El escritor de la ciudad prodigiosa
Ha colocado Barcelona perfectamente situada en el atlas literario. Eduardo Mendoza ha narrado la vida de la ciudad desde todos los frentes y ¨¦pocas. Ahora es tambi¨¦n el escenario de su ¨²ltima novela, 'Mauricio o las elecciones primarias', cuya acci¨®n transcurre en los a?os ochenta.
Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) saca Mauricio o las elecciones primarias (Seix Barral), una novela "de las gordas", por encima de las 300 p¨¢ginas. Las novelas gordas de Mendoza constituyen unos hitos tan regulares como singulares en la vida literaria espa?ola de los ¨²ltimos 40 a?os. Abri¨® el fuego en 1975, pocos meses antes de morir Franco, La verdad sobre el caso Savolta (382 p¨¢ginas), historia de industriales y anarquistas ambientada en la Barcelona un poco posterior a la Gran Guerra. Sigui¨® en 1986 La ciudad de los prodigios (394 p¨¢ginas), la historia del mete¨®rico ascenso social de Onofre Bouvila entre las dos grandes exposiciones barcelonesas de 1888 y 1929. Una d¨¦cada m¨¢s tarde apareci¨® Una comedia ligera (383 p¨¢ginas), retrato quieto de la Barcelona de los a?os cincuenta protagonizado por Carlos Prull¨¢s, un se?orito de familia acomodada con cierta tendencia compulsiva a meterse en l¨ªos. Y ahora llega Mauricio o las elecciones primarias (365 p¨¢ginas). El tal Mauricio es un dentista dividido entre la ilusi¨®n de cambiar el mundo, el desencanto por no conseguirlo y la enorme pereza que resulta de la combinaci¨®n de una y otro. La acci¨®n en este caso se desarrolla entre la Barcelona que ha vuelto a sorprenderse con la segunda victoria de Jordi Pujol en las elecciones auton¨®micas de 1984 y esa otra ciudad que el 17 de octubre de 1986 escucha incr¨¦dula c¨®mo uno de sus hijos m¨¢s prodigiosos, Juan Antonio Samaranch, a la saz¨®n presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional, la proclama sede de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992.
"La met¨¢fora del dentista que alivia el dolor me ha servido para explicar la p¨¦rdida de inocencia social y pol¨ªtica"
Poner a Barcelona en el atlas literario de las ciudades ha supuesto para Eduardo Mendoza poco menos que un v¨ªa crucis. A cada estaci¨®n reniega del proyecto, resopla por las obligaciones que impone la promoci¨®n y repite que no habr¨¢ una pr¨®xima vez. As¨ª sucedi¨® hace 10 a?os, cuando, tras la aparici¨®n de Una comedia ligera, manifest¨® a este diario que "la novela de sof¨¢" hab¨ªa muerto y se mont¨® un pollo considerable en el ambiente literario. Ahora se muestra m¨¢s prudente, pero acusa igualmente el esfuerzo de volver a publicar m¨¢s de 300 p¨¢ginas de golpe. Dice que Mauricio? deb¨ªa formar parte de una trilog¨ªa, pero que no sabe si ser¨¢ capaz de llevarla a buen puerto. No cuesta mucho adivinar qu¨¦ otras etapas barcelonesas se habr¨ªa propuesto cubrir Mendoza: falta por narrar la Barcelona ol¨ªmpica y la de la gran depresi¨®n subsiguiente. Todos los dedos le se?alan como el mejor dotado para la empresa, pero ¨¦l se resiste; hace como si mirara para otro lado, como si fuera "uno de esos protagonistas m¨ªos sin personalidad, sin car¨¢cter". Con su caracter¨ªstica acidez posparto, as¨ª ha definido al nuevo protagonista de la historia.
Sin embargo, se dir¨ªa que a este personaje le tiene bastante m¨¢s cari?o que a Bouvila o Prull¨¢s.
A ¨¦ste le quiero mucho, s¨ª, me identifico m¨¢s con ¨¦l.
Es un buen profesional y tambi¨¦n una buena persona.
Le gusta su trabajo, pero siente que ello no basta para presentarse ante la historia. Pertenece a una generaci¨®n con una responsabilidad hist¨®rica, pero no consigue justificarse a s¨ª mismo, a pesar de que realiza un trabajo ¨²til por el que adem¨¢s le pagan bien. ?ste es el problema.
?El problema?
Nos pasamos el d¨ªa pidiendo justicia, y por hacerlo nos pagan en abundancia. Hay un conflicto moral absurdo en esto, que el otro d¨ªa ve¨ªa reflejado en la ceremonia de concesi¨®n de los Oscar. Muchos hacen all¨ª un discurso de denuncia, cuando ganan millones de d¨®lares por trabajar un mes y medio. El conflicto ¨¦tico personal circula al margen de las reivindicaciones colectivas en las que estamos metidos a nivel local, nacional, europeo, cristiano, musulm¨¢n? Me interesaba esta disociaci¨®n.
Como ya hizo en 'Una comedia ligera', vuelve a escoger una ¨¦poca y unos personajes ajenos a toda ¨¦pica. Montar una novela sobre un ca?amazo tan poco dram¨¢tico parece mucho m¨¢s dif¨ªcil que hacerlo, por ejemplo, sobre los perdedores de la Guerra Civil.
En la d¨¦cada de los ochenta se llev¨® a cabo una gran reforma, el pa¨ªs vivi¨® un cambio; pero no fue un cambio espectacular, sino de fondo. Se vio enseguida que ¨ªbamos hacia una realidad muy juiciosa y ordenada que nada ten¨ªa que ver con aquel sue?o de libertad y justicia que una generaci¨®n hab¨ªa acariciado de manera un poco infantil. Es en efecto una ¨¦poca muy plana, como en dos dimensiones, sin relieve. Nunca document¨¢ndome en la hemeroteca me hab¨ªa aburrido tanto como en esta ocasi¨®n.
De hecho, usted da a la c¨¦lebre frase de Samaranch "? ¨¤ la ville de? ?Barcelona!" un car¨¢cter de fin de trayecto, de liquidaci¨®n de la utop¨ªa.
Para m¨ª, ah¨ª se acaba el gran sue?o. Es el momento en que se viene a constatar que ya no haremos la revoluci¨®n pendiente, sino deportes, dise?o, un urbanismo civilizado, todo eso. Me gustar¨¢ ver c¨®mo lee este relato la gente joven, la que naci¨® en los ochenta, si es que lo lee. Al margen de si les gusta o no, s¨¦ qu¨¦ lectura har¨¢n los de mi generaci¨®n: ver¨¢n un referente de sus propias vidas; aunque no lo compartan, sabr¨¢n de qu¨¦ les hablo. Pero para los j¨®venes ser¨¢ historia antigua.
No le ha ido tan mal con los j¨®venes. 'Sin noticias de Gurb' le ha proporcionado un ej¨¦rcito de lectores noveles.
Es lo mejor que he hecho en mi vida, eso me ha abierto much¨ªsimas puertas. No hace mucho di una charla en Polonia, donde al parecer hay cierta saturaci¨®n de novelas hist¨®ricas. Ellos no pod¨ªan entender que yo me empe?e en seguir en el g¨¦nero serio cuando ellos lo que m¨¢s apreciaban es Gurb, El laberinto de las aceitunas o La cripta embrujada.
Bueno, tras 'Mauricio?', ahora podr¨¢ escribir algunas de estas "obras menores", como usted las llama. Tiene 10 a?os buenos para ello. En todo caso, usted del cambio de g¨¦nero ha hecho virtud.
Necesito ciertamente un cambio de aires, tal vez escribir por fin la comedia de Prull¨¢s, Arrivederci, pollo. Con una novela de 300 p¨¢ginas siempre tienes la sensaci¨®n de que escribes 290 en muy poco tiempo y que luego te pasas a?os con las 10 ¨²ltimas, que no son 10, claro, porque cada cosa que tocas te obliga a reformarlo todo. Y eso es muy, muy cansado.
Los personajes son todos ¨¢ngeles ca¨ªdos. Y de hecho, su novela incluye un pr¨®logo y un ep¨ªlogo que hablan de ¨¢ngeles y de una generaci¨®n de gigantes cuya desaparici¨®n llora un reducto de incondicionales.
Dud¨¦ mucho en poner ese inicio y ese final. Todo se sustentaba sobre una capa de hielo tan fina que en cierto modo necesitaba metaforizar, darle cierto espesor ejemplificador a la historia. Los gigantes son las grandes ideolog¨ªas ca¨ªdas, y s¨®lo un grupo de nost¨¢lgicos parece echarlas en falta.
?Y el t¨ªtulo? Es sabido que encontrarlo tambi¨¦n suele costarle.
Mucho. Buscaba dos t¨ªtulos, un t¨ªtulo general y otro particular. El que finalmente lleva es el particular, que se tendr¨¢ que justificar si finalmente este libro queda en una novela sin continuidad. El t¨ªtulo hay que verlo escrito; por ahora s¨®lo lo he o¨ªdo, y a¨²n no me he acostumbrado. Es como cuando le pones el nombre a un hijo: hasta que no lo identificas te cuesta llamarlo.
'Mauricio o las elecciones primarias' es una novela de di¨¢logos en la que Barcelona aparece como un fondo difuso que progresivamente ocupa el primer plano.
Quer¨ªa continuar la historia de Barcelona como protagonista, porque creo que las ciudades se han convertido en las grandes protagonistas de nuestras vidas. La misma historia personal no puede vivirse igual en Londres que en Nueva York, Barcelona, Roma, Par¨ªs o Sevilla. La ciudad es hoy el protagonista colectivo.
Y 1992 marc¨® sin duda una inflexi¨®n en el protagonismo de la ciudad.
Antes de la proclamaci¨®n ol¨ªmpica ten¨ªamos una ciudad marginal, lo cual le proporcionaba ciertas dosis de creatividad, justamente porque nadie le hac¨ªa caso y cada cual hac¨ªa y dec¨ªa lo que le parec¨ªa. Cuando se convierte en ciudad protagonista, en portavoz de una modernidad y de una forma de entender la vida, toma conciencia de que debe organizarse de otro modo. Por eso justamente pensaba yo que esta novela deber¨ªa tener continuidad, porque de hecho me quedo a las puertas de esta transformaci¨®n. En fin, ya veremos.
La ciudad, como usted la describe, es el lugar donde pueden entrar en contacto sin rozarse realidades dispares, a menudo en conflicto. En cierto modo, es la herencia que ha dejado 'La vida privada', la gran novela de Josep Maria de Sagarra. Su nueva obra se mueve entre el barrio alto de Sarri¨¤ y el suburbio de Santa Coloma, pasando por s¨®rdidos bufetes de abogados y lujosos hoteles ginebrinos donde se realizan transacciones inconfesables. Es una novela de iniciaci¨®n.
La protagonista de la novela, efectivamente, descubre a la vez el mundo del sida y el de la droga junto con los ambientes del lujo internacional. Aparentemente, Ginebra es un mundo falso, pero ella descubre que es tan real como el de Santa Coloma. Ambos son lugares donde pasan las cosas.
El sida es desde luego el gran asunto de la d¨¦cada de los ochenta. Usted recrea perfectamente la zozobra social que genera su diagn¨®stico.
Es que fue otro de los gigantes abatidos. Resulta que el gran sue?o de la libertad sexual acab¨® en condena de muerte por obra y gracia de esta enfermedad. A partir de ah¨ª, Dios existe, y es como el que sal¨ªa en Los diez mandamientos: un juez implacable, que no es ninguna broma ni abstracci¨®n.
Hay un momento sorprendente del relato en que la acci¨®n se desplaza a Israel, y se discute de todo esto, de la diferencia entre el dios monote¨ªsta, solo, aislado y vengativo, y el polite¨ªsmo que parece humanizar las relaciones entre las divinidades.
Esta incursi¨®n hacia un mundo lejano como Israel puede inducir a cierta perplejidad. Porque adem¨¢s en la novela llega de la mano de una tediosa comida de Navidad, en que empiezan a explicarse chistes de jud¨ªos y catalanes que animan la reuni¨®n. Creo que la globalizaci¨®n, o cierta globalizaci¨®n, arranca en los a?os ochenta, e Israel, el Estado de Israel, representa otro fracaso, el de la utop¨ªa que encarna el kibutz. En Catalu?a ha habido desde siempre una gran corriente de simpat¨ªa hacia Israel, que encarnan articulistas como Pilar Rahola o Joan Culla.
Pero su personaje no hace ninguna profesi¨®n de nacionalismo. Parece como si siempre estuviera de paso, y que tanto podr¨ªa acabar sus d¨ªas en Tel Aviv como en Londres.
Como todos. Londres puede ser mucho m¨¢s mi patria que el lugar donde he nacido. Yo me siento nacionalista de Manhattan, por m¨¢s que mantenga mi fidelidad a Catalu?a, Espa?a o Barcelona. En Manhattan soy nacionalista de m¨ª mismo.
Finalmente, el gran desencanto que su novela escenifica es el de la pol¨ªtica. Mauricio, el joven dentista, se toma en serio las elecciones de 1984, colabora en los m¨ªtines socialistas, est¨¢ decidido a aportar su esfuerzo para cambiar las cosas.
Supongo que lo que nos ha pasado es que la pol¨ªtica ha desaparecido como gran utop¨ªa y ha quedado como gesti¨®n, como garant¨ªa de que todo funcione de manera m¨¢s o menos razonable. Hoy si te pasa algo en la calle te llevan a un hospital y te atienden bien, si vas a un juzgado con una reclamaci¨®n encontrar¨¢s a alguien que te har¨¢ m¨¢s o menos justicia, etc¨¦tera. Y como que todo esto funciona, la pol¨ªtica puede permitirse cierto juego de tablero.
?Por ejemplo?
Por ejemplo, el Estatuto de Catalu?a. Es un texto que a mi entender mejorar¨¢ las condiciones de vida en Catalu?a, har¨¢ que la administraci¨®n sea m¨¢s eficaz. Pero esto se acompa?a del politiqueo de sal¨®n, del juego en que unos pactan y otros quedan fuera del tablero, como le est¨¢ ocurriendo a Esquerra. Hace unos a?os eran Anguita y el PP quienes hac¨ªan la pinza al PSOE. Eso a Anguita le cost¨® la carrera, ha desaparecido del mapa.
El otro d¨ªa sali¨® en televisi¨®n.
Parece m¨¢s antiguo que Godoy. En su momento, Anguita tambi¨¦n era real, pero luego cambi¨® el tablero y se volatiliz¨®. Eso da pie a preguntarse: ?c¨®mo veremos dentro de unos a?os a Aznar? Es probable que su c¨¦lebre "v¨¢yase, se?or Gonz¨¢lez" nos vaya sonando cada vez m¨¢s a "si vas a Calatayud, preguntas por la Dolores": pura maniobra sin contenido, pura estrategia electoral. El lenguaje pol¨ªtico cambia mucho si las elecciones han de suceder dentro de un a?o, de tres o de dos meses. Eso quiere decir que las ideas, los principios, quedan por detr¨¢s de las estrategias. Lo cual no quiere decir que todo sea nefasto: la gesti¨®n funciona, hay buenos profesionales ocup¨¢ndose de ello.
Pero las expectativas puestas eran muy superiores.
Diferentes, yo dir¨ªa. Se vive mejor, hay bares que hacen unas tapas fant¨¢sticas y unas pe?as futbol¨ªsticas que pasan el d¨ªa d¨¢ndose la bronca. Todo estupendo. Es peligroso decirlo, pero hay un momento en que los problemas personales pasan por delante de los sociales. Ni las pateras, ni la inmigraci¨®n, ni la marginalidad, ni los mineros de Asturias de otros tiempos pasan nunca por delante del problema concreto del barrio o de la familia.
Usted no renuncia, sin embargo, a mirar asuntos tan graves con una mirada corrosiva que provoca hilaridad. Cuando, por ejemplo, manda a la pareja protagonista a El Corte Ingl¨¦s para seleccionar un regalo de una lista de boda.
Bueno, es que en esa ¨¦poca nos pasaban estas cosas, viv¨ªamos con todas estas contradicciones a cuestas: despu¨¦s de leer a Althusser tocaba ir a unos grandes almacenes para agenciarte 12 platos de desayuno que no se salieran de tu presupuesto.
Aunque uno siempre llegaba tarde, cuando en la lista ya quedaban pocas gangas.
S¨ª, un encendedor de mesa, unos candelabros, una figura de porcelana, en fin? Te ve¨ªas a ti mismo en el trance y te preguntabas si eras realmente t¨² el que estabas all¨ª y si el tipo que cre¨ªa en Mao era otra persona.
Toda esta realidad surge en su novela a trav¨¦s de los di¨¢logos, unos di¨¢logos muy ligeros y espumosos.
Siempre me han gustado los di¨¢logos, de ah¨ª mi dedicaci¨®n al teatro. Pero es que adem¨¢s en este caso no ten¨ªa otra escapatoria. La hemeroteca de ese periodo, insisto en que es muy aburrida. Es el momento en que empezamos a normalizarnos, 10 a?os despu¨¦s de la muerte del dictador y ya pasada la intentona de Tejero. Me lo paso bien, especialmente, escribiendo di¨¢logos de mujeres. Clotilde, la protagonista, lucha por conseguir un reconocimiento profesional en medio de muchas dudas. Hoy ese objetivo est¨¢ pr¨¢cticamente asumido, pero en ese momento exig¨ªa esfuerzos enormes.
Tanto las mujeres como los hombres se esfuerzan por ser buenos profesionales en esta novela. Acaso esto es lo que en parte motiva esta normalizaci¨®n sin ¨¦pica que conoce Espa?a a partir de los a?os ochenta.
Es muy probable.
Por cierto, Mauricio es m¨¦dico estomat¨®logo. Una novedad en su literatura, que nos ten¨ªa m¨¢s bien acostumbrados a industriales con m¨¢s o menos escr¨²pulos, generalmente menos.
Bueno, los m¨¦dicos suelen ser grandes lectores. Esto me interesa, y siempre que hablo con amigos m¨¦dicos les pregunto por qu¨¦ una profesi¨®n que les pone tan en contacto con las interioridades del cuerpo humano, les lleva luego a devorar libros, ya sea novela o poes¨ªa. Supongo que es por un mecanismo de evasi¨®n. A m¨ª me parece que los m¨¦dicos son mejores lectores que aficionados a la m¨²sica.
Y ya puestos, convierte a su dentista en un gran lector, ni m¨¢s ni menos que de Goethe.
S¨ª, el propio t¨ªtulo de la novela es goethiano. No s¨¦, supongo que necesitaba darle una afici¨®n que le elevara por encima de sus preocupaciones profesionales y vitales.
Hay un momento de la novela en que Mauricio se queja de que su oficio no pueda dar nunca motivo de conversaci¨®n en una velada de amigos, mientras que s¨ª puede darlo el caso de un abogado o la trama de un escritor.
Yendo al dentista y viendo las fotograf¨ªas de patolog¨ªas dentales de las que frecuentemente se rodea pienso en lo entusiastas que son estos especialistas en medio de tantas enfermedades y deformaciones. Es su objeto de estudio y lo abordan con aut¨¦ntica pasi¨®n. A veces pienso que el correlato para un escritor ser¨ªa tener en su estudio, enmarcadas, frases sint¨¢cticamente mal construidas, sustantivos defectuosos, adjetivos mal colocados, etc¨¦tera. Por lo dem¨¢s, la met¨¢fora social del profesional responsable que cumple con su cometido y se dedica a aliviar el dolor de los dem¨¢s me ha servido como contrapunto a la p¨¦rdida de inocencia social y pol¨ªtica que quer¨ªa explicar.
Aparte de la construcci¨®n de un mundo, que es de lo que hasta aqu¨ª hemos hablado, hay tambi¨¦n la construcci¨®n ling¨¹¨ªstica, esa capacidad suya para recordar expresiones de aquel momento, luego ca¨ªdas en desuso. O de introducir expresiones andaluzas o catalanas en su castellano, algo que a los dem¨¢s nos ha preocupado mucho y que usted siempre se ha tomado a guasa.
Recojo de la calle, eso es todo. Tengo mucha memoria auditiva. Desde luego no la tengo visual, ni para recordar cifras y detalles incluso de cosas que he estudiado. En cambio, cosas que he o¨ªdo decir aqu¨ª y all¨¢, incluso, pongamos, una frase que o¨ª cuando ten¨ªa ocho a?os en un autob¨²s y me llam¨® la atenci¨®n, ahora la puedo reproducir con exactitud.
O¨ªdo fino para la lengua, quiz¨¢ eso le venga de cuando hac¨ªa traducci¨®n simult¨¢nea para la ONU.
Seguro que la ejercit¨¦ all¨ª, pero ya me ven¨ªa de antes. S¨ª, tengo o¨ªdo. Pero as¨ª como a los m¨²sicos esta cualidad les sirve para algo importante como hacer m¨²sica, a m¨ª me sirve para la tonter¨ªa de reproducir las frases que he o¨ªdo?
? que no es ninguna tonter¨ªa, y que de paso sirve para fijar un registro de escritura?
Bueno, se tratar¨ªa de un registro notarial-coloquial, y supongo que esto s¨ª lo aprend¨ª cuando me dedicaba a la interpretaci¨®n. Es un poco la virtud de los que saben hacer imitaciones. Hay gente especialmente dotada para ello. Gente que saca una voz espectacular y lo hace muy bien cuando imita a Pavarotti, pero que cuando canta por su cuenta no tiene ni la m¨¢s remota idea.
Tambi¨¦n habr¨¢ otras fuentes.
El entorno familiar, sin duda. Mi hermana [Cristina Mendoza, directora del Museo de Arte Moderno, integrado en el Museo Nacional de Arte de Catalu?a] y yo podemos emplear un vocabulario que hemos escuchado a la abuela y que entre nosotros podemos utilizar, pero que sorprender¨ªa a quienes nos escucharan. Cuando est¨¢n dentro de su clan, las personas tienden a emplear sus propios t¨®tems ling¨¹¨ªsticos. Entre hermanos es muy frecuente que recuerden los giros de una t¨ªa que de peque?os les daba mucha risa.
Llegamos a la parte inevitable de esta entrevista. Hace 10 a?os, cuando apareci¨® 'Una comedia ligera', usted dijo que la novela estaba agotada como g¨¦nero, pero no podr¨¢ negar que ha vuelto a las andadas.
No lo puedo negar. Pero yo cre¨ªa que estaba agotado un modelo de novela.
?Cu¨¢l? ?El de "la se?ora marquesa sali¨® de casa a las cinco en punto"?
Precisamente. Pero es que la realidad se resiste a adaptarse al diagn¨®stico, la condenada. Seguramente, gracias a aquellas declaraciones y al l¨ªo que se mont¨®, todo el mundo tiene conciencia hoy de que la novela de sof¨¢ est¨¢ agotada, y por eso puede contar con una segunda vida, que es la de los muertos vivientes. Ahora incluso una novela que empiece con "La se?ora marquesa sali¨® de su casa a las cinco" puede tener su lugar por el hecho de ser un anacronismo, de jugar a la contra de la imposibilidad de esa novela. Yo creo que no fuimos del todo desencaminados, visto el tipo de novelas que se ha impuesto en esta d¨¦cada.
En aquella ocasi¨®n se mostr¨® muy contundente. Bien es cierto que acababa de terminar una novela de m¨¢s de 300 p¨¢ginas, y eso le daba cierta licencia para matar; pero es que dijo: "Todo lo narrativo se ha vuelto fr¨ªvolo. Esto no implica una consideraci¨®n moral, sino simplemente literaria. Lo que no plantea problemas importantes no es viable literariamente". Se comprende que los colegas se alarmaran.
A ver si esta vez me explico mejor. Yo quer¨ªa decir que la novela como pura ficci¨®n est¨¢ muerta y bien muerta, que la novela es hoy inviable si no establece un contacto y un contrato con la realidad, aunque est¨¦ planteado literariamente. La novela que se escribe hoy es medio ficci¨®n, medio periodismo, medio ensayo. El caso emblem¨¢tico de este periodo es Soldados de Salamina, una novela con personajes de ficci¨®n que es a la vez un reportaje period¨ªstico y una investigaci¨®n hist¨®rica de determinados hechos. Me parece que no fui tan desencaminado.
Usted, de hecho, siempre ha construido sus novelas sobre una profusa documentaci¨®n en las hemerotecas.
Es que, si no es as¨ª, me parece que entonces no se hacen novelas, sino simplemente efectos especiales.
?Como 'El c¨®digo Da Vinci'?
No, eso no llega a la categor¨ªa, porque pueden ser efectos especiales muy logrados. El ejemplo que me viene a la cabeza no es literario, sino cinematogr¨¢fico: King Kong. Puede gustarte m¨¢s o menos, pero a nadie enga?a, sabes qu¨¦ vas a ver. Si luego resulta que t¨² ves en esa pel¨ªcula una gran met¨¢fora y te enamoras a partir de ella, es tu problema, no el de la pel¨ªcula.
?Hay, pues, un plus que la novela de hoy debe dar al lector?
Creo que s¨ª. La novela del siglo XIX que buscaba la identificaci¨®n con el lector, hoy, desde mi punto de vista, debe ofrecer un componente de realidad hist¨®rica, local y material muy concreta. Y en este sentido, s¨ª que la novela-novela, la de "me gusta que me expliquen una historia", ya no funciona. A todo el mundo le gusta que le cuenten historias, pero sobre todo a todo el mundo le gusta explicarlas, que no es lo mismo. Ya desde peque?os tenemos la tendencia a agarrar el micro y a no soltarlo.
Hay otro ejemplo reciente de este plus hist¨®rico que usted reclama. La pel¨ªcula de George Clooney 'Buenas noches y buena suerte', sobre la 'caza de brujas' del senador McCarthy.
Precisamente. Es buen¨ªsima, da mucha informaci¨®n sobre un mundo que ya no existe. Yo asist¨ª a la desaparici¨®n de esos talk-show cuando resid¨ª en Nueva York [entre 1973 y 1982]. Era el periodismo de verdad llevado a las salas de estar de los hogares, un aut¨¦ntico referente que la gente comentaba en la oficina a la ma?ana siguiente. Luego la televisi¨®n se convirti¨® en mero entretenimiento y perdi¨® su funci¨®n de informar.
Eso no llegamos a verlo aqu¨ª en Espa?a.
No, porque aqu¨ª con la televisi¨®n pasamos sin transici¨®n del salvajismo de la televisi¨®n franquista a la decadencia que la convirti¨® en mero entretenimiento y publicidad. Yo llegu¨¦ a Estados Unidos cuando la televisi¨®n daba en directo el impeachment y la dimisi¨®n de Richard Nixon. La gran diferencia con el pa¨ªs que dejaba atr¨¢s es que la gente estaba enganchada a esa realidad pol¨ªtica que se retransmit¨ªa en directo como si fuera un partido del Bar?a. Y no lo era. Era pol¨ªtica.
La nueva obra del escritor Eduardo Mendoza, 'Mauricio o las elecciones primarias', editada por Seix Barral, saldr¨¢ a la venta la pr¨®xima semana.
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