?Y si un preso lee el Cor¨¢n y a otro le molesta?
Un equipo de abogados lleva a cabo un programa en las c¨¢rceles para solucionar conflictos entre internos
Un preso reza el Cor¨¢n. A otro preso le molesta escuchar el rezo. La convivencia en el interior de la c¨¢rcel se rige por sus propios c¨®digos: ambos acabar¨¢n enzarzados en una pelea al d¨ªa siguiente. En ese momento interviene la autoridad, que es omnipresente en el interior de la prisi¨®n, y aplica sanciones con car¨¢cter inmediato. El asunto quedar¨¢ resuelto. As¨ª es la vida en la c¨¢rcel, donde todo se paga al contado. ?Qu¨¦ necesidad hay, entonces, de mediar entre dos presos y convencerles de que lleguen a un acuerdo? A nadie se le hab¨ªa ocurrido hacerlo hasta que llegaron los pacificadores.
Los pacificadores en este caso son un equipo de abogados, liderados por Juli¨¢n R¨ªos, catedr¨¢tico de Derecho Penal de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid). Fundaron una asociaci¨®n de mediaci¨®n para la pacificaci¨®n de conflictos. La mayor¨ªa de ellos ten¨ªan experiencia en la resoluci¨®n de conflictos familiares, pero han querido llevar su trabajo m¨¢s all¨¢ y propusieron a Instituciones Penitenciarias realizar un proyecto en las c¨¢rceles, entre reclusos. Todo empez¨® en febrero de 2005 en la c¨¢rcel de Valdemoro (Madrid).
Si la mediaci¨®n acaba bien y no se repite el incidente, los reclusos recuperan su antigua condici¨®n, se les pone una buena nota y se levantan las sanciones
Los 'pacificadores' ten¨ªan experiencia en la resoluci¨®n de conflictos familiares, pero han querido ir m¨¢s all¨¢ y llevar su trabajo a las c¨¢rceles
Han intervenido en 60 conflictos entre presos. La mitad de ellos se han resuelto con un acuerdo voluntario entre las partes. El resultado es favorable.
Las visitas a la c¨¢rcel de Valdemoro se hacen cada viernes por la ma?ana. Los abogados se distribuyen en grupos y se reparten la tarea. Uno de los casos le toca a Esther. Se trata de una pelea entre cuatro reclusos por un incidente que, en otra parte del mundo, resultar¨ªa est¨²pido: uno de los reclusos se molest¨® porque un tercero entorpeci¨® su campo de visi¨®n cuando estaba contemplando un partido de f¨²tbol por televisi¨®n. La interrupci¨®n degener¨® en un cruce de insultos, posterior pelea y termin¨® con uno de los reclusos sangrando por un p¨®mulo.
Presos incompatibles
A partir de ese momento, las normas de la c¨¢rcel entraron en juego: la direcci¨®n declar¨® a los cuatro presos como incompatibles, lo cual significaba que no pod¨ªan convivir en el mismo m¨®dulo ni coincidir en actividad alguna, sea en la escuela, la biblioteca o el comedor. Y, adem¨¢s, cada uno de ellos recibi¨® como sanci¨®n varios d¨ªas de aislamiento, una falta que constar¨¢ en su expediente penitenciario.
A partir de ese momento, Esther se propone hablar con los cuatro hombres por separado, escuchar sus razones y proponerles un encuentro para que zanjen el asunto cordialmente, firmen la paz y acepten volver a convivir en el mismo m¨®dulo. Si la mediaci¨®n concluye correctamente y no se repite el incidente en un tiempo razonable recuperar¨¢n su antigua condici¨®n, se les pondr¨¢ una nota positiva en su expediente e, incluso, se les podr¨¢n levantar las sanciones.
El primero en ser entrevistado es un hombre de 30 a?os. Lleva un a?o en la c¨¢rcel en espera de juicio, acusado por robo. Le detuvieron a los dos meses de estar en Espa?a. Otro de los actores de la pelea es un compatriota compa?ero de fatigas y detenido por el mismo delito. Esther explica al preso que quiere intentar una reconciliaci¨®n entre todos y le pregunta si est¨¢ dispuesto. El hombre acepta. Viene entonces un primer interrogatorio.
-?Por qu¨¦ os pegasteis?
-Fue una tonter¨ªa.
-Todo empez¨® por un partido de f¨²tbol.
-S¨ª, aquel hombre estaba viendo la televisi¨®n que ten¨ªan los funcionarios. Era un partido de f¨²tbol. Otro t¨ªo se puso delante. Le dijo que se quitara, que no pod¨ªa ver. El otro contest¨® que pod¨ªa irse a una sala a ver el partido. El que estaba sentado se levant¨® y le agarr¨® por el cuello.
-?Y t¨² que hiciste? ?Le pegaste?
-No, no, s¨®lo les separ¨¦. Nada m¨¢s. Luego vivieron los funcionarios.
-?T¨² has tenido heridas?
-No, no, ninguna.
-?Y ¨¦l?
-Ten¨ªa una peque?a herida en la cara, un poco de sangre nada m¨¢s.
El recluso quiere quitarle importancia al asunto, pero de su boca no sale qui¨¦n propin¨® el golpe al herido. Su compatriota sostiene la misma versi¨®n durante la entrevista, la misma escena y una descripci¨®n id¨¦ntica respecto de las heridas que sufri¨® el agredido. Ambos son hombres j¨®venes y fuertes. El tercer implicado fue el hombre que se interpuso entre el espa?ol y la televisi¨®n. Reconoce que el agredido le agarr¨® por el cuello. Curiosamente, no se queja de ninguna herida. Seg¨²n ¨¦l, fue una pelea sin sangre. El asunto parece sencillo, pero no lo es tanto: el cuarto invitado en la pelea no puede declarar ante el pacificador. Est¨¢ recluido en un m¨®dulo de aislamiento... a petici¨®n propia. Prefiere ese castigo antes que gozar de la escasa libertad de movimientos que alguien puede tener en la c¨¢rcel. ?Por qu¨¦? Porque tiene miedo. As¨ª que Esther tendr¨¢ que regresar al viernes siguiente para entrevistar al espa?ol. Sin su participaci¨®n no hay acuerdo posible.
Si los cuatro aceptan entrar en el programa, deber¨¢n seguir las normas de la mediaci¨®n, escuchar al otro en silencio, reconocer las culpas, estar dispuestos a pedir perd¨®n y a reparar a la v¨ªctima y aceptar un acuerdo. "El simple hecho de escuchar al otro, de razonar sobre el incidente, de aceptar voluntariamente unas normas les ofrece la posibilidad de aprender mecanismos de comportamiento en un espacio violento y represivo", dice Juli¨¢n R¨ªos, uno de los padres del proyecto. "A trav¨¦s de la mediaci¨®n, aprender a controlar sus impulsos, a eliminar conductas y pensamientos violentos, a reducir la ansiedad que les produce el internamiento".
Esther ha dado por finalizado su trabajo por el momento. Sus dos compa?eros han realizado dos sesiones y una de ellas ha sido plenamente satisfactorias: los dos presos se han fundido en un emocionado abrazo entre l¨¢grimas.
El c¨®mic y el 'kleenex'
EL PROYECTO DE Pacificaci¨®n de Conflictos se puso en marcha en el penal de Valdemoro en febrero de 2005. Un a?o despu¨¦s, el programa se extiende por la c¨¢rcel de M¨¢laga, la de Zaragoza, la de Pamplona y, en pr¨®ximas fechas, la de Vitoria. Tanto Instituciones Penitenciarias como algunos funcionarios consultados reconocen el buen funcionamiento del programa y lo eficaz que resulta para aliviar tensiones en el interior de la c¨¢rcel.
"Resolver 30 de 60 casos puede no parecer mucho en un entorno masificado como son ahora las c¨¢rceles, pero los funcionarios que antes eran esc¨¦pticos est¨¢n viendo el aspecto positivo del programa: estamos eliminando violencia dentro de las c¨¢rceles de una forma pac¨ªfica", asegura Juli¨¢n R¨ªos. Un portavoz de Instituciones Penitenciarias reconoce que el programa est¨¢ dando resultados: "Se ha dado el caso de dos presos que se han pegado y han terminado conviviendo en la misma celda".
El equipo de abogados va perfeccionando el proyecto con el paso del tiempo. La mediaci¨®n no es un acto improvisado. Se tienen en cuenta todos los detalles, desde la confecci¨®n de un c¨®mic para la comprensi¨®n del programa entre los reclusos hasta la recomendaci¨®n de llevar kleenex porque "deben permitir llorar, pero sin centrarse en la emoci¨®n". Nunca deben hacer una pregunta: "?Despu¨¦s de este conflicto, c¨®mo crees que se puede solucionar?".
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