Palabra de simio
Vi a Jos¨¦ Luis G¨®mez interpretar Informe para una academia hace 26 a?os, desde la ¨²ltima fila del Centro Cultural de la Villa. Pedro el Rojo, el mono protagonista, elegantemente vestido, se dispon¨ªa a disertar sobre su metamorfosis. Su proceder era estudiadamente humano, salvo detalles, geniales, en los que emerg¨ªa su naturaleza verdadera. Se encaramaba al taburete de conferenciante de un salto, impulsado por un leve golpe dado en el asiento con las yemas de los dedos. Rebuscando sus apuntes, se le ca¨ªa alg¨²n cacahuete de los bolsillos. Bajo su educaci¨®n, alentaba la bestia.
Ese montaje qued¨® en la memoria colectiva. Est¨¢ en boca de quienes lo vieron y de quienes no. Es historia grande del teatro. Al rehacerlo, G¨®mez ha corrido el riesgo de que se compare su trabajo de hoy con un recuerdo idealizado. Los montajes posteriores de este relato de Kafka salieron perdiendo. Incluso el protagonizado por Vittorio Gassman, demasiado apol¨ªneo, centrado en la palabra: me pareci¨® un poco hu¨¦rfano en el escenario inmenso del Teatro Monumental.
Informe para una academia
De Franz Kafka. Traducci¨®n y dramaturgia: Jos¨¦ Luis G¨®mez, asistido por Ronald Brouwer y Fefa Noia. Int¨¦rprete: Jos¨¦ Luis G¨®mez, con las voces de I?aki Gabilondo y Andreas Janousch. Caracterizaci¨®n: Susana S¨¢nchez. Iluminaci¨®n: Jos¨¦ Manuel Guerra. Vestuario: Pepe Rubio. Escenograf¨ªa: J. L. G¨®mez, desarrollada por Silvia de Marta. Direcci¨®n: J. L. G¨®mez. Teatro de la Abad¨ªa. Madrid, hasta el 30 de abril.
El Pedro el Rojo de Jos¨¦ Luis G¨®mez ha cumplido a?os con ¨¦l. Entra a escena vestido con un bat¨ªn. Se sube al sof¨¢ de un salto tan prodigioso, o casi, como el que recordamos: m¨¢s, si tenemos en cuenta la edad del actor. Esta vez, el mono est¨¢ en el camerino o en el sal¨®n de su casa, dictando su conferencia a una grabadora. Rebobina, se escucha a s¨ª mismo contar por qu¨¦ renunci¨® a su animalidad, y prosigue. Memoriza su intervenci¨®n. Le sorprendemos en su intimidad, maquill¨¢ndose para salir a escena, haciendo ejercicio f¨ªsico, viendo diapositivas de cuando viv¨ªa feliz en la selva y fue capturado. Es m¨¢s tierno que anta?o, m¨¢s cercano.
M¨¢s humano
El espect¨¢culo original, de apenas tres cuartos de hora, era compacto, r¨¢pido, sin un solo segundo muerto. Frontal. En escena, estaban el mono joven, el taburete, un atril, una planta (el para¨ªso perdido), y una reproducci¨®n del Diadumeno, de Policleto: el ideal de la perfecci¨®n humana. Entre ambos s¨ªmbolos, el mono permanec¨ªa en tierra de nadie. Quer¨ªa ser y no era.
La producci¨®n que acaba de estrenar el Teatro de La Abad¨ªa es m¨¢s compleja y extensa. Su protagonista y su int¨¦rprete est¨¢n en edad de hacer balance. Saben qui¨¦nes son y lo que dejaron por el camino. Pedro el Rojo no tuvo elecci¨®n. Si no se hubiera convertido en estrella del espect¨¢culo, se habr¨ªa podrido en una jaula. Ya no hay vuelta atr¨¢s. A medida que la funci¨®n avanza, Pedro pierde rasgos simiescos. Se arranca el peluc¨®n de chimpanc¨¦: intuimos que lo usa para seguir pareciendo quien fue, para atraer a su p¨²blico de siempre. Para dar el pego. La idea de que el mono pueda ser enteramente humano es de John Maxwell Coetzee: aparece en su novela Elizabeth Costello.
En Informe para una academia, Kafka ironiza sobre la teor¨ªa de la evoluci¨®n. Al ascender en la pir¨¢mide de las especies, su mono pasa de tener libertad plena a compartir la desdicha que acompa?¨® a su autor de por vida. El nuevo montaje de G¨®mez acaba donde comenzaba el original: con su protagonista compareciendo ante los acad¨¦micos, pero de espaldas a la platea, ante un p¨²blico ficticio. Durante hora y cuarto, se ha ido quitando capas de cebolla, ha sufrido otra mutaci¨®n. Ahora es m¨¢s humano que nunca. La partitura de acciones del int¨¦rprete y su composici¨®n del personaje son, de nuevo, impecables.
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