Charles Lloyd: viajero del esp¨ªritu
Se me hab¨ªa advertido: imposible mantener una conversaci¨®n medianamente coherente con Charles Lloyd (Memphis, 1938); un tipo raro, al¨¦rgico a las entrevistas. Si, finalmente, me hab¨ªa concedido algunos minutos de su preciado tiempo, pod¨ªa esperarme cualquier cosa. La realidad fue muy otra.
Cara a cara con el supuesto ogro, result¨® ser un sujeto beat¨ªfico y lleno de candor. Eso s¨ª: de Sangam, su nuevo disco, mejor no hablar. "Es que no tengo nada que decir. El disco est¨¢ ah¨ª y cada cual que saque sus propias conclusiones. Me gusta hablar de lo pr¨®ximo que voy a hacer, no de lo que ya est¨¢ hecho".
Para el saxofonista, considerado entre los m¨¢s afinados disc¨ªpulos del gran John Coltrane y un nombre por derecho propio en el jazz contempor¨¢neo, cada disco es un viaje a lo desconocido. "Acudo al estudio con algunas ideas anotadas y eso es todo. Me parece m¨¢s interesante dejar que el viento nos lleve por donde quiera: la intuici¨®n y la camarader¨ªa siempre encuentran caminos nuevos".
Un creador con muchos ¨¢l-
ter egos musicales: lo que ayer fueron Keith Jarrett o Michel Petrucciani, hoy lo es el percusionista hind¨² Zakir Hussain, a quien puede escucharse en Sangam junto al baterista Eric Harland. "Necesito m¨²sicos que est¨¦n en mi sinton¨ªa; que sean capaces de ir m¨¢s all¨¢ y entiendan que debes pagar un precio si quieres llegar a lo m¨¢s profundo. Gente de pensamiento elevado y de vida sencilla, como Hussain".
Con otro de sus compinches, el bater¨ªa Billy Higgins, grab¨® Lloyd el crucial Wich way is East. "Billy es el m¨²sico m¨¢s importante en mi vida. Le conozco desde que yo ten¨ªa 18 y ¨¦l 19, y viv¨ªamos en California. Est¨¢bamos todo el d¨ªa tocando juntos, y con Scott LaFaro y Don Cherry. M¨¢s tarde, nos mudamos a Brooklyn. Entonces, todo el mundo viv¨ªa ah¨ª: Ornette Coleman, Coltrane, Bob Dylan..., hab¨ªa ese sentido de comunidad que hoy es imposible, porque no hay m¨²sico que pueda pagar los alquileres de la ciudad". La Gran Manzana separ¨® a los amigos inseparables. "Billy ten¨ªa un esp¨ªritu enorme pero tambi¨¦n era muy autodestructivo. Por eso no me dejaba acercarme a su c¨ªrculo, porque no quer¨ªa que yo fuera m¨¢s lejos".
En el a?o 1964, el saxofonista pas¨® a formar parte del sexteto de Cannonball Adderley. "Toc¨¢bamos en el Jazz Workshop de Boston y hab¨ªa un chaval tocando el piano en el piso de arriba que me llam¨® la atenci¨®n. Se llamaba Keith Jarrett". Junto al luego afamado pianista, Lloyd dirigi¨® el primer -y, casi, el ¨²nico- combo de jazz al que escuchaban las audiencias alucinadas del Flower Power. "Todo empez¨® porque hab¨ªa un grupo de actores en torno a John Belushi sol¨ªa acudir a escucharnos a un lugar llamado El Matador, en San Francisco. Flipaban con nuestra m¨²sica. No ten¨ªan ni idea de jazz pero eran capaces de dejar de beber para escucharnos. Fueron ellos los que nos hablaron de un sitio llamado The Fillmore donde actuaban los astros del rock y el blues".
La t¨¢ctica empleada por George Avakian vendiendo al cuarteto como si de un conjunto rock se tratara (un mill¨®n de ejemplares vendidos de su ¨¢lbum Forest Flower), termin¨® por ahogar al grupo en su propio ¨¦xito. En 1969, su l¨ªder y principal solista opt¨® por la disoluci¨®n. "Estaba quemado. Necesitaba apartarme de todo eso". Siguiendo el ejemplo de su colega Sonny Rollins, Lloyd lo dej¨® todo. "Hab¨ªa estado viviendo en el meollo del negocio musical y me estaba empezando a afectar: las drogas, el ¨¦xito... as¨ª que lo envi¨¦ todo a paseo e inici¨¦ un viaje espiritual buscando una vida m¨¢s sencilla y profunda". De la dorada Malib¨² a la abrupta regi¨®n de Big Sur. "Viv¨ªa con lo justo, entre las monta?as y el oc¨¦ano, completamente aislado. Solo yo y el Esp¨ªritu. Me pasaba el d¨ªa leyendo, comiendo lo b¨¢sico y meditando".
El regreso de Lloyd al mun-
do de los vivos, en el a?o 1977, signific¨® el reencuentro con su viejo amigo Billy Higgins. "Nos reconocimos el uno al otro como dos que hab¨ªan vuelto a nacer. Ambos hab¨ªamos dejado mucho atr¨¢s. En el caso de Billy Higgins, se hab¨ªa transformado en un suf¨ª. Su esp¨ªritu se hab¨ªa hecho fuerte. Dinero, mujeres, drogas, ahora pasaba de todo eso".
Hacer m¨²sica: para Lloyd, una forma de elevar la mirada sobre la mediocridad imperante. "Al final, todo consiste en cantar una melod¨ªa desde el interior del alma; algo que ayude a liberar el esp¨ªritu. ?se es mi sue?o. Un ejemplo: cuando el 11-S, est¨¢bamos en el Blue Note y tocamos una canci¨®n de Silvio Rodr¨ªguez, Rabo de Nube. De repente, todo el auditorio estaba en l¨¢grimas. Algo ocurri¨®, como si esta pieza hubiera liberado algo muy profundo".
Sangam est¨¢ editado por ECM-Nuevos Medios.
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