Las lenguas no son inocentes
"La unidad se hace siempre de modo brutal", dijo Renan en su famosa conferencia ?Qu¨¦ es una naci¨®n? Poco m¨¢s adelante a?adi¨®: "La lengua invita a la uni¨®n, pero no fuerza a ella". Las dos afirmaciones vienen al pelo para dar cuenta del ¨²ltimo libro de Irene Lozano, Lenguas en guerra, un ensayo en donde se sostiene, por una parte, que los pol¨ªticos han violentado la naturaleza inocente y pac¨ªfica de las lenguas al utilizarlas en sus luchas partidistas y, por otra, que las pol¨ªticas identitarias desarrolladas por los nacionalismos perif¨¦ricos bas¨¢ndose en las llamadas "lenguas propias" perjudican seriamente a buena parte de la poblaci¨®n.
Los argumentos ling¨¹¨ªsticos
LENGUAS EN GUERRA
Irene Lozano
Espasa. Madrid, 2005
199 p¨¢ginas. 19 euros
no son el punto fuerte de este ensayo. Sostener que las lenguas son inocentes, por ejemplo, supone abstraerse de su car¨¢cter pr¨¢ctico. La lengua en s¨ª -langue-, como se?al¨® Saussure, existe s¨®lo como abstracci¨®n necesaria para estudiar un sistema de signos -lo que hace la semiolog¨ªa-. La realidad de las lenguas la hacen los hombres con el habla; y hablas y hombres, por ahora, sigue habi¨¦ndolos de todos los pelajes. Las lenguas no son inocentes ni culpables; las lenguas sirven. Sirven para ser -son la casa del hombre-, para escribir poes¨ªa, para negociar una enmienda en un parlamento y para despertar el esp¨ªritu asesino de una masa y conducirla al linchamiento de un ser humano. Por analog¨ªa: las lenguas son como la energ¨ªa at¨®mica, que puede servir para generar electricidad y para destruir Hiroshima. La pretendida inocencia es una idealizaci¨®n encantadora, pero c¨¢ndida.
De igual modo, en Lenguas en guerra se infiere de las ideas de Noam Chomsky que, uno, las diferencias entre lenguas son pr¨¢cticamente irrelevantes y, dos, que las lenguas se aprenden por ciencia infusa, y no por imitaci¨®n. Chomsky nunca ha afirmado nada parecido. Seg¨²n Chomsky todos los hombres estamos dotados por naturaleza de la misma competencia ling¨¹¨ªstica, es decir, que todos salimos de f¨¢brica con id¨¦ntica capacidad para aprender y comunicarnos mediante una lengua. Esto no significa que todas las lenguas sean casi iguales. Si as¨ª fuese no habr¨ªa academias de idiomas, por poner un ejemplo de puro sentido com¨²n. Por otra parte, con respecto a la imitaci¨®n, la competencia ling¨¹¨ªstica es una facultad en potencia, que sin la acci¨®n de imitar no se desarrolla. Por ello un ni?o que oye portugu¨¦s habla portugu¨¦s, y no hindi o bengal¨ª; y por ello un ni?o criado entre lobos no habla ninguna lengua humana.
As¨ª las cosas, lo mejor de
Lenguas en guerra es la denuncia de los disparatados inventos pseudo-ling¨¹¨ªsticos de los pol¨ªticos, como el de "lengua propia", para socavar la lengua -en este caso el espa?ol- que todav¨ªa invita a esa unidad de la que hablaba Renan, y que es tan "propia" como cualquier otra. Tal vez los argumentos de Irene Lozano no persuadir¨¢n a los pol¨ªticos para que abandonen la discriminaci¨®n social, econ¨®mica y laboral de los ciudadanos en funci¨®n de sus conocimientos ling¨¹¨ªsticos; pero desde luego servir¨¢n para recordar a todos que ni la historia de las lenguas espa?olas ni la raz¨®n pol¨ªtica justifican el empleo de la brutalidad ling¨¹¨ªstica, por muchas ganas de formar una nueva unidad que se tengan.
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