La mochila de Ca¨ªn
Estamos dolorosamente hartos, como escribieron aquellos del "manifiesto de los cien" de cuyo nombre no queremos acordarnos. Jota Pedro ha montado las figuras de su nacimiento para armar un bel¨¦n sin importarle que estemos fuera de la estaci¨®n navide?a. Est¨¢n los trenes, las v¨ªctimas, el victimato, las mochilas, los suicidas, los tel¨¦fonos port¨¢tiles, la polic¨ªa, los servicios del Centro Nacional de Inteligencia, Trashorras, Zouhier, la trama asturiana de la dinamita, el diputado Jaime Ignacio del Burgo haciendo una entrevista de encargo, la Guardia Civil, las agendas de tel¨¦fonos, los etarras encarcelados, el juez Del Olmo, el primo hermano de la mujer de Angustias, los hijos del Zebedeo y a estas horas seguimos sin saber de qu¨¦ color era el caballo blanco de Santiago.
Est¨¢n los r¨ªos de papel de plata y los puentes, las ovejitas, el buey y la mula, los pastorcitos vascos, los reyes Magos venidos de Marruecos, el rey Herodes empe?ado en despistar la ruta del portal de Atocha, y el gobernador romano al servicio de los socialistas. Mientras, el Partido Popular en convenci¨®n, siempre atento al gui¨®n de jotapedro, vuelve una y otra vez al estribillo de "?qui¨¦n ha sido?". Est¨¢n los talibanes de la Cope, sembradores desde el amanecer de odios y de insidias seg¨²n su nuevo evangelio; est¨¢n los obispos como Zipi y Zape reunidos para tratar en conferencia si obrar¨ªan con prudencia comi¨¦ndose el asador; est¨¢n los ministros del Gobierno adornando una y otra vez las p¨¢ginas del diario El Mundo y el presidente Zapatero -decidido a no heredar odios anteriores-. Todo menos que jotapedro se sintiera arrojado al malditismo. El designio de los gur¨²s de la comunicaci¨®n, que dise?an las estrategias, qued¨® claro desde el principio. Iban a matarle a besos, o a chapuzones compartidos en la piscina de Mallorca, esa que amenazan los promotores del GAL por mucho que all¨ª quieran despistar travestidos de ecologistas.
Igual que los ni?os estamos viendo c¨®mo, al servicio de las necesidades de su particular e interesado relato, nuestro colega nos va cambiando cada d¨ªa de sitio las figuritas del bel¨¦n. Unas se aproximan con sus ofrendas y sus mochilas, otras se alejan con sus mentiras m¨¢s gordas. Los gobernadores, que mandaban las legiones cuando sucedi¨® lo que sucedi¨®, se encaraman para pedir responsabilidades que ellos habr¨ªan debido presentar. Los del balc¨®n de Caraba?a se confunden con las turbas para incendiarlas. El p¨²blico se desconcierta pero menos mal que, en medio de tantas deserciones compradas, la b¨²squeda de la verdad tiene un valedor insobornable, alguien que ha sabido darnos ejemplo y aguantar infames montajes, urdidos para amedrentarle. Pero estos breves apuntes ser¨ªan injustos si omitieran la menci¨®n en primera l¨ªnea del canal auton¨®mico Telemadrid con sus reportajes sobre las sombras del 11-M, que tanta verg¨¹enza han causado en el conjunto de su plantilla de periodistas y de los restantes trabajadores, incapaces de apreciar el bien que se les hace en esa santa casa. En definitiva, se han instalado en el principio de "todo aprovecha para el convento". Ni siquiera se ha respetado la conmemoraci¨®n del segundo aniversario de los atentados con sus doscientos muertos. Excepto el alcalde Ruiz-Gallard¨®n, todas las autoridades y l¨ªderes del PP prefirieron optar por la bronca en el mismo Bosque de los Ausentes.
Son muchas las inc¨®gnitas que acompa?an a los cr¨ªmenes. En la narraci¨®n del primero, seg¨²n el cap¨ªtulo cuarto del G¨¦nesis, Ca¨ªn, el primog¨¦nito de Ad¨¢n y Eva, cultivaba la tierra mientras su hermano menor, Abel, era pastor. Es decir, no eran competidores. Ambos buscaban agradar al Se?or, quien ve¨ªa bien las ofrendas de Abel, mientras objetaba las de Ca¨ªn. Resentido ¨¦ste, le dijo a su hermano que saliera afuera y cuando estuvieron en el campo se abalanz¨® sobre ¨¦l y le mat¨®. Pero, ?fue con la quijada de un asno?, ?qu¨¦ trama se la hab¨ªa proporcionado?, ?estaba Abel inerme, sin poder de r¨¦plica alguno, o respondi¨® a la agresi¨®n aunque perdiera la pelea?, ?result¨® Ca¨ªn herido de alguna consideraci¨®n en la reyerta?, ?qui¨¦n se qued¨® con el reba?o de Abel?, ?qu¨¦ fue de su zurr¨®n de pastor y de la mochila de labrador de Ca¨ªn?, ?qui¨¦n fabric¨® la versi¨®n ama?ada del G¨¦nesis, controlado por los aviesos polanquistas? Seguiremos informando.
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