El santo carnicero
Berenguel de landoria, arzobispo de Santiago en 1317, fue protagonista de una ¨¦poca convulsa en la historia de la Iglesia. Para hacerse con el control de Compostela tuvo que batallar y mandar asesinar. Una de las torres de la catedral lleva su nombre, la Berenguela, para recordar al hombre que la conquist¨®.
?En qu¨¦ consiste ser malo? Complicada cuesti¨®n. Hay buen¨ªsimos oficiales que no hacen m¨¢s que irrigar el mal y hay malos de libro que no han dejado de hacer el bien. Por el momento aceptemos como malvados a los que blanden su espada contra los dem¨¢s.
Hoy hemos elegido a un malo de guante blanco, a un malo un poco remoto, bastante escondido en las simas de la historia. ?Es mala una persona que mata a 17 hombres despu¨¦s de invitarlos a su casa a cenar? Nuestro malvado de hoy se trata casi de un santo, y con nombre de campana: Berenguel de Landoria. Este hombre fue arzobispo de Santiago all¨¢ por los albores del siglo XIV, ¨¦poca interesante (?hay alguna que no lo sea?), ¨¦poca convulsa (?alguna no lo es?), que exig¨ªa hombres como don Berenguel para mantener bien alto el m¨¢stil de la Iglesia, que por aquel entonces ten¨ªa su sede en Avi?¨®n y andaba un poco a la deriva. Hoy no tenemos esa cara de santo a nuestra disposici¨®n -las iconograf¨ªas cambian-, pero imag¨ªnense ustedes los frescos valles y los apacibles prados de un castillo medieval en pleno campo franc¨¦s a finales del silencioso y filos¨®fico siglo XIII. All¨ª naci¨® Berenguel hacia 1262, en un hermoso y fortalecido castillo. Era hijo de los condes de Rodez, una de las cortes m¨¢s importantes de la ¨¦poca, en la que se cultivaba con gran ¨¦xito la poes¨ªa trovadoresca y otras artes. En medio de ese floreciente rinc¨®n del pa¨ªs galo, el peque?o Berenguel debi¨® de criarse, como segund¨®n que era, con un destino ya trazado de antemano: ser¨ªa un hombre de Iglesia, y un hombre importante, dado su rango. Pero su gran haza?a le esperaba en el conf¨ªn de la tierra conocida, en el Finisterre gallego, adonde ser¨ªa enviado por el papa Juan XXII para pacificar (es un decir) a los exaltados burgueses de Santiago. En ese momento, la corte pontificia no est¨¢ en Roma, sino en Avi?¨®n, y Juan XXII est¨¢ encarg¨¢ndose de construir el fastuoso castillo de los Papas con cargo a los presupuestos de todos los fieles del universo. En esta corte, el joven Berenguel destaca como importante mediador y diplom¨¢tico, y pronto se convierte, a la sombra de su amigo Juan XXII, en el t¨ªpico agente avi?on¨¦s. El 15 de julio de 1317, a la edad de 55 a?os, es nombrado arzobispo de Santiago de Compostela, y diez meses m¨¢s tarde es la consagraci¨®n episcopal. Once meses despu¨¦s de su designaci¨®n emprende el nuevo arzobispo un largo viaje a Compostela para hacerse cargo de su puesto.
La situaci¨®n eclesi¨¢stica de aquella ¨¦poca era extremadamente conflictiva, y en especial la gallega: lo que m¨¢s preocupaba entonces a Juan XXII era la gesti¨®n fiscal, que no consegu¨ªa afianzar en tierras hispanas. La construcci¨®n de su fastuoso castillo era un pozo sin fondo, se lo com¨ªa todo. Nombrar a un arzobispo extranjero para Compostela era sin duda una decisi¨®n audaz por parte del papa, pero no hab¨ªa otra soluci¨®n. Entre todas las tierras bajo dominio de la Corona castellana, Compostela era una de las zonas que m¨¢s activos aportaba, tanto econ¨®micos como simb¨®licos, y al mismo tiempo era el lugar donde m¨¢s terreno estaban ganando los ciudadanos frente a la Iglesia. Era un bocado suculento Compostela. Una plaza que no se pod¨ªa perder. Desde que el obispo Teodomiro de Iria le comunic¨® al rey asturiano, all¨¢ por el a?o 1000, el descubrimiento de la tumba de Santiago, este lugar empez¨® a tener privilegios que otros sitios no ten¨ªan, y como sus burgueses ofrec¨ªan buenos ingresos a la corte, los reyes, aliados siempre con los obispos, sol¨ªan abrir la manga a los ciudadanos. Este complicado equilibrio a tres patas (reyes, obispos y burgueses), o, lo que es lo mismo, caciques lejanos, caciques locales y poder civil, era fuente de batallas. Lo que se le daba a los burgueses se le quitaba a la Iglesia, y viceversa. En este tira y afloja, despu¨¦s de muchos a?os de litigios y guerras entre la ciudad y sus eclesi¨¢sticos (no olvidemos que la vida del arzobispo Gelm¨ªrez fue una lucha constante con estos rebeldes ciudadanos), Santiago consigue del rey una carta real que habilita a su concejo para administrar los bienes y la econom¨ªa de su ciudad. Es en este momento de bajo poder para la Iglesia cuando don Berenguel irrumpe en Compostela armado hasta los dientes y respaldado con un poderoso equipamiento de milicias, asesores y oficiales; viene -con su nombramiento de Avi?¨®n, con su zorrer¨ªa de dominico experimentado y con su fama a cuestas de extranjero tomista y sabihondo- a restituir el poder de la Iglesia en Compostela. Seg¨²n el texto que nos cuenta la aventura del avi?on¨¦s en Santiago, Gesta de don Berenguel de Landoria, escrito por uno de sus compa?eros de expedici¨®n -y que es, l¨®gicamente, una loa-, don Berenguel se nos presenta como un sabio y modesto dominico que se niega a aceptar la designaci¨®n papal, pero que acaba haci¨¦ndolo ante la insistencia de Juan XXII, a pesar de lo bien que estaba ¨¦l en Par¨ªs.
Sabemos que se pone en viaje a trav¨¦s de los Pirineos hasta que penetra con sus huestes en el desordenado y hostil territorio hisp¨¢nico. ?Qu¨¦ pasa entonces en Espa?a? Corr¨ªa el a?o 1318. La reconquista est¨¢ en marcha, y la guerra de Granada se lleva todos los esfuerzos econ¨®micos y pol¨ªticos hacia el sur. El norte (Galicia, Asturias, Le¨®n y Portugal) es una tierra de nadie donde cada vez avanza con m¨¢s fuerza el poder de los burgueses, pues la Corona de Castilla est¨¢ debilitada por la guerra contra los ¨¢rabes y el poder se encuentra dividido entre los distintos tutores de un rey ni?o todav¨ªa, el rey Alfonso, cuya abuela, la reina Mar¨ªa de Molina, intenta conciliar las distintas facciones desde su corte en Valladolid. Hombre de estudio y de letras, Berenguel el franc¨¦s se interna en este territorio llevando consigo una biblioteca repleta de libros de santo Tom¨¢s de Aquino, a quien segu¨ªa con devoci¨®n (ya sabemos aquello que dec¨ªa el santo: el bien ha de procurarse, y el mal, evitarse), dispuesto don Berenguel a procurar el bien, que en su caso es el sometimiento de los civiles aunque sea a sangre y cuchillo, y a evitar el mal, es decir, que el dinero se vaya por la barranquilla. Cuenta en su s¨¦quito don Berenguel, el reci¨¦n nombrado arzobispo, con consejeros y peritos en administraci¨®n -dos frailes dominicos (Bernardus Carrerius y Hugo de Vezin) y dos cofrades compostelanos (Aimerico de Anteiac y Juan Fabre, experto en finanzas)- y una recua de caballeros y oficiales encargados de conducir sus milicias y despachar sus asuntos dom¨¦sticos, que le ayudar¨¢n en su haza?a de someter al concejo compostelano.
En Santo Domingo de la Calzada es recibido por el rey ni?o Alfonso y su abuela, la reina do?a Mar¨ªa. De all¨ª sale para Medina del Campo, donde se encuentran los tutores del peque?o rey, los infantes don Juan y don Pedro, y del primero, a quien la Iglesia ha casado il¨ªcitamente, consigue unas cartas de privilegio que le habilitan para entrar en Compostela con mayor dominio sobre el concejo. De Zamora parte con el nuevo edicto para Santiago. Al poco llega Berenguel con sus huestes a Melide, una poblaci¨®n a 20 kil¨®metros de la ciudad. Ah¨ª le sale al encuentro el infante Felipe y su esposa, Margarita, que est¨¢n del lado del concejo y, por tanto, son sus enemigos. Un vasallo de don Felipe, Alfonso Su¨¢rez de Deza, y los vecinos de Santiago se rebelan contra el arzobispo. El encontronazo en Melide no debi¨® de ser muy bonito. Alfonso Su¨¢rez de Deza consiente en cederle al extranjero unos cuantos castillos de la ciudad, pero no la iglesia que custodia las reliquias de Santiago (la catedral) ni su alc¨¢zar (lo que hoy es el Palacio Arzobispal).
?Qu¨¦ hace un arzobispo sin palacio arzobispal y sin catedral en Santiago?, debi¨® de preguntarse en Melide don Berenguel. Tras el regalito de recibimiento, los burgueses le cerraron las puertas de la ciudad y se armaron contra ¨¦l. Berenguel se ve obligado a retirarse al castillo de la Rocha Fuerte, cerca de Padr¨®n, desde donde intenta ofrecerles alg¨²n arreglo a los compostelanos, pero ¨¦stos -"con palabras falaces y enga?osas, en las que los compostelanos est¨¢n bien instruidos"- le entretienen, y Berenguel, en la v¨ªspera de Navidad, se retira a Pontevedra en busca de refuerzos. Festeja all¨ª la Navidad y es bien recibido por los nobles del lugar, encuentra apoyo en el rey de Portugal, celebra la Epifan¨ªa en Padr¨®n, y el infante don Felipe y Alfonso Su¨¢rez de Deza, jefe de los compostelanos, acuden a su encuentro para intentar un arreglo. Seg¨²n el cronista de don Berenguel, ¨¦stos le prometen la iglesia y su fortaleza; pero Berenguel teme una emboscada, y, en efecto, al llegar a la ciudad se encuentra a los vecinos armados, el pend¨®n de Santiago (signo del se?or¨ªo local del arzobispo) arriado y el del rey de Castilla enarbolado. Con el rabo entre las piernas, Berenguel se refugia de nuevo en su castillo. Es su segundo intento fallido de entrar en la ciudad, y llegado el d¨ªa de la Purificaci¨®n regresa a Pontevedra para celebrar su primera misa como arzobispo, donde recibe la asistencia de todos los que est¨¢n a favor, el rey de Portugal y los obispos de los alrededores, mientras los vecinos empecinados de Santiago aprovechan para quemarle el castillo. Berenguel se entera del suceso mientras est¨¢ comiendo en Pontevedra. Qu¨¦ com¨ªan ese d¨ªa no lo sabemos, pero s¨ª conocemos que don Berenguel esper¨® educadamente a que sirvieran los postres. Luego, sin estr¨¦pito alguno, se levanta de la mesa, vuelve a Padr¨®n y nombra pertiguero mayor al infante don Felipe, haci¨¦ndole jurar que no volver¨¢ a prestar ayuda a los rebeldes, aunque no pasa un d¨ªa sin que Felipe le traicione.
Es en este momento, pasada la cuaresma, cuando Berenguel se hace fuerte en el castillo de la Rocha, y desde all¨ª pone sitio a la ciudad de Santiago y les infiere a sus habitantes da?os irreparables: quema sus sembrados, corta todo suministro de alimentos, y en medio de la hambruna y la enfermedad general les ofrece arreglos que ¨¦stos no aceptan. Los burgueses de Santiago han decidido resistir el cerco de Berenguel. ?ste les priva entonces de rentas eclesi¨¢sticas, y un a?o despu¨¦s de ser nombrado arzobispo, con los compostelanos todav¨ªa en pie de guerra, se aproxima a la ciudad para destruir de nuevo los sembrados y dejarles sin abastecimientos. Con sus soldados, Berenguel sitia la ciudad desde el monte cercano al convento de Bonaval, de orden dominica. Durante su primera noche en el convento, los santiagueses intentan asesinarle, pero ¨¦l se refugia en unas humildes chozas. El asedio a la ciudad persiste, y cuando ya los habitantes de la ciudad est¨¢n a punto de sucumbir, el infante Felipe y su mujer se aprestan a tener una entrevista con ¨¦l. El infante Felipe act¨²a como mediador de los burgueses, pero a los pocos d¨ªas rompen el acuerdo al que llegan, los burgueses se lanzan contra Berenguel y ¨¦ste se ve obligado a retirarse de nuevo al castillo de la Rocha. Entretanto, el cabecilla de los burgueses, Alfonso Su¨¢rez de Deza, es convocado por el rey, quien le obliga a restituir a Berenguel la iglesia y el alc¨¢zar; pero Su¨¢rez de Deza no acata la orden real y pone otra fecha para la entrega. Llegado ese d¨ªa, lo que Berenguel se encuentra en el monte de Santa Susana es una emboscada que le resultara imposible vencer. Los ej¨¦rcitos del arzobispo contra los de los burgueses retroceden ante el encontronazo y se conciertan distintas capitulaciones, pero nada se acaba de arreglar. No hay modo de que los burgueses acepten en su ciudad a Berenguel, y eso al arzobispo est¨¢ empezando a quedarle claro, pero el hombre no desiste.
Por estas fechas recibe el arzobispo carta de Mar¨ªa de Molina, reina de Castilla, que hab¨ªa quedado como ¨²nica tutora despu¨¦s del fallecimiento de los infantes don Juan y don Pedro en la guerra de Granada. La reina le promete reparaciones por las injurias que su hijo Felipe, conjurado con Alfonso Su¨¢rez de Deza y los burgueses, le han infringido. Berenguel marcha a Castilla en busca de estas reparaciones, llega a Salamanca y all¨ª se entera por otros obispos partidarios suyos de que las reparaciones de la reina no le van a interesar. Decide emprender la retirada hacia Zamora, donde le visita don Juan de Vizcaya con su esposa, do?a Isabel, y firman con ¨¦l un pacto ¨²til para el arzobispo. Don Berenguel se re¨²ne finalmente con la reina en Tordesillas, adonde ¨¦sta acude haciendo muestra de su voluntad de entendimiento con el enviado del papa, el maltratado arzobispo de Compostela. Berenguel le pide pruebas, pero no acaban de ponerse de acuerdo, as¨ª que el arzobispo vuelve a Zamora, donde los gallegos de su comitiva, conducidos por el obispo de Lugo, tienen problemas con los castellanos. La reina, al ver que no podr¨¢ reducir a Berenguel ni a sus acompa?antes, decide entregarles como rehenes a los procuradores compostelanos. En Padr¨®n, en el castillo fortificado de la Rocha, el arzobispo mantiene en su poder a los rehenes mientras no llega a un acuerdo con Alfonso Su¨¢rez de Deza. Transcurridos 10 d¨ªas de enconadas conversaciones parecen llegar finalmente a un reparto, pero una vez m¨¢s el acuerdo se rompe en el ¨²ltimo momento. Es en ese preciso instante de esta historia de litigios, batallas y desencuentros cuando Berenguel de Landoria, el anfitri¨®n del castillo de la Rocha, el mismo que hab¨ªa congregado a los burgueses para llegar al reparto de Compostela, decide desaparecer. En el momento culminante, don Berenguel hace mutis por el foro. Por arte de magia sale de escena, y su lugar lo ocupa su mayordomo Rusignol, que ordena cerrar bien las puertas del castillo, deja encerrados a los representantes de los burgueses a la espera de un acuerdo y se lanza con un grupo de hombres armados contra Alfonso Su¨¢rez de Deza y Mart¨ªn Mart¨ªnez, los dos representantes principales del concejo.
Despu¨¦s de los dos grandes cabecillas de la ciudad vinieron los otros. En un momento se pas¨® a cuchillo a nueve representantes m¨¢s. En el libro que cuenta esta maravillosa gesta se hace intervenir a Santiago Ap¨®stol en tan gloriosa y sangrienta haza?a, y dice as¨ª el hagi¨®grafo de Berenguel: "?Qu¨¦ suceso tan admirable y tan digno de pasar a la posteridad, que un hombre tan poderoso [se refiere a Su¨¢rez de Deza, el burgu¨¦s rebelde contra el poder de la Iglesia] recibiese muerte tan inesperada y horrible junto con otros hombres casi tan poderosos como ¨¦l a manos de gentes de otra condici¨®n!". Los "de otra condici¨®n" se supone que son las pobres milicias armadas a las ¨®rdenes de Berenguel. Como siempre, un tirano se refugia en la idea de que mata a otro tirano, y as¨ª se escribe la historia. Santiago Ap¨®stol se le aparece, volando sobre su famoso caballo blanco, a uno de los guardas encargados de custodiar a los procuradores, y, seg¨²n narr¨® el alucinado guarda, el ap¨®stol llevaba en una mano una cruz y en la otra una paloma. Despu¨¦s del convite sangriento, aqu¨¦lla deb¨ªa de ser la paloma de la paz.
Tras la escabechina, cuando Berenguel entra por fin en la bas¨ªlica de Santiago, como recuerdo de su toma de Compostela hace terminar la torre llamada de la Trinidad, que su antecesor hab¨ªa iniciado, y construye una de gran altura para defender la iglesia y dominar la ciudad: es la llamada torre Berenguela, y en lo alto manda colocar una gran catapulta. Hace ya mucho tiempo que esa catapulta no es necesaria, y en su lugar se coloc¨® la m¨¢s famosa de las campanas compostelanas, la Berenguela, considerada una de las m¨¢s importantes de todo el mundo tanto por su di¨¢metro como por su sonido. Hoy, la campana Berenguela se encuentra expuesta en el Museo de la Catedral. Cuando perdi¨® su sonido original fue sustituida por una nueva fundida en los talleres de Asten, en Holanda. Aunque no es la aut¨¦ntica, para todos sigue siendo la campana Berenguela, en honor al malo m¨¢s bueno -o al bueno m¨¢s malo (para gustos)- de la memoria de Santiago, al malvado e implacable extranjero don Berenguel.
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