Juventud
La semana pasada fue rica en comentarios sobre lo que se dio en llamar el botell¨®n. Como los que escribimos en los peri¨®dicos somos personas de cierta edad, pocos participantes en el debate hab¨ªan asistido a los sucesos que lo motivaron. Reflexiones, por tanto, externas al fen¨®meno. No han faltado voces que reivindicaban el derecho de los j¨®venes a protestar divirti¨¦ndose, pero fueron las menos. La mayor¨ªa ha hecho sociolog¨ªa, ha apelado a la historia reciente y, aunque en general pocos han juzgado, todos han opinado, que es como juzgar pero sin dictar sentencia.
En realidad, los hechos dan poco de s¨ª y la versi¨®n oficial resulta convincente: unos pocos alborotadores y el resto que se apunta porque en el fondo ha ido a eso, a apuntarse a lo que salga. Cuando uno se zambulle en un acto masivo, lo mismo le da asaltar una trinchera, ver a la Virgen de F¨¢tima o comprarse un jersey en las rebajas.
El problema es que esta vez la algarada ha coincidido con los movimientos estudiantiles en Francia, y la comparaci¨®n nos ha sacado los colores. Mientras aqu¨ª nuestros j¨®venes le dan al alcohol, la juventud francesa parece reavivar el rescoldo de la lucha de clases. Pero no hay tal diferencia. Si nuestra principal industria es el turismo de borrachera, las fluctuaciones del precio de un cubata afectan al futuro laboral de los j¨®venes espa?oles igual que a los franceses la ley de Villepin. Es cierto que aun as¨ª hay diferencias notables en la actitud y en las formas. Sin duda, los viejos progres preferir¨ªamos ver a nuestros hijos cantar La Marsellesa en vez de La Parrala, pero la culpa no es de los chicos. La educaci¨®n p¨²blica en Francia prepara a los j¨®venes para ocupar un puesto de trabajo. Si luego ¨¦ste peligra, aqu¨¦llos salen a la calle. En Espa?a la educaci¨®n p¨²blica no prepara para nada y nada ofrece. Se conforma con tener a los chicos en clase sin armar bullanga. En consecuencia, la rebeli¨®n, cuando estalla, consiste en romper la papelera y escribir pis y caca en la pizarra. Tal vez ¨¦ste deber¨ªa ser el tema del an¨¢lisis en que nos hemos embarcado a ra¨ªz del botell¨®n. Pero no creo que pase nada. Al fin y al cabo, los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, pero esta regla tambi¨¦n funciona en sentido inverso.
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