El 'ni?o mendigo' que no mendigaba
Muchos padres tuvieron que recurrir a la ayuda social para criar a sus hijos en la posguerra
"?Que si fue duro? Aquello no fue dictadura ni nada. No fue posguerra, sino la peor guerra". Tom¨¢s Caballero (Casar de Escalona, Toledo, 1929) ten¨ªa 10 a?os cuando Auxilio Social le recogi¨® en la boca del metro de la Puerta del Sol de Madrid, junto a tres de sus hermanos. La imagen de los peque?os en la acera, junto a unos voluntarios de Auxilio y, despu¨¦s, descendiendo de una camioneta de la organizaci¨®n falangista fue inmortalizada en el NODO y en otros medios de comunicaci¨®n, siempre identific¨¢ndoles como ni?os mendigos. As¨ª lo hizo tambi¨¦n EL PA?S, que public¨® las dos instant¨¢neas, tomadas por Hermes Pato, en el libro Del campo a la ciudad II, de la colecci¨®n La mirada del tiempo. De esa forma, Tom¨¢s y sus hermanos se convirtieron en un icono de la Espa?a de posguerra. La Espa?a del hambre y de las cartillas de racionamiento. La del Cara al sol y las bocas cosidas a fuerza de represi¨®n...
A Tom¨¢s no le hizo "ninguna ilusi¨®n" volver a ver las fotos. "Los recuerdos que me quedan de aquello son muy tristes. Cuando lo pienso s¨®lo tengo ganas de llorar". Por eso, ante todo, quiere que se le haga "justicia" y terminar de una vez con el inmerecido calificativo de ni?o mendigo. Hu¨¦rfano de padre, con su dos hermanos mayores (voluntarios del ej¨¦rcito republicano) retenidos en campos de concentraci¨®n, su madre, "sin medios econ¨®micos para poder mantener y cuidar a otros cuatro hijos", tuvo que recurrir a la ayuda que brindaban los voluntarios de Auxilio Social. "Pero no a la mendicidad", sentencia. "En la foto queda muy claro que no estamos mendigando, sino esperando. Los que piden se ponen en la puerta y nosotros est¨¢bamos a un lado, mirando hacia los coches", explica Tom¨¢s. "Si hubi¨¦semos tenido que mendigar, lo habr¨ªamos hecho, pero no fue necesario. Recog¨ªamos chatarra y madera de las casas derrumbadas, rob¨¢bamos carb¨®n de los trenes y lo vend¨ªamos. As¨ª ¨ªbamos tirando".
El inicio de la dictadura extendi¨® el hambre y la miseria entre los que lo hab¨ªan perdido todo. Mar¨ªa, la madre de Tom¨¢s, intent¨® procurarles a ¨¦l y a sus hermanos "algo mejor que saltar a los vagones y deambular entre los escombros de las casas bombardeadas".
Aquel d¨ªa estaba todo arreglado para que les recogieran y les llevaran a un colegio. "Vinieron directos a nosotros. Dieron una vuelta, pararon, nos tomaron en brazos y nos metieron en el coche". Mar¨ªa supo en todo momento d¨®nde estaban y les visitaba con la frecuencia que pod¨ªa. Pero pasar¨ªan varios a?os antes de que volviera a tenerlos en casa.
Tom¨¢s esta de acuerdo en que aquello "fue lo mejor", pero el recuerdo no le entusiasma. "Me trataron como a un renegado. Me vistieron de monigote, me obligaban a aprender cantos fascistas y a levantar el brazo. No me gusta con quien estuve. Si hubiese tenido buenos maestros en lugar de guapos falangistas ense?¨¢ndome a venerar el r¨¦gimen habr¨ªa sido mejor".
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