Estrecho contacto entre Par¨ªs y Madrid
El primer ministro franc¨¦s acuerda con Zapatero mantener una comunicaci¨®n permanente tras el alto el fuego de ETA
Un total de 160 personas se encuentran encarceladas en Francia por vinculaci¨®n a ETA, seg¨²n datos del Ministerio de Justicia de ese pa¨ªs -otras fuentes lo rebajan a 153-, la mayor¨ªa pendientes de juicio. La implicaci¨®n de Par¨ªs, decisiva para poner a la banda contra las cuerdas, ha situado en las prisiones a un n¨²mero de presuntos etarras o de personas ya condenadas por serlo mucho mayor que el de vinculados a los terrorismos islamista o corso, pese a que estos ¨²ltimos inquietan m¨¢s a la opini¨®n p¨²blica de ese pa¨ªs.
El primer ministro franc¨¦s, Dominique de Villepin, ha acordado con Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero mantenerse "en estrecho contacto" sobre el proceso abierto por el alto el fuego permanente declarado por la banda. Par¨ªs no ha cambiado su l¨ªnea habitual de considerar a ETA un "problema espa?ol", pero el elevado n¨²mero de etarras en sus c¨¢rceles le hace part¨ªcipe casi inevitable de una futura negociaci¨®n, aunque una veintena son de nacionalidad francesa.
Independentistas del Pa¨ªs Vasco franc¨¦s tambi¨¦n reclaman un refer¨¦ndum
Si la alianza policial ha sido fuerte, el Gobierno de Par¨ªs se ha negado a ilegalizar a Batasuna. En su calidad de primer ministro, Jacques Chirac hab¨ªa ordenado la disoluci¨®n de Iparretarrak en los a?os ochenta por "atentar contra la integridad del territorio nacional, sustrayendo todo o parte del departamento de Pirineos Atl¨¢nticos a la soberan¨ªa francesa", por medio de actos terroristas. Pero Batasuna se registr¨® en 2001 en la subprefectura de Bayona (Pa¨ªs Vasco franc¨¦s) con el simple y te¨®rico objetivo de "promover y defender los derechos individuales y colectivos, as¨ª como la democracia en el Pa¨ªs Vasco". Las ¨®rdenes de cierre de las sedes de este partido, instadas por la fiscal¨ªa de la Audiencia Nacional en 2002 y aceptadas en su d¨ªa por el juez Baltasar Garz¨®n, no afectaron a los locales de Batasuna en el Pa¨ªs Vasco franc¨¦s.
En este territorio, el independentismo representa una minor¨ªa de la poblaci¨®n. De un censo electoral de 240.000 personas, Batasuna recogi¨® 891 votos en las ¨²ltimas legislativas (junio de 2002), sin presentar candidatos, sino papeletas en las que iba inserta la palabra "democracia". Poca cosa para inquietar a la Rep¨²blica Francesa. No obstante, Batasuna pide ahora al Gobierno de Par¨ªs que se implique en "un acuerdo pol¨ªtico" en torno a la consulta a la poblaci¨®n vasca sobre el futuro estatuto pol¨ªtico e institucional.
En la Batasuna francesa militan personas escindidas de otra organizaci¨®n de izquierda nacionalista, Abertzaleen Batasuna, que obtuvo 7.570 votos en las elecciones citadas. Este grupo ha rechazado los m¨¦todos terroristas, pero reclama la potenciaci¨®n de la lengua vasca y la escisi¨®n del departamento de los Pirineos Atl¨¢nticos, que integra administrativamente a territorios vascos y bearneses. Ning¨²n Gobierno franc¨¦s lo ha consentido. El grupo Abertzaleen Batasuna quiere aprovechar el momento para lanzar otra vez el debate sobre ese departamento vasco separado.
A las autoridades francesas no les han preocupado los movimientos independentistas vascos, por su peque?ez y porque ETA no ha matado a nadie en su territorio. Incapaz de batirse contra dos Estados a la vez, la organizaci¨®n terrorista concentr¨® toda su potencia asesina sobre Espa?a y preserv¨® a Francia como santuario de sus dirigentes, comandos y arsenales hasta tiempos relativamente recientes. Los a?os de pasividad hacia la organizaci¨®n terrorista durante la presidencia de Val¨¦ry Giscard d'Estaing y en la primera etapa de Fran?ois Mitterrand -Gaston Defferre, el primero de sus ministros de Interior, se negaba a entregar a "resistentes" a Espa?a- terminaron en la segunda mitad de los a?os ochenta, coincidiendo con el fin de la guerra sucia de los GAL.
Hubo golpes duros, como el de la detenci¨®n de la c¨²pula etarra en Bidart, en 1992. Sin embargo, los cambios sistem¨¢ticos comenzaron tras la ruptura de la pen¨²ltima tregua de ETA, en un clima antiterrorista favorecido por los atentados islamistas de septiembre de 2001. Fue un Gobierno de izquierdas, dirigido por Lionel Jospin, el que empez¨® los preparativos para flexibilizar la r¨ªgida legislaci¨®n que dificultaba las entregas de etarras a Espa?a e increment¨® los efectivos policiales contra ETA.
La izquierda francesa qued¨® apeada del poder en 2002, pero el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar encontr¨® un interlocutor a¨²n m¨¢s sensible en la persona del nuevo ministro de Interior, Nicolas Sarkozy. No fue ¨¦l, sino su rival, Dominique de Villepin, el que estaba en Interior cuando ETA recibi¨® el golpe m¨¢s fuerte: al alba del 3 de octubre de 2004, las fuerzas a sus ¨®rdenes penetraron en la mansi¨®n bearnesa donde viv¨ªa Mikel Albizu Iriarte, Mikel Antza, considerado el hombre clave de la banda. Militantes, armas y escondrijos cayeron todos a la vez en la Operaci¨®n Santuarios, preparada por la Guardia Civil junto con los servicios franceses y la juez encargada de los sumarios contra ETA, Laurence Le Vert.
Pese a su implicaci¨®n, los pol¨ªticos del pa¨ªs vecino se abstienen de todo protagonismo. En cada operaci¨®n han dejado a los sucesivos ministros espa?oles de Interior que se colgaran las medallas, ya que el arresto de una sucesi¨®n de jefes de ETA mueve pocos votos al norte de los Pirineos.
En definitiva, el manejo de la cuesti¨®n de ETA es m¨¢s delicado de lo que parece para las autoridades francesas. Tienen que dedicar efectivos a las operaciones, multiplicar los controles, vigilar a cientos de presos, ocuparse de decenas de extradiciones o entregas temporales; han tenido que revisar parte de su legislaci¨®n para permitir una colaboraci¨®n judicial m¨¢s fluida; se han visto se?aladas con el dedo cientos de veces desde Espa?a, como culpables de no hacer lo suficiente.
La alianza policial y judicial con Espa?a sobrevivi¨® al peor momento de la relaci¨®n Madrid-Par¨ªs, cuando el presidente Chirac y su entorno estallaron de c¨®lera ante el alineamiento de Aznar con George W. Bush, el presidente de los Estados Unidos. Ahora, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero cuenta en Par¨ªs con todo el apoyo oficial. Chirac y los suyos tambi¨¦n le necesitan: cuarteado el eje con Berl¨ªn, el presidente del Gobierno espa?ol cada vez les parece mejor aliado.
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