P¨®ngame guapa/o
??ltima tendencia al irse de tiendas? Recurrir a los 'personal shoppers', asesores de imagen que le compran a uno la ropa
Ponga que se planta delante del armario. O que su pareja lo hace. Ponga que un d¨ªa m¨¢s emerge la pregunta recurrente, ese cl¨¢sico, ese martirio de tantas/os, ya sea martirio propio o ajeno: ?qu¨¦ me pongo? Pues a eso se dedica el personal shopper. A decirle a uno lo que se tiene que poner. A dar respuesta a preguntas trascendentes, cual gur¨² de la imagen externa. Le dice a uno/a qu¨¦ le favorece. Qu¨¦ colores iluminan su cara. Qu¨¦ cuellos le sientan bien, qu¨¦ hay que potenciar, qu¨¦ conviene disimular. Y le acompa?a a uno (o le sustituye) en el acto de la compra. Un lujo tradicionalmente reservado a los m¨¢s pudientes al que empieza a acudir la gente de la calle.
La cosa empieza con una entrevista de hora y media para determinar qu¨¦ le sienta bien al cliente y qu¨¦ busca, seguida de una prueba de color. En Qu¨¦ me pongo, una de las empresas pioneras en Espa?a, con central en Barcelona, se sienta uno frente al espejo y lo empiezan a cubrir con distintas telas de colores, hasta un total de 115. En funci¨®n de la tonalidad, cambian las l¨ªneas de expresi¨®n, la mirada, la sonrisa. "Algunos colores hacen que parezca que tienes una boca m¨¢s peque?a, o los ojos m¨¢s luminosos", dice Montse Guals, sentada en una oficina muy cool de la Diagonal barcelonesa junto a Elisabet Oliv¨¦, con la que fund¨® hace seis a?os la empresa.
Rosa Serra entra en Julie Sohn, tienda de una dise?adora coreana afincada en Barcelona. Al fondo del pasillo ya le esperan Montse y Elisabet, que ya han preseleccionado algunas prendas para ella. Mientras se las prueba, las shoppers no dejan de revolotear en torno a ella, piden tallas, eligen colores, ajustan prendas. Al cabo de 20 minutos, sale de la tienda relajada y sin bolsas: con ellas cargan las shoppers, que rematan as¨ª una faena en la que la clienta se siente reina por unas horas.
Estaba cansada de su aspecto. A sus 44 a?os, Rosa se ve¨ªa mayor, vest¨ªa muy cl¨¢sica, necesitaba un cambio. Se separ¨® hace diez a?os de su marido, consigui¨® dejar de ser "la mujer de", se puso a trabajar, mont¨® una empresa de reparaciones... y a ese cambio profesional necesitaba sumar "un cambio personal". En octubre se puso en manos de las especialistas y el proceso arranc¨® con un an¨¢lisis de su guardarropa. ?Resultado?: "Me lo tiraron casi todo". Con su consentimiento, est¨¢ claro. "Ten¨ªa much¨ªsima ropa, casi tres armarios, pero nunca sab¨ªa qu¨¦ ponerme. Me cambiaba hasta 50 veces antes de salir a la calle, era un aut¨¦ntico martirio". Ahora, dice, tiene menos prendas, pero sabe c¨®mo combinarlas.
A Rosa nunca le gust¨® irse de compras. Le aburre. Ahora, en una tarde resuelve la temporada. Se gasta unos 1.500 euros, m¨¢s los honorarios de sus personal shoppers, que en este caso ascienden a 85 euros la hora. Y en tres horas, asunto resuelto. "El tiempo que perd¨ªa en tiendas, y encima sal¨ªa sin haberme comprado algo me gustara", asegura. "Con esto ahorro tiempo e incluso dinero".
Clientes, hay de muchos tipos. Entre los hombres predomina el reci¨¦n separado y el ejecutivo escaso de tiempo que ni siquiera se va con los shoppers de compras. L¨ªderes pol¨ªticos, empresarios, futbolistas y estrellas de la tele recurren a ellos. Entre las mujeres, es m¨¢s habitual encontrar perfiles menos elitistas. "Hay un 90% de mujeres entre los usuarios", afirma Silvia Cebri¨¢n, que en estos d¨ªas pone en marcha un curso para formar personal shoppers en la academia CEV de Madrid. "En Estados Unidos, te sustituye, va a hacer las compras por ti. Aqu¨ª es como buscarte a la amiga perfecta para irte de compras, porque adem¨¢s, te aconseja de verdad", cuenta entre risas.
En la estela de los grandes almacenes norteamericanos y de algunos franceses, El Corte Ingl¨¦s puso en marcha hace cuatro meses su propio servicio en uno de sus centros en Madrid y ya en enero ha recibido hasta 140 solicitudes. "En realidad, es como volver a lo antiguo", comenta M¨®nica G¨®mez Cu¨¦tara, la directora del servicio, "como cuando en los pueblos la vendedora conoc¨ªa a su clienta, sab¨ªa qu¨¦ le gustaba, con qu¨¦ le sacaba mejor partido". El servicio de estos grandes almacenes cuesta 150 euros que luego se gastan en el propio establecimiento. "Est¨¢ claro que la demanda va a ir a m¨¢s", asegura, "hoy en d¨ªa no disponemos de tiempo y necesitamos que nos ayuden a comprar".
Historias de clientes
Historias de clientes, hay para dar y tomar. La de la clienta de 83 a?os que lamentaba no haber descubierto este servicio 40 a?os antes. La del empresario madrile?o de treinta y pocos que quer¨ªa introducirse en Barcelona y que ten¨ªa la sensaci¨®n de que daba el cante, de lo tradicional que vest¨ªa: pues bien, pas¨® de vestirle su madre a hacerlo su shopper. La del hombre con posibles que acudi¨® porque no ligaba ("No somos Lourdes", le advirtieron) y para el que acabaron escogiendo hasta el color de su nuevo Mercedes. La de aquella chica guap¨ªsima de 28 a?os, vinculada al mundo de la noche, que no necesitaba ning¨²n tipo de asesor¨ªa, pero que se gast¨® 10.000 euros ("le hac¨ªa ilusi¨®n"). O la de aquella mujer que ten¨ªa un marido impresionantemente guapo y que quiso asesorarse sobre aquellos colores y prendas que peor le sentar¨ªan para poder compr¨¢rselos.
Lo curioso del fen¨®meno personal shoppers es que a la gente a¨²n le da verg¨¹enza confesar que recurre a un servicio de este tipo. Temen que se piense que carecen de personalidad o criterio para comprarse la ropa. "Nos pasa como a los psic¨®logos", dice Elisabet Oliv¨¦, "a la gente le da verg¨¹enza confesarlo". De este modo, resulta complicado que se produzca el boca a o¨ªdo. Excepto con los gays, cuenta. Ellos s¨ª que se lo cuentan entre ellos sin reparos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.