La generaci¨®n tap¨®n
Hace unos meses, un joven de 25 a?os, licenciado en filosof¨ªa y periodismo, me explic¨® los c¨¢lculos hechos por un grupo de sus condisc¨ªpulos, periodistas en ciernes, para llegar a puestos de responsabilidad profesional capaces para decidir la orientaci¨®n del trabajo colectivo. Lo que este grupo de j¨®venes ve¨ªa como objetivo necesario por las nuevas realidades, dec¨ªan, se encontraba obstaculizado por, al menos, dos tapones generacionales. El primer tap¨®n era f¨¢cil de superar: a partir de los 55 a?os, o antes, cualquiera est¨¢ hoy con un pie en la jubilaci¨®n. El tap¨®n "dif¨ªcil", para ellos, era el de los que, con 35 a?os, aspiraban a "eternizarse" en la toma de decisiones.
Desde la suficiencia de quien ha entregado alma y cuerpo en un duro aprendizaje -los estudios de periodismo recogen, en Espa?a, a los alumnos con mejores notas y favorecen la pr¨¢ctica directa- estos j¨®venes se ve¨ªan a s¨ª mismos como peones de brega, generalmente mal retribuidos, durante, al menos, 10 a?os. Les parec¨ªa una espera insoportable dada la distancia que percib¨ªan entre la realidad y su expresi¨®n medi¨¢tica. Pero el tema de este art¨ªculo no es otro que el de la compleja relaci¨®n, en general, entre generaciones. El ejemplo que acabo de poner ilustra otras situaciones en las que la edad y su particular circunstancia hist¨®rica y vital es lo que cuenta.
Parece claro, por ejemplo, que a la que se llam¨® "generaci¨®n del cambio" le est¨¢ llegando, si no lo ha hecho ya -por ejemplo en pol¨ªtica, salvo alguna excepci¨®n- la hora de la jubilaci¨®n. No es menos cierto que el peso y el "poder" de esta generaci¨®n, que accedi¨® muy joven a responsabilidades decisivas, ha sido clave en la modernizaci¨®n de Espa?a. Sobresalen ciertos rasgos comunes: ansia de libertad, fe en la democracia, europe¨ªsmo, autodidactismo entendido como aprendizaje acelerado, urgencia en la apertura al mundo, capacidad de automodernizaci¨®n y de tolerancia. A la vez, osada y prudente, idealista y realista, al tratar de materializar ciertos "sue?os" -el del universalismo cosmopolita, hoy transformado en globalizaci¨®n- ha vivido en carne propia las limitaciones de la circunstancia hist¨®rica y de los ritmos colectivos de adaptaci¨®n al cambio.
El destino individual de esta gente -algunos a¨²n les llaman despectivamente "progres"- ha sido desigual en lo que conocemos de sus miembros m¨¢s sobresalientes. Las generaciones s¨®lo son una f¨®rmula aleatoria para agrupar colectivos con experiencias compartidas. Y el "progresismo" de aquella "generaci¨®n del cambio" se ha visto tamizado por la realidad vivida: algunos mantienen a¨²n su necesidad de libertad, otros la han abandonado. Lo cual se ha utilizado como recriminaci¨®n por las siguientes generaciones. A¨²n est¨¢ por hacer ese estudio sobre "lo progre" que contemple como, a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas, el progreso continuo de la humanidad ha dado paso a la sombr¨ªa percepci¨®n -por primera vez en la historia- de que "nuestros hijos vivir¨¢n peor que nosotros". El tema del trabajo es pieza clave en esta percepci¨®n.
Hoy, esta generaci¨®n, situada entre los cincuenta y tantos y los sesenta y tantos, ha cedido, acaso, en la fuerza de las ideas, pero sigue como pieza central en el funcionamiento real del pa¨ªs. ?Cu¨¢ntas familias hay en Espa?a formadas por personas de esa edad que no s¨®lo mantienen en casa a sus hijos veintea?eros o mayores -con trabajos precarios e inestables- sino que, al tiempo, cuidan de sus padres, ya muy viejos? ?Qu¨¦ pasar¨¢ cuando la implacable jubilaci¨®n les alcance? ?C¨®mo se sustituir¨¢ ese colch¨®n social que hay para los golpes de las nuevas realidades que nos rodean?
Quienes hoy tienen entre 35 y cuarenta y tantos, viven ahora su apogeo: la hora de la acci¨®n. Es lo que corresponde, claro que s¨ª. Son una generaci¨®n sin adscripci¨®n, ni nombre. Esta indefinici¨®n es todo un s¨ªntoma. Sus experiencias laborales se insertan en la desregulaci¨®n, la econom¨ªa de casino, la ley de la selva, la cultura empresarial, la inmediatez vertiginosa de los medios de masas, la concepci¨®n de los individuos como consumidores y la competici¨®n como norma de relaci¨®n social. Menos ideolog¨ªa, m¨¢s econom¨ªa. No escatiman esfuerzos para lograr el ¨¦xito: tienen prisa. El "tap¨®n" anterior les dio, tal vez, poco juego. Saben que los que les siguen est¨¢n mejor formados que ellos y que su aproximaci¨®n a los 50 a?os marca el inicio de su propia decadencia. En nuestro mundo todo va m¨¢s r¨¢pido. Y ellos tienen a¨²n que dejar su huella.
La Espa?a de Zapatero se basa en este nuevo eje generacional. Hay una realidad nueva que, a su vez, se abre a cambios en las formas de relaci¨®n y de trabajo que dan origen a personas estresadas, deprimidas, ansiosas, solitarias, inquietamente viajeras, y que trabajan mejor con m¨¢quinas que con otras personas. Es el apogeo del "hombre-pr¨®tesis" del que habla Paolo Fabbri: aquel que se siente perdido sin su m¨®vil, su ordenador, su fetiche electr¨®nico y es un producto t¨ªpico de la rapid¨ªsima modernizaci¨®n espa?ola. Acostumbrados a la democracia, son capaces de criticarla mucho m¨¢s atinadamente que los viejos "progres" y se atreven a desafiar los viejos fantasmas ancestrales que a¨²n circulan por el pa¨ªs. Son los primeros espa?oles verdaderamente "globales" hasta en sus referencias. Lo cual puede llevarles a exagerar las ra¨ªces aut¨®ctonas para conservar la autoestima. A todos les une "el mercado" como medio natural. Son herederos inevitables de lo bueno y de lo malo de la generaci¨®n anterior.
Con esta generaci¨®n indefinida en primera fila, la generaci¨®n tap¨®n se transforma en la voz de la experiencia: algo m¨¢s que un t¨®pico. A la vez, los m¨¢s j¨®venes presionan: aguardan su turno. Los m¨¢s j¨®venes son un misterio todav¨ªa, pero sus protestas, expresadas de formas variadas, surgen por todas partes: pretenden abrirse un hueco en el presente. Son tres generaciones distintas pero unidas en una cadena humana que siempre ha pretendido algo similar: la conquista del futuro colectivo. Algo que no se logra sin la experiencia del pasado, la lucha por el presente y el porvenir como horizonte.
Margarita Rivi¨¨re es periodista y escritora.
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