Una flor para Emily Dickinson
Viaje a Amherst, en Massachusetts, en busca de la misteriosa poeta
Se regalar¨¢ una rosa a los primeros ciento setenta y cinco invitados". Con esa breve promesa, cordialmente, la acogedora ciudad de Amherst, en el Estado estadounidense de Massachusetts, anuncia tantas flores como a?os acaba de cumplir su m¨¢s venerada poeta. Conocida como La Bella de Amherst, Emily Dickinson quiz¨¢ reviva en uno de sus trajes blancos o puede que toque el piano para ustedes o que les obsequie con su famoso pan de jengibre y su vino de ar¨¢ndanos. No se lo pierdan, pues s¨®lo el viajero que se adentre en The Homestead y The Evergreens, las casas de los Dickinson (hoy, Museo de Emily Dickinson), de una a cinco de la tarde, sentir¨¢ el s¨²bito duende, con todas las puertas, una tras otra, abiertas.
Sepan de antemano que encontrar el Museo de Emily Dickinson no resulta tarea f¨¢cil cuando uno acceda a Amherst por la carretera 9 desde Spencer. Si piensan que The Homestead y The Evergre
ens, con sus tres acres de terreno, est¨¢n muy visibles o predispuestas a recibir turistas en grupo o peregrinos en pack, jam¨¢s lo encontrar¨¢n. Busquen se?ales, recodos, diminutos rastros. Recaben pistas que anticipen que, entre los grandes secretos de esta localidad del Pioneer Valley repleta de estudiantes, volcada a la industria educativa y renombrada por sus prestigiosos colleges (Amherst College, Hampshire College y la Universidad de Massachussets), se resguarda, a peque?as voces, con cuidado, el entorno privado y la misteriosa memoria de Emily Dickinson.
Cultivos biol¨®gicos
"Y como Techo eterno / los Ladrillos del Cielo", escribi¨® la poeta. As¨ª, cuando llegamos a Amherst un s¨¢bado oto?al, con las tenues luces de la ma?ana, encontramos un primer rastro en la plaza principal de la localidad, a cielo abierto. En ese espacio rectangular, conocido como The Commons, se organiza cada semana un mercado de granjeros venidos de los pueblos de la comarca. Sobre el despliegue de mazorcas gigantes de cultivo biol¨®gico y de jabones artesanales con especiadas fragancias, vemos ondear las dos banderas sui g¨¦neris de Amherst: la bandera multicolor del arco iris y una bandera azul claro con la imagen centrada del mundo en blanco, que bien puede recordar al primitivo emblema de las Naciones Unidas. En efecto, Amherst se jacta de ofrecer un espacio de tolerancia y convivencia para las distintas comunidades ¨¦tnicas e identitarias. De bagaje ecologista, se conoce tanto por su mayoritaria adscripci¨®n al Partido Verde como por su apoyo a las actividades de la Iglesia Unitaria Universalista. Esta ¨²ltima fue frecuentada en tiempos por escritores trascendentalistas como Emerson o Thoureau, a cuya tradici¨®n se uni¨® la poeta que nos ocupa. No es de extra?ar, entonces, que el viajero en busca de la estela de Emily Dickinson se tope en la calle con un grupo de manifestantes variopintos "en contra de la pobreza en el mundo", "a favor de los derechos de los animales" o con pancartas de eslogan como "en democracia, la disensi¨®n es un acto de fe".
Seguimos a la comitiva multicultural que ahora declama en North Pleasant Street, la calle m¨¢s comercial del Downtown (www.amherstdowntown.com). Una manifestante, que luce un pin antibomba nuclear, nos muestra que estamos ante The Jones Library, construida en 1744, una de las bibliotecas m¨¢s antiguas y curiosas del pa¨ªs, sede hoy de la Sociedad Hist¨®rica de Amherst. Y una segunda manifestante, profesora gay del college, nos remite a visitar sin falta la mundialmente renombrada colecci¨®n de libros en y¨ªdish que alberga el National Yiddish Book Center, en la ruta 116. Poco despu¨¦s, esa misma profesora se detiene ante la ¨²nica gasolinera de la calle e indica: "Miren. Ustedes buscan a Emily Dickinson y deben saber que en esta gasolinera se asentaba una de las casas en las que vivi¨®. Tras los surtidores, al fondo, encontrar¨¢n el cementerio con su tumba".
Un campo verde con estelas
Amherst es uno de los pocos lugares del mundo que ha elegido un cementerio para conmemorar la historia de su comunidad. En enero de 1730, los miembros de la antigua plantaci¨®n brit¨¢nica colonial de Hadley votaron para ofrecer a sus colonos "libertad para establecer un lugar para enterramientos". El enclave elegido, que pronto se convertir¨ªa en el Cementerio Oeste, conserva casi intacto su paisaje originario; es un campo verde de peque?as estelas de piedra casi sim¨¦tricas en el que encontramos a los primeros colonos enterrados junto a granjeros, siervos, soldados, empresarias, profesores y poetas. Muchos de ellos aparecen retratados a colores vivos en el emocionante mural que circunda el cementerio. Como una m¨¢s de la comunidad, Emily Dickinson ocupa un nicho en esa tierra y un fragmento de ese mural. Es una figura que surge en una enorme flor blanca, rodeada de otras flores blancas, de su hermana Lavinia y de su gato, y que reproduce, enaltecida, la ¨²nica imagen-daguerrotipo que se conserva de la poeta.
Si ustedes han disfrutado hasta aqu¨ª de las peculiaridades locales, es el momento de reponer fuerzas. Mientras esperan la apertura de The Homestead y The Evergreens a la una de la tarde, pueden dirigirse al Amherst Brewing Company, tambi¨¦n en la calle de North Pleasant, y elegir cualquiera de sus deliciosas cervezas artesanales. En ese pub se degustan, asimismo, s¨¢ndwiches y hamburguesas de suficiente calidad. Tambi¨¦n pueden interesar el Fresh Side Cafe (a quien guste de las sopas y los noodles), o el Black Sheep Cafe, en Main Street, que congrega, gracias a su varied
ad de tartas y caf¨¦s, a entusiastas del entorno acad¨¦mico.
Esta ¨²ltima opci¨®n les situar¨¢ directamente en la calle de Emily Dickinson. V¨ªa principal de Amherst durante siglos, Main Street se caracteriz¨®, con el advenimiento de la industrializaci¨®n, por embellecerse con casas se?oriales de variados estilos arquitect¨®nicos. F¨ªjense en el templo mas¨®nico y la grandiosa casa azul de los Kingman, hoy convertida en un bed and breakfast familiar y poblado de antig¨¹edades. Frente a ellas encontrar¨¢n el ¨²ltimo rastro de la poeta. Esta vez es su silueta, recortada en metal pesado, casi como una sombra erguida en forma de escultura de arte p¨²blico que conversa a pocos metros con la silueta de Robert Frost. Ambos escritores nunca departieron en vida. Sin embargo, la comunidad de Amherst, d¨ªa a d¨ªa, hace posible esos di¨¢logos y los revive como un secreto. Ac¨¦rquense ya a la ¨²nica casa de ladrillo de la calle, la que vio nacer a Emily Dickinson en 1830. Llamen a la puerta, con cuidado, y no se olviden de escuchar su voz: "La Naturaleza es una Casa Encantada -el Arte-, una Casa dispuesta a que la encanten".
Julia Piera es autora del libro de poemas Conversaciones con Mary Shelley, que aparecer¨¢ esta primavera publicado por Icaria
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