?Por qu¨¦ no hay m¨¢s mujeres en los altos cargos?
Nuestro sistema de selecci¨®n laboral prima cualidades masculinas como la autoconfianza y la agresividad, y es preciso cambiarlo para que las mujeres ocupen los puestos directivos.
Algunos sue?an con que, un buen d¨ªa, haya igual cantidad de hombres y mujeres en todos los trabajos. Ese sue?o ut¨®pico da por sentado que, si se abrieran todas las puertas y se suprimiera toda discriminaci¨®n, los dos sexos ser¨ªan profesionalmente indistinguibles, un mito mantenido gracias a un culto a la correcci¨®n pol¨ªtica que ignora las realidades de la vida, y que prospera s¨®lo porque la mente humana tiende a enterrar sus experiencias mientras forja sus creencias.
Pero hombres y mujeres nacen distintos. Incluso los cient¨ªficos lo negamos, y nos permitimos identificar a los mejores candidatos para un empleo o una promoci¨®n sometiendo a hombres y mujeres a las mismas pruebas. Debido a que dichas pruebas favorecen las caracter¨ªsticas masculinas, como la confianza en uno mismo y la agresividad, elegimos a m¨¢s hombres y desanimamos a las mujeres.
Si primaran originalidad y perspicacia, subir¨ªan m¨¢s mujeres, y tambi¨¦n hombres m¨¢s femeninos
Los hombres tienden a obsesionarse; las mujeres suelen pensar de modo panor¨¢mico
Si di¨¦ramos m¨¢s oportunidades y poder a los individuos m¨¢s sutiles, reflexivos y creativos de ambos sexos, m¨¢s mujeres resultar¨ªan elegidas, y un mayor n¨²mero de ellas alcanzar¨ªa la cima.
Las caracter¨ªsticas psicol¨®gicas de una persona no se pueden deducir a partir de su sexo. Pero el psic¨®logo de Cambridge Simon Baron-Cohen ha presentado pruebas de que los varones, por lo general, est¨¢n biol¨®gicamente predispuestos a sistematizar, a analizar y a despreocuparse de los dem¨¢s, mientras que las mujeres por lo general est¨¢n dise?adas por naturaleza para establecer lazos de empat¨ªa, comunicarse y preocuparse por los dem¨¢s. Los hombres tienden a pensar limitadamente y a obsesionarse, mientras que las mujeres piensan panor¨¢micamente y tienen en cuenta argumentos contrapuestos.
La regla de oro es 60:20:20. Entre los hombres, un 60% posee un cerebro masculino, un 20% un cerebro equilibrado, y un 20% un cerebro femenino. Las mujeres presentan las cifras inversas, con un 60% de cerebros femeninos. Estas diferencias tienen su origen en la gen¨¦tica. Por ejemplo, si se muestra a reci¨¦n nacidos (con menos de 24 horas) un rostro humano y un objeto del mismo tama?o y color, los ni?os miran m¨¢s tiempo al objeto y las ni?as, a la cara.
Que una persona se pase toda su vida clasificando las 100.000 especies de una familia de escarabajos puede parecer extra?o, pero necesitamos varias de esas personas para cada familia de insectos, y la mayor¨ªa son hombres. Si buscamos un conocimiento obsesivo, un dominio de hechos abstrusos o una comprensi¨®n mec¨¢nica, seleccionaremos a muchos m¨¢s hombres que mujeres. En casos como ¨¦ste, parece est¨²pido aspirar a la paridad.
Sin embargo, en profesiones que dependen de la capacidad para ponerse en el lugar de otro, en la que las mujeres suelen ser muy superiores, deber¨ªamos esperar y desear una mayor¨ªa femenina. Por ejemplo, entre los estudiantes de biomedicina de Europa y Estados Unidos se dan unas cifras similares de hombres y mujeres, pero las mujeres abandonan constantemente, pese a que muchas de ellas han demostrado unas grandes aptitudes. En el Laboratorio de Biolog¨ªa Molecular de Cambridge, donde yo trabajo, la proporci¨®n de sexos entre los estudiantes es de 43 varones frente a 35 mujeres, pero entre los jefes de grupo es de 56 hombres frente a seis mujeres.
?Hay razones sociales o pr¨¢cticas para mantener un equilibrio m¨¢s equitativo? S¨ª. La primera es que los j¨®venes necesitan algo m¨¢s que instrucciones: tambi¨¦n requieren mentores que sean capaces de escucharles y de ense?arles con comprensi¨®n. Comprender a las personas y obtener lo m¨¢ximo de sus aptitudes es una cualidad femenina.
La segunda es que los centros de trabajo ser¨ªan m¨¢s gratificantes y productivos. La motivaci¨®n para trabajar duro y resolver problemas proviene del apoyo tanto como de la competitividad.
Y la tercera es que los l¨ªderes deber¨ªan ser gente diversa, de modo que los j¨®venes pudieran elegir entre modelos distintos.
Algunas elecciones son inevitables: si ha de haber ni?os, las mujeres tienen que parirlos. No obstante, despu¨¦s de seis meses no hay motivo para que el principal cuidador de los ni?os no sea el padre. M¨¢s tarde, tambi¨¦n podr¨ªa ser el padre quien se tomara unos d¨ªas para cuidar a un hijo enfermo. Pero una proporci¨®n mucho m¨¢s elevada de mujeres antepone las necesidades de sus hijos a trepar profesionalmente.
La campa?a feminista por la igualdad ha ayudado a cimentar la creencia de que los hombres y las mujeres poseen exactamente las mismas aptitudes. Ya es hora de que exorcicemos ese fantasma para situar en los puestos de poder a un mayor porcentaje de los miembros menos agresivos de la sociedad, la mayor¨ªa de los cuales son mujeres.
En la b¨²squeda de empleo y en los ascensos, sometemos a las mujeres a pruebas concebidas por hombres que tienden a sobrevalorar las caracter¨ªsticas masculinas. Si hombres y mujeres por lo general fueran id¨¦nticos, nadie apreciar¨ªa falta alguna en ello, pero si convenimos en que no lo son, esas pruebas se vuelven discriminatorias, ya que favorecen a los numerosos hombres y a las escasas mujeres con una conducta masculina.
Volviendo al ejemplo de la ciencia, nos impresionan la grandilocuencia y el autobombo, sobre todo si, por desconocimiento del tema, no advertimos la apropiaci¨®n de m¨¦ritos ajenos, uno de los terrenos preferidos por los hombres. Pero tambi¨¦n deber¨ªamos buscar a jefes capaces de atender a su equipo, de guiar a un estudiante angustiado y devolverle a la investigaci¨®n productiva. Y elegir¨ªamos a mujeres m¨¢s femeninas, y tambi¨¦n a hombres m¨¢s femeninos.
La originalidad y la creatividad son inusuales, y no conozco ninguna prueba de que esos rasgos sean m¨¢s frecuentes en un sexo. Mientras comparamos afanosamente a los candidatos, ?nos acordamos de buscar esas cualidades? En la jungla competitiva lo m¨¢s rentable es la agresividad y el talento para vender, dos cualidades t¨ªpicas masculinas. Si busc¨¢ramos la originalidad y la perspicacia, creo que seleccionar¨ªamos a m¨¢s mujeres, y tambi¨¦n a m¨¢s hombres con cualidades femeninas. As¨ª que no estoy defendiendo la discriminaci¨®n positiva manifiesta: por el contrario, insin¨²o que dejemos de deslumbrarnos por la comedia y empecemos a seleccionar las cualidades que necesitamos realmente.
Reducir la importancia que otorgamos a la agresi¨®n desembocar¨ªa en m¨¢s mujeres en la ciencia y tambi¨¦n en una ciencia mejor. Incluso as¨ª, mucho menos del 50% de los catedr¨¢ticos de F¨ªsica ser¨ªan mujeres, y mucho menos del 50% de los catedr¨¢ticos de literatura ser¨ªan hombres. Pero lo importante es que estar¨ªamos haciendo un mejor uso de las diversas cualidades de la gente. Tanto mujeres como hombres podr¨ªan aceptar que, pese a nuestras coincidencias, somos distintos por constituci¨®n: una diversidad que deber¨ªamos ser capaces de celebrar y debatir abiertamente.
Peter Lawrence es genetista del Medical Research Council brit¨¢nico y fellow de la Royal Society. Este art¨ªculo es un extracto del que public¨® el mes pasado en la revista cient¨ªfica PLoS Biology
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