La cara de la desgracia frente a la muerte
No es la primera vez que se publican las Obras completas del gran precursor del "mal-llamado-boom" de la novela hispanoamericana Juan Carlos Onetti, aunque s¨ª de verdad enteras y en Espa?a, pues la primera (Aguilar, 1970), con un buen pr¨®logo de su compatriota Emir Rodr¨ªguez Monegal, apareci¨® editada en M¨¦xico, sin duda por dificultades de la censura de la ¨¦poca. Esta nueva, verdaderamente completa, cuyo primer volumen de los tres previstos, aparece muy bien introducida por su amiga de los ¨²ltimos tiempos Hortensia Campanella, directora de la Casa de Espa?a en Montevideo, de la que me alegro de recibir tan buenas noticias, y de un emocionante texto de la cuarta y definitiva esposa del escritor, la violinista Dorotea (Dolly) Muhr, as¨ª como una buena explicaci¨®n del escritor mexicano Juan Villoro, que presenta con sabidur¨ªa y detenimiento las cinco primeras novelas (y alg¨²n texto complementario) de esta obra capital: El pozo (1939), Tierra de nadie (1941), Para esta noche (1943), La vida breve (1950) y Los adioses (1954), estas dos ¨²ltimas sendas obras maestras, que, desde luego, no iban a serlo tan s¨®lo al final, pues habr¨ªa que a?adirles por lo menos otras dos -Juntacad¨¢veres (1961) y El astillero (1964)- y al final la antepen¨²ltima, Dejemos hablar al viento, con la que obtuvo el Premio de la Cr¨ªtica entre nosotros en 1979, el a?o anterior al que le fuera concedido el Premio Cervantes, que supuso ya su consagraci¨®n total.
OBRAS COMPLETAS. (Novelas, I)
Juan Carlos Onetti
Edici¨®n de Hortensia
Campanella
Galaxia Gutenberg/C¨ªrculo de Lectores.
Barcelona, 2005
980 p¨¢ginas. 55 euros
Su carrera, desde el aldabo
nazo (inaudible) de El pozo (1939), hab¨ªa sido lenta, casi secreta y demasiado larga. Aquella primera novela corta cay¨® en silencio, pues era un peque?o casi folleto, impreso en papel de estraza, con un falso picasso en la portada, de un centenar de p¨¢ginas, donde sin embargo se anunciaba ya el final de la ¨¦poca dorada de un Uruguay que hab¨ªa sido considerado como "la Suiza americana", un pa¨ªs pr¨®spero y democr¨¢tico en un contexto geogr¨¢fico convulso y repleto de tiran¨ªas y golpes de Estado a veces sangrientos, pero que iba a entrar en decadencia poco despu¨¦s, uni¨¦ndose al coro de cat¨¢strofes geopol¨ªticas cuyas sacudidas repercutir¨ªan personalmente en la vida del escritor, y que provocar¨ªan su exilio final en Espa?a. El mon¨®logo nocturno de El¨ªas Linacero, que oscila entre dos obsesiones, la p¨¦rdida de un amor puro y la imposibilidad de otro impuro, instala en la literatura uruguaya de entonces una negrura y un pesimismo que anuncian, de manera existencialista y "celiniana" -el influjo decisivo de Faulkner vendr¨¢ despu¨¦s-, toda la decadencia posterior, pero de la que nadie se dio cuenta, pues fue una especie de espoleta retrasada, que nadie advirti¨® en su ¨¦poca. Tras el intento de Tiempo de abrazar, de la que s¨®lo se conservan fragmentos -aqu¨ª incluidos- por haberse extraviado el manuscrito, presentado infructuosamente a un concurso (y no ser¨¢ la ¨²nica vez, Onetti fue un experto en quedar finalista en concursos), de donde nos han quedado algunos cuentos dispersos. Tierra de nadie, su segunda novela completa, es un buen intento se arrancar a la literatura de su tiempo de la narrativa costumbrista, indigenista y del "buen salvaje", para imponer -que no lo hizo- una "novela urbana" y m¨²ltiple, calidosc¨®pica, y con muchos personajes, entre los cuales aparecer¨¢ ya uno, Larsen, que le dar¨¢ m¨¢s juego posteriormente.
Dos a?os despu¨¦s, Onetti pu
blica su tercera novela, Para esta noche, donde, inspirado por los sucesos de la Segunda Guerra Mundial y la Civil espa?ola, se extrae de su contexto latinoamericano, y crea una f¨¢bula m¨¢s abstracta, aunque tambi¨¦n termina mal, pues el rescate de la ni?a del enemigo por quien ha provocado la muerte de su padre tampoco tendr¨¢ una salida v¨¢lida (y aqu¨ª se ha observado la vaga menci¨®n a una posible influencia de la Lolita de Nabokov, en la fascinaci¨®n por la ni?a de su protector, que tambi¨¦n es una acusaci¨®n a posteriori). Pero no fue hasta la publicaci¨®n de la cuarta, la monumental La vida breve en 1950, cuando Onetti cre¨®, aparte de su mejor y m¨¢s larga novela, la fundaci¨®n real de su obra, con la invenci¨®n, esta vez bajo la mejor inspiraci¨®n de Faulkner, del mito de Santa Mar¨ªa, con la que recuerda al condado de Yoknapatawpha, Macondo, o el espa?ol benetiano de Regi¨®n, todos ellos de la misma estirpe, pues como ha dicho Javier V¨¢sconez "de Faulkner venimos todos". La vida breve, una larga narraci¨®n casi coral, en la que, tras la impresionante narraci¨®n de la ablaci¨®n de mama de su esposa, se encadenan personajes -Brausen, D¨ªez Grey, la Queca, un crimen- que se "telescopian" para fundirse en la fundaci¨®n de "Santa Mar¨ªa", una poblaci¨®n imaginada a caballo entre Buenos Aires y Montevideo, a orillas de un gran r¨ªo perezoso y sucio, destinado a atravesar El astillero y Juntacad¨¢veres, las aventuras de Jorge Malabia y su burdel, o las del recuperado Larsen y que desembocar¨¢n en el holocausto de Dejemos a hablar el viento. Aunque otra obra maestra, que cierra este volumen, la novela corta Los adioses se sit¨²e fuera de Santa Mar¨ªa (y es una de las m¨¢s ambiguas y misteriosas) participa del ambiente de pesimismo y tristeza de su obra entera: sucede en un escenario singular, una residencia de enfermos del pecho, un antiguo deportista entre dos mujeres -una con ni?o incluido- destinados a la muerte, y con un testigo, un narrador que es un correo postal tambi¨¦n, lo que cierra con broche de oro este primer volumen. Y donde se recogen las buenas informaciones del documental que le rod¨® Ram¨®n Chao para la televisi¨®n francesa, y del que hay un buen libro posterior.
Entre sus cuentos y novelas
cortas (edici¨®n hasta hoy de referencia, con un buen pr¨®logo de Mu?oz Molina en Alfaguara, 1994) hay un t¨ªtulo de una de sus novelas cortas (atenci¨®n a muchos de sus t¨ªtulos, que son toda una lecci¨®n) que define muy bien la amargura y pesimismo de toda su obra: La cara de la desgracia. Una desgracia a la que Juan Carlos Onetti se enfrent¨® con paciencia, exilios y tenacidad y a la que venci¨® a trav¨¦s de la muerte.
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