Castillos de arena y galletas
"El cine s¨®lo permanece en la memoria", coment¨® Robert Altman al recoger el premio honor¨ªfico a toda una carrera
Joaquin Phoenix cruz¨® la alfombra roja de la mano de su madre. Con un esmoquin azul marino, se par¨® a firmar algunos aut¨®grafos. El inquietante actor se agarraba con fuerza a su progenitora, una ex hippy sonriente y de pelo blanco con un parecido asombroso a su hijo muerto -River-, mito de la generaci¨®n X y sombra dolorosa para su hermano. Michelle Williams no dej¨® de acariciar la espalda de Heath Ledger, su compa?ero en la vida y en Brokeback Mountain. Fueron la pareja de la noche. Ella, con un vestido color albero y los labios rojos, parec¨ªa una gloria del pasado. Del pasado llegaron Jane Russell, Lauren Bacall y Mickey Rooney. Dolly Parton, icono del Barbie-country, derrochaba simpat¨ªa. La competici¨®n por "la joya de la noche" la ganaron Three 6 Mafia, los raperos de la pel¨ªcula Hustle & Flow. Jordan Houston, Cedric Coleman y Paul Beauregard ganaron el Oscar a la mejor canci¨®n original. S¨®lo en su dentadura se adivinaban incontables brillantes que, sumados a los tres relojes -de brillantes y diamantes- que llevaba cada uno, sumaban una cifra escalofriante.
La alfombra roja tiene sus dioses particulares y poco tienen que ver la juventud o el talento
Felicity Huffman no dej¨® de bromear con su marido, William H. Macy. Con un vestido de Zac Posen escotado hasta el ombligo, la actriz le dijo al cruzar la puerta del Kodak: "He llegado hasta aqu¨ª. Lo he conseguido". Macy no paraba de re¨ªrse de los gestos exagerados de su compa?era. Las parejas en Hollywood tienen un glamour a?adido. "Suman fama y eso es rentable", apunta un experto en celebridades. Tim Burton y Helena Bonhan Carter (a lo Betty Boop) o Jennifer L¨®pez y Marc Anthony.
El ruido de la alfombra roja fue menor que el de otros a?os. Las medidas de seguridad apenas se notaron y el griter¨ªo era menos hist¨¦rico. Con el aura que s¨®lo tienen algunas estrellas, Clooney respondi¨® al piropo de una periodista ("Est¨¢ usted muy guapo"): "Gracias. Es el esmoquin, hace milagros". Pero la alfombra roja tiene sus dioses particulares y poco tienen que ver los vestidos, la juventud o el talento. Es otra cosa. Ayer dos veteranos demostraron que siguen siendo due?os y se?ores del escenario dentro y fuera de la pantalla. Ella, Meryl Streep, que no necesita juventud ni cirug¨ªa para ser una mujer impresionante. Y ¨¦l, Jack Nicholson. Acompa?ado de sus hijos, el actor mont¨® uno de sus numeritos y tan fresco se meti¨® a todos en el bolsillo.
Streep y Nicholson se emocionaron en uno de los grandes momentos de la noche: el del Oscar honor¨ªfico al viejo Robert Altman. En el patio de butacas del Kodak Theater nadie quer¨ªa sentarse. Lily Tomlin y Meryl Streep presentaron el galard¨®n. Divertidas, recordaron la carrera de uno de los cineastas m¨¢s ¨¢cidos y brillantes de Hollywood y uno de los mejores directores de actores de la historia del cine. Alto, el director de Vidas cruzadas (una pel¨ªcula de la que es clara deudora la ganadora de este a?o, Crash) se defini¨® a s¨ª mismo como un "observador de la vida" y dijo que le debe todo a los actores con los que ha trabajado. "Amo dirigir pel¨ªculas. Han sido mi manera de entrar en el mundo, de conocer la condici¨®n humana". Altman compar¨® hacer cine con algo tan ef¨ªmero como fabricar un castillo de arena en la playa con un grupo de amigos: "Les invitas a construirlo y luego, tom¨¢ndonos una copa juntos, vemos llegar la marea, que poco a poco arrastra nuestro castillo de arena hasta perderlo en el oc¨¦ano. Es un recuerdo que s¨®lo permanece en nuestra memoria". Y a?adi¨®: "A estas alturas he construido unos 40 castillos de arena, y todav¨ªa no me he cansado de hacerlo".
Altman cont¨® que hace 10 a?os le hicieron un trasplante de coraz¨®n en una dura operaci¨®n. El ¨®rgano de una mujer de 30 a?os le salv¨® la vida. Al salir del escenario, el cineasta explic¨® que llev¨® lo m¨¢s en secreto posible aquel trasplante: "No quer¨ªa ese estigma. No me hubieran dejado hacer m¨¢s cine, ya saben c¨®mo son las cosas en esta ciudad. S¨¦ que era el coraz¨®n de una joven de 30 a?os de un lugar cercano a Tacoma o Washington. Ella perdi¨® la vida y yo esperaba un coraz¨®n. As¨ª que no puedo decirles m¨¢s, s¨®lo que tengo el coraz¨®n de una mujer". Fue una confesi¨®n extra?a. ?l mismo lo reconoc¨ªa. Pero sinti¨® el impulso de hacerlo y lo hizo. Al preguntarle sobre el efecto Brokeback y las historias gay, Altman se agarr¨® a su socarroner¨ªa y dijo: "Todas las historias son iguales. Hay hombres y mujeres y tambi¨¦n hay plantas. Hay hombres con mujeres, hombres con hombres y mujeres con mujeres. Y tambi¨¦n hay mujeres con un hombre y con otra mujer. Y ¨¦stas son las que m¨¢s me gustan".
La noche, ya fuera del Kodak Theater, continu¨® repartida. En la tradicional cena ben¨¦fica de Elton John estuvieron Sharon Stone, Frances McDormand o Catherine Keener. En Mortons, Vanity Fair agasaj¨® a los protagonistas de la noche con una de esas fiestas que nadie puede perderse. Apenas 500 invitaciones para una cita que presume de ser la gran parada de la noche. En el local, redecorado como un viejo night-club, se permit¨ªa fumar. El regalo eran piruletas y galletas que reproduc¨ªan portadas de la revista, incluida la ¨²ltima con Scarlett Johansson y Keira Kneightley desnudas.
Babelia
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