el 8,5% de la poblaci¨®n. Pr¨¢cticamente la mitad (el 46,6%) son mujeres, y la ecuatoriana es la segunda comunidad m¨¢s numerosa, despu¨¦s de la marroqu¨ª.
Gloria lleg¨® en 2001 a Madrid sola. Su compa?ero y sus cuatro hijos, de entre 17 y 4 a?os entonces, se quedaron en su pueblo natal, en la costa de Ecuador. "Dejarlos es lo que m¨¢s me ha costado en la vida", relata nerviosa, "pero me tuve que ir, hab¨ªa noches que acostaba a los ni?os sabiendo que no ten¨ªa qu¨¦ darles para desayunar". All¨ª, como mucho, ganaba 100 d¨®lares (83 euros) al mes por jornadas de 10 horas lavando y planchando en casas de ricos. "Cuando mis hijos se enfermaban, no pod¨ªa llevarlos al m¨¦dico ni comprar medicinas. Las cosas est¨¢n muy mal, por eso venimos todos para ac¨¢". Cuando se le pregunta por la igualdad de las mujeres, pone cara de perplejidad.
Su primer trabajo en Espa?a fue como interna. Cobraba 70.000 pesetas (420 euros) al mes. "El primer cobro lo mand¨¦ entero a casa para mis hijos". Gloria consigui¨® despu¨¦s otro trabajocon una anciana enferma de Alzheimer. "Me ayudaron much¨ªsimo", asegura. A obtener los permisos de trabajo y residencia y a ir trayendo a su familia. "Sin ellos no habr¨ªa aguantado; lloraba todas las noches". Su hija peque?a va al colegio y el de 20 a?os acaba de encontrar un trabajo repartiendo peri¨®dicos. Los otros dos siguen en Ecuador. Ella sigue mandando dinero a su pa¨ªs todos los meses.
Educada en la igualdad
ALMUDENA D?AZ (21 a?os)
Estudiante
Educaci¨®n igualitaria en casa y sorpresas fuera de ella. Almudena D¨ªaz Arce, la peque?a de los tres hijos de una pareja de clase media, nunca ha sentido el peso de la discriminaci¨®n sobre su espalda, pero s¨ª lo ha visto de costado. "En la Universidad, ning¨²n chico presume de ser machista, aunque fuera s¨ª lo he visto. Tengo amigas cuyos novios les dicen 'no te pongas esa minifalda' y ellas obedecen. A alguna, el chico le ha levantado la mano", relata. "Lo que peor llevo es ver que se pisotee la dignidad de las mujeres", a?ade.
De lunes a viernes, Almudena estudia periodismo y comunicaci¨®n audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid. Los fines de semana se convierte en dependienta de un hipermercado donde los cajeros tienen que ser mujeres, algo que a ella le parece "absurdo". Cuando pone rumbo a la discoteca se encuentra con otra cosa "lamentable": "Antes de las dos de la ma?ana, las chicas entramos gratis. Es para que sirvamos de gancho al ganado masculino. Me parece pat¨¦tico. Prefiero pagar mi entrada en lugar de sentime como un cebo".
Esta universitaria tiene un referente en su madre, ama de casa y a trav¨¦s de la que mide el avance de las espa?olas en las ¨²ltimas d¨¦cadas. "Me dice que aproveche la suerte que tengo de poder estudiar, cosa que ella no pudo hacer. Me recuerda que tengo que tener autonom¨ªa econ¨®mica para no depender de un hombre". Y ¨¦se es su objetivo, que sue?a con trabajar en un peri¨®dico o en el cine y tambi¨¦n con tener hijos. "Supongo que con uno ir¨¦ bien servida, porque veo muy dif¨ªcil conciliar trabajo y familia. Me gustar¨ªa tenerlo aunque fuera sin pareja porque en mi generaci¨®n cada vez creemos menos en el amor eterno", afirma.
Lo que no pudo ser
PILAR MART?NEZ TEN (49 a?os)
Ginec¨®loga
"Todas las profesionales de mi generaci¨®n hemos renunciado a muchas cosas relacionadas con los hijos, la pareja y los amigos", reconoce la ginec¨®loga Pilar Mart¨ªnez Ten. Mientras escrib¨ªa su tesis, sobre c¨¢ncer de endometrio, sus dos hijos, ahora con 17 y 22 a?os, ten¨ªan dos y siete. A?os volc¨¢nicos en los que la plena dedicaci¨®n a la familia y a la profesi¨®n romp¨ªan sus fuerzas. "En esa ¨¦poca ten¨ªa un compa?ero al que su mujer le pasaba la tesis al ordenador, cuando regresaba del hospital le esperaba con las zapatillas y un refresco y acostaba a los ni?os para que no le molestaran. Yo tecleaba con una mano mientras pensaba en la lista de la compra y le cantaba canciones a mi hija". Otro mundo. Ley¨® la tesis en 1990. En esos a?os simultane¨® la pr¨¢ctica en un hospital p¨²blico con la docencia. Pero en 2000 ocurri¨® algo que le abri¨® los ojos: "Se qued¨® vacante una plaza de profesor titular a la que por curr¨ªculo pod¨ªa acceder y me hicieron ver que estaba destinada a un var¨®n, un profesional que no ten¨ªa mejor perfil que yo". A la sensaci¨®n de impotencia ante esta ley no escrita se unieron "multitud de dificultades cotidianas para desempe?ar funciones con mayor capacidad de decisi¨®n", a?ade, y se pas¨® a la pr¨¢ctica privada: con otra socia ahora dirige la cl¨ªnica Delta, en Madrid.
"Te pille cuando te pille la maternidad, si te apartas de la profesi¨®n, pierdes el tren. La sociedad tendr¨ªa que comprender que los hijos son un bien de todos y asumir el coste que supone su crianza. Cuando eran peque?os y ten¨ªa que hacer guardias, estaba siempre con mil cosas en la cabeza y con la eterna sensaci¨®n de ser una mala madre. Nunca me he sentido una superwoman".
Mart¨ªnez Ten admite que la presencia de mujeres en ginecolog¨ªa es imparable. Es casi una revoluci¨®n. "Cuando consegu¨ª mi plaza de adjunta en el hospital, en 1986, en mi ¨¢rea hab¨ªa 57 especialistas, y s¨®lo dos ¨¦ramos mujeres. Ahora, el 80% de los residentes son mujeres y el 50% de los adjuntos. No est¨¢n en los ¨®rganos de poder, que siguen en manos de los hombres en una proporci¨®n alarmante. Por poner un ejemplo, jefas de servicio en obstetricia y ginecolog¨ªa en toda Espa?a no hay m¨¢s que siete; profesoras titulares de esta especialidad, tres. Y en la Sociedad Espa?ola de Obstetricia y Ginecolog¨ªa s¨®lo es la secretaria".
La abogada que no fue
NATIVIDAD LORANCA
(79 a?os. Ama de casa, viuda,
5 hijos, 12 nietos y 2 bisnietos)
A la se?ora Nati la conoce el barrio entero, entre otras cosas porque saluda a todo el mundo y porque durante 14 a?os ley¨® la ep¨ªstola en misa de doce. Es mayor, viuda y vive sola. Sus ingresos no superan el salario m¨ªnimo, que es de 512 euros. Las espa?olas mayores son las m¨¢s pobres de la Uni¨®n Europea, s¨®lo por detr¨¢s de las italianas. Ella cobra 466 euros -"y 95 c¨¦ntimos", apostilla, con su memoria prodigiosa- al mes, la pensi¨®n de viudedad de su marido, que muri¨® hace 22 a?os. Y se apa?a. Dice que la ropa de mujer no se gasta y que su hija Rosita siempre est¨¢ al quite.
En su piso sin ascensor, en el populoso barrio de Ciudad Lineal de Madrid, hay una fotograf¨ªa suya con 18 a?os: una mujer de sonrisa rotunda, ya ducha en corte y confecci¨®n, que era lo que se estilaba. "Mira, mira, entonces s¨ª que era guapa", dice. Por entonces viv¨ªa en Atienza, un pueblo de Guadalajara que tambi¨¦n tiene retratado en la pared. Un pueblo en el que todo el mundo sab¨ªa qui¨¦n era el vecino que pegaba a su mujer cuando beb¨ªa. "Entonces la gente lo aguantaba", dice la se?ora Nati pegada a su estufa, "los hombres eran muy dominantes. Bueno, lo siguen siendo".
Despu¨¦s se cas¨® con un ganadero, con el que tuvo cinco hijos. ?l se levantaba a las seis de la ma?ana y tardaba d¨ªas en regresar. Ella orde?aba las vacas, cuidaba de los hijos y cocinaba para todos, incluidos los segadores y los pastores. Apenas com¨ªa, y no paraba de limpiar aquella inmensa casa de 11 habitaciones que ahora extra?a.
Hace 36 a?os vendieron todo y se vinieron a Madrid. La suerte no les acompa?¨®. "Me habr¨ªa gustado trabajar, tener mi dinero, en eso creo que las mujeres han ganado. Yo he trabajado mucho y he sufrido mucho en la vida". Ahora parece preocuparle no poder leer, por la vista, ni hacer ganchillo. Aparece el colesterol, la tensi¨®n y una dolencia cardiaca. Hasta ahora estaba sana. Las mayores espa?olas son, tras las italianas, las que tienen mejor salud de la UE.
El otro d¨ªa, en el hogar del pensionista, la se?ora Nati detall¨® los matrimonios de Pedro El Cruel a una mujer que estaba haciendo un estudio. "Con la memoria que tengo, podr¨ªa haber sido abogada. S¨ª, me habr¨ªa gustado".
Una teniente en Bosnia
VICTORIA CHISBERT (28 a?os)
Militar
La teniente de infanter¨ªa Victoria Chisbert manda una secci¨®n de una compa?¨ªa de fusiles, 30 soldados, en Bosnia. Forma parte de ese 13,5% de mujeres integradas en las Fuerzas Armadas espa?olas, las m¨¢s feminizadas de Europa. Licenciada en Periodismo antes de vestir la guerrera y portar un arma, Chisbert se considera tratada como "uno m¨¢s", una sensaci¨®n que nunca tuvo en su etapa anterior como informadora deportiva.
Destinada en la Comandancia de Baleares y ahora en la misi¨®n internacional de paz ATHEA, descart¨® ser militar de carrera de la escala superior por haber estudiado letras. Alcanz¨® su meta castrense cuando se convoc¨® una oposici¨®n que le ha abierto la puerta a un contrato renovable. "La presencia de mujeres se ha normalizado en el Ej¨¦rcito. Aqu¨ª nadie te mira diferente por ser hombre o mujer. Ni nos discriminan, y nosotras nos sentimos ¨²tiles. Hacemos nuestro trabajo como los dem¨¢s", explica por tel¨¦fono desde Mostar.
Chisbert, soltera, cree que su profesi¨®n es compatible con tener una familia. "En el mundo de la empresa no se facilita la conciliaci¨®n, pero en el Ej¨¦rcito s¨ª y aqu¨ª cobra lo mismo un teniente que una teniente", apunta la militar valenciana.
Este reportaje ha sido elaborado por Ana Alfageme, M¨®nica C. Belaza, Inmaculada de la Fuente y Charo Nogueira.
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